El sufrimiento, queridos abuelos, aparece primero en la mente. Cuando nos quedamos estacionados demasiado tiempo en la experiencia dolorosa, surge un pensamiento que, por su propia naturaleza, hace sentirnos injustamente lastimados.

Empezamos, entonces, a buscar culpables de lo ocurrido —alguna persona, las circunstancias o a Dios mismo— en lugar de aceptar lo que pasó tal como pasó.

Es entonces, les comenté, cuando transitamos del dolor —objetivo y real— al sufrimiento, que es puramente subjetivo y mental.

De este modo, podemos darnos cuenta que el dolor es inevitable y que, generalmente, está más allá de nuestra personal decisión, mientras que el sufrimiento, cae en al ámbito de nuestra propia decisión.

Como reza el conocido refrán, “el dolor suele ser inevitable, el sufrimiento suele ser opcional”.

En cuanto al dolor, mis avisados abuelos, en la misma medida que lo asumamos y enfrentamos, se irá transformando en energía positiva que, en muchos casos registrados, ha resultado poderosamente curativa.

En cuanto al sufrimiento, aceptemos que es un ente —que puede convertirse en monstruo— que nosotros mismos hemos creado en nuestra propia mente.

Tomemos, pues la difícil decisión de soltar el sufrimiento que, por una parte, significa dejarlo ser y, por la otra, dejarlo ir; es decir, dejar de alimentarlo y dejar de retenerlo.

Vencer el sufrimiento es quitarle la palabra que nosotros mismos le hemos dado y que nos viene repitiendo, tal vez desde hace muchos años, que no tenemos derecho a ser felices.

Psicólogo clínico, UVHM. Manejo de Emociones y Envejecimiento Saludable. Comentarios por WhatsApp: 9993-46-62-06. @delosabuelos

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