MÉRIDA, Yucatán.- El ámbito profesional debe replantearse sus propias dinámicas, para transformarse en un medio aún más inclusivo, con el propósito de promover la auténtica competitividad con base en la igualdad de oportunidades.
En el plano de los negocios, el talento, la capacidad y la preparación, deben fungir como los únicos elementos de diferenciación entre pares. Ese es el espíritu que impulsa la cultura del esfuerzo.
La pluralidad se posiciona claramente como un elemento de fortaleza y de ninguna manera constituye debilidad.
No se trata de género, de raza, o de creencias, sino de la disposición por trabajar y la pasión por crear nuevas posibilidades.
La reactivación económica demanda la suma de esfuerzos con urgencia. Seguramente, muchos paradigmas cambiarán como resultado de la situación crítica que enfrentamos tras la aparición de la Covid-19.
Quizá a partir de ahora haya una renovada conciencia respecto del papel de la inclusión dentro de la cultura de las empresas.
Definitivamente, la exclusión es inaceptable, pues contraviene el sentido ético, pero, sobre todo, la discriminación olvida que la cooperación es la llave para el desarrollo.
Evitemos construir muros de separación, y optemos por tender puentes de entendimiento.