TERIBERKA (EFE).— El Círculo Polar Ártico está cada vez más cerca. SOlo hay que viajar al norte de Rusia y cruzar varias decenas o cientos de kilómetros de inhóspita tundra por carreteras sin asfaltar. El destino es una costa pedregosa con lagos, cataratas y playas sin bañistas.

“El restaurante más septentrional del mundo”, señala el cartel de un establecimiento que tiene la carcasa de un cetáceo a la entrada.

Es el pequeño pueblo pesquero de Teriberka, la única localidad de la costa del Océano Glacial Ártico a la que se puede llegar por carretera. El resto son costosísimos viajes en barco o helicóptero.

Ante el aislamiento forzoso al que ha sido sometido el país, primero por el coronavirus y ahora debido la campaña militar en Ucrania, muchos rusos han descubierto parajes cuya existencia desconocían, especialmente en el norte de la Rusia europea y en Siberia.

La singladura arranca en Múrmansk, la ciudad más grande del mundo dentro del Círculo Polar Ártico y tiene como destino Teriberka, situada a unos 130 kilómetros al noreste, en la península de Kola.

Apenas hay unos diez kilómetros de carretera asfaltada. El resto es un camino de arena lleno de baches, lo que convierte el recorrido en unas tres horas de tortura para la espalda del viajero.

Después de superar un bosque con abedules finísimos, se entra en territorio tundra. La única vegetación son líquenes, musgos y algún arbusto. No hay ni rastro de fauna. El resto es una ciénaga, donde el manto de nieve y hielo aún no se ha derretido del todo. Tampoco hay apenas humanos, salvo algunos pescadores que faenan con lanchas motoras en los ríos que desembocan en el mar de Barents.

En invierno no siempre se puede viajar a Teriberka, ya que las tormentas de viento y nieve lo impiden. Una granja de modernos molinos de viento generadores de electricidad demuestra que el viento sopla todo el año.

La temperatura ronda los 20 grados. Tampoco hay rastro de nieve, no es el polo norte, aunque el agua no supera los 6 grados ahora. Un “morsa” recién salido de un baño ruso es el único que se atreve a darse un chapuzón.

El cementerio de barcos de madera que recibe al viajero demuestra que Teriberka ha vivido tiempos mejores. Otro barco completamente oxidado, que es la atracción en la única playa de arena de la zona, lo confirma.

“El otro día murieron varios pescadores. Hubo una gran tormenta en el mar de Barents que los cogió a todos desprevenidos”, explica el guía apesadumbrado.

Las casas de madera han sido abandonadas y sustituidas por otras construcciones mucho mejor adaptadas a la humedad y las bajas temperaturas polares.

En invierno se puede pasear en trineo y avistar la aurora boreal (de septiembre a abril), pero en verano el abanico es mayor. Se puede contratar un barco y otear los surtidores de las ballenas.

Aunque la lluvia puede llegar a ser omnipresente, la estrella en Teriberka es su costa. La playa de los Huevos de Dragón recibe el nombre de los enormes pedruscos que la cubren hasta la mismísima orilla. Llegar a tocar el agua es todo un ejercicio de equilibrismo.

También hay lagos cristalinos, que parecen sacados de un paisaje alpino, y una espectacular catarata que se encuentra a apenas unos pocos metros del océano.

Teriberka era un puerto con un futuro poco halagüeño hasta que el premiado cineasta ruso Andréi Zviáguintsev rodó en el pueblo la premiada película “Leviathan” (2014), que recibió numerosos galardones internacionales.

“Gracias a la película de Zviáguintsev cientos de miles de personas han descubierto la belleza del Norte”, dijo Andréi Chibis, gobernador de la región de Múrmansk.

El director reconoció que la elección del pueblo fue una bendita casualidad. Ahora, son muchos los cinéfilos que viajan para ver el perdido rincón donde se rodó esa obra maestra.

“El guión se escribió al margen de la belleza de la naturaleza polar. Recorrimos 600 kilómetros en torno a Moscú y nada nos convenció. Entonces, pinchamos un punto en el mapa, encontramos fotos de Teriberka y nos gustó. Nos la jugamos y no nos defraudó”, comentó.

Los locales no han perdido el tiempo. En 2021 recuperaron el esqueleto de ballena que figuraba en el cartel de la película. Después de varios meses de rehabilitación, los turistas no dejan de fotografiar la famosa osamenta junto a un popular restaurante local.

La gastronomía polar tampoco decepciona. El bacalao fresco y el rodaballo ahumado son una delicia, al igual que la carne de reno, las ostras, los mejillones y especialmente el erizo de mar, una delicatessen de Teriberka, a lo que hay que sumar la cerveza local, gran desconocida.

Aunque también hay residentes locales que temen que con el aluvión de turistas moscovitas Teriberka y todo el Ártico pierdan su virginidad.

Noticias de Mérida, Yucatán, México y el Mundo, además de análisis y artículos editoriales, publicados en la edición impresa de Diario de Yucatán