El vínculo entre democracia y periodismo autónomo es indisoluble. En su óptimo desempeño la prensa vigila el buen funcionamiento de la sociedad y advierte de amenazas a su estabilidad; denuncia los abusos de quienes detentan el poder económico y el político, como los gobiernos o las corporaciones; proporciona un foro a las voces que tienen algo en juego en los asuntos públicos, habilitando una discusión informada entre ellos y de cara al público.

No es que la democracia no exista en donde estas tareas no se lleven al cabo. Pero ciertamente es más pobre, en el sentido de que sin estos elementos, los votantes pudieran orientar sus decisiones electorales con base en, sobre todo, prejuicios o sentimientos, y tender a una participación en lo público ya sea tenue, distorsionada por tales elementos o sujeta a manipulación.

En suma, una ciudadanía de baja intensidad. Así, el conocimiento certero de lo público dota a los ciudadanos de comprensión y motivación razonadas al momento de ejercer sus derechos políticos.

En México existen muchos obstáculos, lo mismo para que tales funciones periodísticas se lleven al cabo como para que sus bondades se materialicen, unos centrados en su relación con el poder y otras, en la naturaleza de sus audiencias (lectores, televidentes o internautas).

Por lo primero, se encuentran varias dificultades tales como las condiciones de riesgo en las que se ejerce el periodismo, la sujeción coercitiva o concertada de su línea editorial por parte de los gobiernos, o la precariedad económica, sobre todo a partir de la digitalización de los medios.

Pero la naturaleza de las audiencias también importa. A diferencia de sus contrapartes en los países desarrollados, en México la prensa impresa nunca fue un auténtico medio de masas, ocupando su lugar la televisión, un medio fundamentalmente de entretenimiento.

La irrupción posterior de internet no cambió sustancialmente la ecuación: las encuestas revelan que los principales usos de ese canal son de entretenimiento y sociales, y posteriormente de información noticiosa, que ocupa, así, un lugar periférico en la dieta mediática de los ciudadanos.

Las condiciones previamente descritas no ocurrieron de igual forma en todo el país, y ciertamente no lo hicieron en Yucatán. Por lo menos hasta los años noventa del siglo pasado, la tasa de ejemplares de periódicos por cien mil habitantes (una forma de medir la penetración de la prensa en una sociedad) era comparable a la de los países de Europa del norte, como Suecia, Dinamarca o Noruega, como sucede hoy en día con los indicadores de seguridad pública y los niveles de votación (no descarto, por cierto, unvínculo entre estos tres elementos, detrás de los cuales estaría una cohesión social importante).

Como en el resto del mundo, estas cifras han variado desde entonces y predeciblemente son inferiores. Pero los últimos estudios sobre lectoría de noticias, sobre todo en generaciones recientes, sugieren la acentuación de tendencias nocivas que pudieran manifestarse en el periodismo local.

El informe de 2023 sobre consumo de noticias del Reuters Institute de la Universidad de Oxford ofrece cuatro tendencias preocupantes de los lectores mexicanos de noticias: que son cada vez menos, que las noticias se miran cada vez más desde las redes sociales —mezclándose con contenidos de entretenimiento y propaganda—, que los ciudadanos tienden a evadir noticias crecientemente y que los canales de noticias para los jóvenes son las redes Tik Tok e Instagram, cuya capacidad de informar es mínima.

No sólo el avance tecnológico facilita estas tendencias, a partir de una disponibilidad inusitada de opciones digitales para el ocio. Existe también una responsabilidad de las instituciones mexicanas, señaladamente la escuela y la familia, que han de inculcar en las nuevas generaciones la atención a las problemáticas de su entorno social y la adquisición de perspectivas de cómo resolverlas, ambas otorgadas, idealmente, por el periodismo.

Encerrados en sus entornos privados o inmediatos, sin entender las problemáticas de su entorno, los abusos de poder o los puntos de vista de distintos actores, los ciudadanos son susceptibles de prejuicio, manipulación o inacción.

Se trata no sólo de un riesgo para el entorno nacional, sino también para el local, que se ha preciado de constituir una excepción en el marasmo de dificultades que aquejan al resto del país y particularmente en la calidad de su democracia.— Puebla, Puebla.

Doctor, profesor e investigador del Instituto de Ciencias de Gobierno y Desarrollo Estratégico de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla.

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