El narcotráfico, no la droga, es el peor flagelo que estamos soportando en América Latina —José Mujica

“Imagínense por un momento que, en lugar de tener de mascota a un perro, tuvieran a una mitocondria, de este tamaño”.

Así comenzó la clase impartida por uno de los maestros favoritos que tuvimos en la carrera. Vestido de pantalón de mezclilla, una camiseta negra con el logo de los Rolling Stones, zapatos tenis, cabellera larga rubia, lentes para el sol tipo Ray Ban, de amplia sonrisa…, ahí estaba con la mano a nivel de la cintura, a punto de dictar una inmemorable y espectacular cátedra sobre uno de los temas más áridos de bioquímica: El ciclo de Krebs.

Para nadie era un secreto que nuestro mentor defendía al cannabis y, era un experto en el tema de las drogas, a tal grado que aquel día jurábamos que esa explicación tan clara y nítida era porque tal vez, en ese momento: ¡él sí estaba viendo a la enorme mitocondria!

Una de las mentes más brillantes que conociera jamás, un erudito en temas culturales, gran rockero, pero sobre todo un entrañable amigo. Después de un examen estábamos conviviendo con él, mientras escuchábamos a Aerosmith, cuando nos habló de las bondades de la marihuana y ahí con mi compacto grupo de amigos tuvimos contacto por vez primera con la “Dama de ardiente cabellera”.

La anterior anécdota personal, de hecho quedó plasmada en uno de los capítulos de mi novela “De Médico a Sicario”. Recuerdo en otra ocasión cuando nos comentó: “Los sonidos se ven y las luces se escuchan, esta distorsión de los sentidos solo la produce el LSD, la dietilamida del ácido lisérgico, tal como se describe en su texto de farmacología; ¿conocen la relación con Lucy in the sky with diamonds, de los Beatles?”.

“A viajar se ha dicho”

Los relatos sobre las drogas, algunos sin saber que tanto fueron vivencias personales, eran simplemente notables, pero sobre todo con gran sentido de responsabilidad.

“Ahí estaba tendido en el césped, llevaba tres horas así, la noche despejada, miraba a mi compañero que tenía un buen rato riéndose solo y, por momentos levantando los brazos al cielo, aún sentía el tremendo sabor amargo del enorme hongo que me había tragado, ni la leche condensada le pudo disfrazar el sabor; me sentía frustrado por no experimentar nada, hasta que al fijar la atención me di cuenta que la luna era un enorme cubo que daba vueltas…¡y a viajar se ha dicho!”

Esta anécdota es de un primo que había viajado a un lugar cercano a Palenque, Chiapas, para probar los mismos hongos alucinógenos que en el vecino estado de Oaxaca, María Sabina le diera al cuarteto de Liverpool, según la famosa leyenda urbana.

A lo largo de mi carrera de ortopedista atendí muchas veces a pacientes que habían sufrido algún accidente estando bajo los efectos de alguna droga, sobre todo mariguana, muchos en un estado de súper pasividad, bien relax, pachecos o presas de un ataque hilarante; recuerdo a un chico con un temblor incontrolable que, en un fiesta rave, después de andar saltando sin parar como rana unas dos horas, se había caído de una tarima fracturándose la muñeca, y más de un empastillado y vomitado, durmiendo como un tronco o quejándose de fuertes dolores de cabeza. Pero lo anterior pareciera palidecer con lo que estamos viendo ahora.

La primera vez que escuché hablar del fentanilo como la droga de moda, no pude más que experimentar algo de asombro. Un fármaco empleado en Anestesiología y Algología. Recuerdo a los pacientes saliendo más que tranquilos del quirófano con un período bastante prolongado de analgesia.

La primera señal de alarma, sin embargo, nos pegó relativamente cerca: dos jóvenes colegas habían fallecido después de inyectarse fentanilo, sin dilucidar la razón. ¿Cuál es el problema con el fentanilo?: esta droga es un opioide sintético cincuenta veces más potente que la heroína y hasta cien veces más fuerte que la morfina. ¡Ni más ni menos! y con un efecto colateral que es letal: la depresión respiratoria.

Las sobredosis del fentanilo

Los casos actuales de sobredosis relacionadas con el fentanilo están vinculados más que nada con el que se fabrica ilícitamente, el que se distribuye por narcotraficantes por su efecto similar al de la heroína. Con frecuencia se le añaden otras drogas debido a su extrema potencia, para hacerlas más baratas, adictivas, pero lamentablemente más peligrosas.

Cuando se consumen la mayor parte de las drogas conocidas, el efecto es estar empastillado, pacheco, eufórico, verborréico, con los ojos rojos, agresivo o relajado, pero de ahí hasta en el llamado “mal viaje” no pasa a más. Lamentablemente con el fentanilo las dosis no controladas producen paro respiratorio; cuando es manejado como medicamento en medio hospitalario, este efecto colateral se maneja fácilmente utilizando drogas para revertirlo, manteniendo entubado al paciente y con asistencia ventilatoria…, por supuesto nada de esto está disponible cuando la persona la ingiere como droga.

No hay una manera de controlar el componente activo del medicamento. Una perversa mente logró convertir este fármaco líquido en materia sólida y transformarlo en pastillas.

El fentanilo, muy accesible

Así, el fentanilo se hizo accesible; pero la mezcla, como se comentó, con otras drogas sintéticas, muchas derivadas de anfetaminas, la hacen potencialmente letal. En síntesis, una sobredosis con el fentanilo producirá depresión, parálisis respiratoria y muerte. Esto es tan grave, que más de cien mil defunciones en Estados Unidos el año pasado fueron atribuidas al fentanilo por su efecto directo, sin tener en cuenta los decesos provocados por el combate al crimen o la confrontación entre bandas rivales, que de eso nosotros nos llevamos la peor parte.

Si bien no se tiene la cifra exacta en México, es definitivo que el consumo está aumentando en parte por los cada vez más constantes decomisos de esta droga, al grado de prenderse los focos de alerta.

Otro tema no menor es la facilidad para traficar el fentanilo. No es una droga voluminosa como la marihuana o la cocaína, es más sencillo transportarla, los precursores líquidos difíciles de detectar y, ni qué decir de la facilidad para su fabricación artesanal; los laboratorios clandestinos han salido por todos lados.

¿Qué hacer entonces? Debo decir que soy de los que piensan que la legalización de algunas drogas traería más beneficios que su prohibición. No debemos de soslayar lo ocurrido con la iniciativa del Dr. Leopoldo Salazar Viniegra en 1940, siendo presidente Lázaro Cárdenas y los resultados alentadores que comenzaron a tenerse antes de que los Estados Unidos presionaran para desecharla.

Legalizar las drogas no debe causar estupor, no es nada descabellado. ¿Qué pasaría si la FDA autorizara la producción del fentanilo para uso lúdico, a dosis que no causara depresión, e ir más allá porque no pensar que parte del dinero destinado al combate de las drogas se derive a investigar de que manera modificarlo para hacerlo menos adictivo y mortal? Si existe el café sin cafeína, los refrescos de cola sin azúcar, la cerveza sin alcohol, por qué no pensar en drogas libres de efectos colaterales mortales o que no sean adictivas.

En tanto debe continuarse sobre las bases de informar y hay que hacerlo como nunca del peligro de esta droga, cuyos efectos adversos son imposibles de revertir si no se está en un medio hospitalario. No es lo mismo andar con los “ojos rojos” a quedarse con los “ojos en blanco”.— Mérida, Yucatán.

arredondo61@prodigy.net.mx

Médico y escritor

 

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