De trompos cantores a trenes de baterías: La Literaria era en diciembre sitio obligado de visita
A mediados de la década de 1940, las opciones de juguetes que los niños encontraban en tiendas de Mérida reflejaban el mundo de los adultos en que una guerra mundial acababa de terminar: pequeños aviones y jeeps (los de “los grandes” se fabricaron para usarse en el conflicto bélico), que se sumaban a los habituales patines, triciclos, pelotas y muñecos.
A finales de los años 50, cuando Estados Unidos y la Unión Soviética ya se habían enfrascado en la carrera espacial, en las páginas del Diario aparecieron anuncios de naves y cohetes a escala para los niños, que podían optar también por carros de bomberos, tractores y bicicletas de varios tamaños.
Y en los 70 se multiplicaron los artículos eléctricos —30 años antes eran codiciados los de cuerda—, de los que había trenes, autopistas y marimbas, entre otros.
95 años de publicidad de juguetes





























En sus 95 años de historia el Diario ha atestiguado con la publicidad en sus páginas la evolución de los objetos lúdicos, en cuyo diseño han influido los avances tecnológicos y los sucesos que han marcado cada época.
Una de las tiendas que sobresalía por su oferta de artículos en la temporada decembrina era La Literaria, que el 2 de octubre de 2000 cerró sus puertas después de 93 años de actividades.
De acuerdo con una publicación de este periódico de hace 20 años, Francisco Fontboté Guijoan fundó el 17 de marzo de 1907 la librería y papelería en un local de la calle 63. Después se trasladó a la calle 60 y ahí funcionó varios años antes de volver a la 63, ahora al número 500 entre las calles 58 y 60, donde operó hasta su cierre.
Durante décadas La Literaria anunció en el Diario su oferta de artículos, que, según afirmaba una publicidad de 1936, eran “juguetes novedosos para niños y niñas” y, en materia de muñecas, un “surtido algo serio por lo nuevo y distinguido”.
En 1948 promovía rifles de aire, juegos de salón y de recámara en plástico, osos y muñecos de trapo, trompos cantores, filarmónicas, arcos con flechas y muñecas dormilonas, además de cuadernos para pintar y álbumes de muñecas para recortar, entre otros.
La década de los 60

Los niños de 1960 podían elegir entre autos a escala, soldaditos, pianitos, pistolas, rifles, cañones, tanques, bazukas, ferrocarriles de corriente o batería, camiones de plástico y muñecas “de carne vinyl dormilonas, chillan, lloran; pueden bañarse, peinarse, caminar, etc”.
Los 70

En 1970 se anunciaba variedad de trenes, como uno eléctrico de baterías con silbato, otro eléctrico a control remoto de baterías y un cruzamontañas. Asimismo, una autopista de salto infernal de corriente eléctrica, un salón de belleza a escala con secador eléctrico de baterías y el Astro Car, “original y de gran atracción, se desplaza a una velocidad conveniente e inofensiva”.
El Diario dio cuenta asimismo de las visitas, por invitación de La Literaria, de Santa Claus a Mérida en los años 50 y 60. A medida que ganaban popularidad, los viajes del personaje motivaban a multitudes a concentrarse en el aeropuerto para recibirlo, al igual que esperarlo en puntos de su recorrido hasta el Colegio Teresiano, donde participaba en una verbena.