Queridos abuelos, la última de las cinco actividades para sentirte viva o vivo es la actividad espiritual.

Cuando hablo de espiritualidad lo primero que suelo decir e insistir es que ser “espiritual” no es una decisión personal.

Comúnmente a la espiritualidad la relacionamos con la religión, pero en realidad desde el “vientre materno nuestro espíritu se encarnó en nuestro cuerpo”.

Entonces, ser espirituales es una característica propia de nuestra naturaleza humana y no obedece a determinadas posibilidades o actos intelectuales o religiosos.

Por siglos estuvimos partidos en dos —en un conflicto mortal de nuestro cuerpo contra nuestro espíritu—, pues aprendimos que al beneficiar al cuerpo estábamos perjudicando al espíritu y viceversa.

La nueva antropología filosófica acaba con este conflicto, al definir con acierto y claridad nuestra naturaleza humana: “Somos espíritu encarnado” (Ramón Lucas) o “cuerpo espiritualizado” (Henri Bergson).

Somos carne y alma en equilibrio latente en una misma persona.

Por nuestro cuerpo estamos presentes e interactuamos con una dimensión exterior y por nuestro espíritu estamos presentes e interactuamos con una dimensión interior. Ambas dimensiones, igualmente reales e importantes, se conjugan en nuestra persona. En ambas —al mismo tiempo— se va desarrollando y escribiendo la historia completa de nuestra existencia.

Somos una maravillosa conjunción de carne espiritualizada o espíritu de carne y hueso.

Abuelas y abuelos, en nuestra próxima plática, veremos la necesidad de cultivar la actividad espiritual en la vejez, ya que la carne y el espíritu están indisolublemente ligadas.

Psicólogo clínico, UVHM. Tutor Salud Mental y Espiritualidad para Adultos. Comentarios vía WhatsApp: 9993-46-62-06. @delosabuelos

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