“El conocimiento es poder”, Francis Bacon

“Mamá léeme un cuento”. Eran alrededor de las 12 de la noche, el pequeño en la cama no podía dormir. La señora se cruzó de brazos, miró con picardía a su hijo para contestarle: “Esperemos unas horas más, y cuando llegue tu papá, él nos contará un cuento a los dos”.

Este chascarrillo nos recuerda posiblemente una de las tradiciones que hoy en día se van perdiendo: Leer un cuento a los niños; no solamente es un excelente inductor del sueño, también el arma ideal para que comiencen a sumergirse en el fascinante mundo de las letras. Nada mejor que desarrollar la capacidad en compañía de un adulto, mucho mejor si el texto viene acompañado de ilustraciones y en grado superlativo cuando el niño hace comentarios de lo que se está leyendo, lo cual conlleva a uno de los pilares de la educación y que es el lenguaje significativo.

Es muy probable que los maestros de las escuelas primarias de hace ya muchos lustros se toparan en el primer curso con niños que ya sabían deletrear, escribir su nombre o hasta completar alguna frase. Posiblemente los medios distractores no pasaban en aquel entonces de algún programa televisivo. La escuela era por antonomasia el sitio en donde habría que pulir el aprendizaje.

Siempre que me preguntan las nuevas generaciones que cómo le hacíamos sin internet ni celulares, la respuesta es la misma, teníamos la llave que abría todo: la lectura.

Uno de niño va desarrollando esta capacidad. En mi época eran famosos los cuentos ilustrados: Editorial Novaro era la campeona, personajes de Walt Disney, Walter Lanz, Hanna Barbera, Marvel entre los extranjeros o la Familia Burrón y Memín Pinguín en los nuestros. Los domingos a arrebatarse la sección de historietas de los periódicos y, en la adolescencia el primer contacto con los clásicos, como tuve la suerte con aquella colección de Joyas Juveniles Ilustradas, de Editorial Bruguera. Pasaron los años a la formación académica, universitaria y profesional, suele agregarse el hábito de la lectura. Tuve la suerte de haber llevado un Diplomado de Docencia en el apogeo de la Lectura Crítica del Dr. Leonardo Viniegra, lo cual facilitó al leer, el poder acumular información, reflexionar y debatir.

Me temo que estemos en estos momentos a punto de estar desarrollándose una nueva variante de dislexia. Fernando Savater sentenció: “el Internet es el ombligo de la Cultura”. La tecnología ha transformado la Educación, argumento irrebatible, pero es un arma de dos filos.

Copiar y pegar… y ni siquiera leer

Cuando era profesor de Ortopedia en una universidad privada, el coordinador insistió en medio de un atiborrado programa académico que se le marcara a los alumnos un trabajo de investigación, cuando no llevaban la metodología respectiva, al grado que ni se contemplaba el redactar una tesis para titularse. El resultado fue desastroso, de 24 textos, las dos terceras partes eran calcas completas y tan exactas que tenían incluso los hipervínculos, los restantes, totalmente desabridos y chatos. Tenía la seguridad que bastaba en ese momento aplicar un breve cuestionario de diez preguntas para reprobar al grupo entero. Esto es una práctica común ya desde nivel de bachillerato: copiar y pegar, pegar y ni siquiera leer.

El celular está volviéndose un enemigo incluso para el lenguaje, llegará el día en que con solo unos emoticones nos comuniquemos, a la manera de glifos como nuestros ancestros mayas. Este aditamento hoy en día al parecer está adherido a las manos de nuestros hijos. Pero no solamente ellos, reto a quienes me leen a que me digan cuando menos diez números telefónicos de amigos y familiares, cuando anteriormente éramos capaces de retenerlos y si no de apuntarlos en una libretita, o recordemos cuando después de comer con los amigos, aparecía el bolígrafo para en una servilleta, calcular la propina y dividir la cuenta. Ya ni el aquel de buscar una calculadora o una cámara… todo al alcance de nuestras manos.

De aquí la importancia de leer, entender y escribir. Recuerdo la única vez que preparé un acordeón para un examen, transcribí ni más ni menos que la parte medular del ciclo de Krebs en el reverso de mi bata y ahora lo confieso, fui tan metódico al hacerlo que eso fue suficiente: “y no se manchó mi plumaje” como diría ya saben quién, pues no recurrí a la trampa. Y a esto voy cuando resalto en el lenguaje la lectura significativa o de compresión, lo cual aplica a la escritura.

De acuerdo con el Programa para la Evaluación Internacional de los Estudiantes (PISA, por sus siglas en inglés) de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), que agrupa a 20 naciones, tal como puede verse en los datos del portal del Instituto Mexicano para la Competitividad, A.C. (IMCO): México es el tercer país peor evaluado en Matemáticas y Comprensión Lectora, y el país con el peor puntaje en Ciencia.

Esto ha sido ya ampliamente discutido por expertos en el tema: Dos de cada tres estudiantes en México no alcanzan el nivel básico de aprendizajes en Matemáticas. Y algo muy grave la mayor parte no comprende, no entiende lo que lee…, así de delicado.

Simplemente en educación estamos tan mal que es probable que en la época en que la letra entraba con sangre, México estaría sentado en un rincón con orejas de burro.

Reparto de culpas

Lo que vino después ha sido lastimoso: desde echarle la culpa a la pandemia, exigirle cuentas a la ahora gobernadora del Estado de México cuando fue secretaria de Educación o a la actual, que solo sabe que no sabe nada y lo peor: oír al presidente decir que la prueba PISA no tiene relevancia porque es un producto del neoliberalismo. Hace unos días después de los lamentables y violentos hechos del estado de México, el primer mandatario señaló que la solución es ver que los hijos no consuman drogas que, sin ser una arenga para evadir la realidad del Estado fallido, al menos en temas de seguridad, Andrés Manuel López Obrador tocó un punto toral: la familia.

En lo que respecta a los resultados de la prueba PISA dejemos de repartir culpabilidades. Las autoridades educativas, los expertos en la materia deben de aportar soluciones, el gobierno debe ser más receptivo, más autocrítico, pero hay un punto análogo al comentario del jefe del ejecutivo en materia de seguridad, y aplica perfectamente a la educación, muy en particular la comprensión de lo que se lee: debemos de iniciar en el hogar, con nuestros hijos desde muy pequeños, menos celular, más libros, demos el ejemplo los adultos…, no se trata de renunciar a la tecnología.

Me da hasta cierto temor con la inteligencia artificial como estará el tema educativo en un futuro. Cuando menos anhelo que las máquinas no nos quiten esta capacidad tan inherente del ser humano de poder razonar. Hay que empezar desde casa y no dejarle todo al gobierno y a los maestros. De esta forma tal vez en unos lejanos años alguien pueda leerle a su hijo un cuento para poder dormir: “Había una vez en un hermoso país, un reyecito viejito y gruñón que vivía en un palacio, muy grande, pero muy grande y que siempre tenía la razón, porque era dueño de un cofre lleno de otros datos…”.— Mérida, Yucatán

Correo: arredondo61@prodigy.net.mx

*Médico y escritor

Noticias de Mérida, Yucatán, México y el Mundo, además de análisis y artículos editoriales, publicados en la edición impresa de Diario de Yucatán