Creer y confiar, dos palabras en apariencia pequeñas, pero con gran significado. Palabras que a querer o no, en los hechos van de la mano en el transcurso de nuestra existencia.

De pequeños, la confianza la depositamos en nuestros padres, por supuesto. Nos sentimos arropados por su ternura, por sus cuidados, en ocasiones extremos, como cuando de bebés empezamos a dar los primeros pasos.

Sí, un bebé se siente inseguro al iniciar su caminata por la vida, pero va adquiriendo confianza al ver a mamá o papá ayudándole en el proceso de aprendizaje. El estímulo se manifiesta a través de las sonrisas de las personas más importantes para él o ella en esos momentos.

Ahí se va adquiriendo confianza, el “yo puedo”, aunque no se comprenda el alcance del significado de las palabras.

Con el tiempo, al crecer, vamos aprendiendo a distinguir entre lo bueno y lo que no lo es. Entre lo falso y lo auténtico. Creemos en algo o en alguien; hasta cierto punto, confiamos.

¿Por qué es tan difícil confiar? ¿Por qué la desconfianza nos acompaña?

Quizás porque estamos viviendo una era de mentiras y engaños, de deshonestidad, de pobreza espiritual; de mediocridad. No hay respeto a nada ni a nadie.

¿Cómo creer y confiar en un individuo que juró —al asumir su mandato— cumplir la Constitución y ya en el poder la desprecia?

¿Por qué otorgarle la confianza a quien ha destruido instituciones? ¿Por qué permitir que siga destruyendo nuestro maravilloso país?

Destruyendo sí, porque la violencia desatada en México ya es incontrolable. Es el resultado de haber entregado comunidades a la criminalidad; dejarlos trabajar a su antojo poniendo en riesgo la vida de personas inocentes.

No se puede concebir que se permita tantas atrocidades, creadas desde una mente enferma de poder. ¿Otorgarle la confianza a quien es capaz de traicionar? Definitivamente, NO.

La confianza se gana con la verdad, no con embustes, no con traiciones.

Crece la desconfianza y no es para menos. ¿Puede generar confianza alguien como Arturo Saldívar? ¿O alguna de las tres aspirantes propuestas por el presidente para sustituir a Saldívar en la Suprema Corte? ¡Por supuesto que no!

“Se requiere nombrar a una persona independiente ideológica y políticamente que fortalezca y respete absolutamente la independencia del Poder Judicial Federal, cuya función como garante del cumplimiento de las disposiciones constitucionales y la salvaguarda de los derechos fundamentales solamente se puede cumplir con imparcialidad, sin sujeción alguna a intereses partidistas”. Es la exigencia de diversas barras de abogados en el país.

“El juez que no es independiente, es el mandadero de alguien”, palabras del ministro y expresidente de la Suprema Corte de Justicia Luis María Aguilar.

Por su parte, la presidenta de la Corte, Norma Piña, aseguró que “si creemos de verdad en los derechos humanos, en la justicia, la igualdad y en una vida digna y plena, debemos defender siempre la Constitución, es ella y nadie más quien determina nuestro sistema de gobierno, nuestra democracia y los pesos y contrapesos que deben existir para que podamos vivir en un país de derechos, libertades y de garantías fundamentales”.

Eso es lo que nuestro México necesita. Gente preparada en los cargos y que no guarden silencio ante las arbitrariedades que se están cometiendo por la ambición desmedida de un individuo a quien se le otorgó la confianza para gobernar.

Confianza y credibilidad que ya no tiene de una buena parte que votó por el cambio prometido. Promesas de campaña que olvidó o, mejor dicho, nunca estuvo en planes llevarlas al cabo.

Un hombre que se ha extralimitado en sus funciones, creyendo que el poder es para servirse de él y no para ponerlo al servicio de las instituciones y de los ciudadanos.

Un gobernante que se siente el dueño de todo lo que hay en un país, definitivamente ha perdido el piso; olvida que fue electo para gobernar por un tiempo determinado, no para eternizarse en el poder; por tanto, es su deber cuidar —y de ser posible— incrementar lo que recibió.— Piedras Negras, Coahuila.

Periodista

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