Hace unas semanas se presentó en El Colegio de México una Historia de la Revolución Mexicana en ocho tomos y editada por la propia institución. La obra es producto de la pluma de 25 académicos pertenecientes a varias generaciones e instituciones. El período examinado va de la etapa final del régimen porfirista a los inicios de los años 60.

De la misma manera que no es posible una recreación cabal de ningún pasado, tampoco es posible una recreación “inocente” de ese pasado y menos de una historia política. Aunque el historiador intente ser objetivo, sus valores y prejuicios siempre están presentes y esta obra no es excepción a la regla.

En el origen de esta colección se encuentra una visión crítica de la Revolución mexicana que se remonta a 1947, cuando el impulsor del proyecto, Daniel Cosío Villegas, publicó un ensayo “La crisis de México”, Cuadernos Americanos (marzo-abril, 1946), que desató una dura polémica pues la clase política de entonces vivía una etapa de euforia en torno a sí misma.

La tesis del ensayo era contundente “La crisis proviene de que las metas de la Revolución se han agotado, al grado de que el término mismo de revolución carece ya de sentido”. Para el autor el agotamiento tenía una explicación y era moral: la conducción política del proyecto revolucionario no estuvo a la altura del mismo porque se había corrompido.

El sexenio que se iniciaba, el alemanista, comprobó plenamente el diagnóstico.

Don Daniel, como le llamábamos, se propuso no solo identificar sino explicar el fenómeno vía la historia. Integró un equipo y consiguió recursos para explorar en archivos nacionales y extranjeros las razones de las fallas de los proyectos de transformación de México.

A Cosío y su equipo les tomó una década trazar el arco histórico que va de la restauración de la república liberal (1867) al espectacular fracaso del régimen autoritario porfirista. El resultado fueron los nueve gruesos tomos de la Historia moderna de México publicados entre los 1950 y los 1960.

Pero el triunfo, decadencia y caída del liberalismo decimonónico mexicano era sólo la primera parte de la tarea. La segunda consistía en entender cómo el reclamo democrático maderista de 1910 se transformó en revolución social para finalmente derivar en un presidencialismo autoritario que Cosío definió como “monarquía absoluta sexenal y hereditaria en línea transversal”.

Dentro de El Colegio de México, don Daniel organizó y dirigió la elaboración de la Historia de la Revolución Mexicana, aunque sin participar ya en su elaboración. En vísperas de su fallecimiento en 1976, Cosío pudo ver los primeros tomos de la empresa. Sin embargo, ya para entonces, adelantándose y en tres pequeños libros publicados entre 1974 y 1975 —El estilo personal de gobernar, La sucesión presidencial y La sucesión presidencial: desenlaces y perspectivas— don Daniel había concluido: la historia política del país mostraba que si el autoritarismo priista no modificaba su naturaleza, su régimen concluiría como el porfirista y por las mismas razones.

El historiador supuso entonces que era posible la democratización desde arriba —la llamada democracia otorgada— y tener un cambio pacífico. Los acontecimientos del 68 y 71 más las noticias que llegaban ya de la “guerra sucia” en Guerrero podían ser los prolegómenos de la agudización de la crisis detectada en 1947.

En su oportunidad, el presidente Echeverría respondió a Cosío aceptando una invitación a su casa, pero, a la vez, publicando un libelo en su contra (“Danny, el sobrino del Tío Sam”, [1974]). La crisis económica y política de 1982 y 1988 llevaron a otro presidente priista —Salinas— a dar un gran viraje económico, pero no político.

En 2000 el PRI optó dar salida a las tensiones políticas dejando la presidencia al PAN. Pero tal y como don Daniel lo había vaticinado en ese ensayo de 1947, el PAN no tenía la capacidad de asumir la responsabilidad del cambio y al final debió devolver a un PRI en decadencia.

La Historia de la Revolución Mexicana se quedó inconclusa por décadas pues tras la muerte de don Daniel se perdió el impulso y quedaron sin examinar los períodos iniciales. Finalmente, en años recientes Javier Garciadiego, como presidente de El Colegio de México, decidió formar un equipo de siete historiadores y finalizar lo iniciado en los 1970.

P.D. Finalmente, en 1988 la izquierda encabezada por Andrés Manuel López Obrador logró lo que incluso don Daniel puso en duda en los 1970: asumir la responsabilidad de proponer y llevar adelante un proyecto de modificación del régimen. La historia de esta nueva etapa en la evolución de México está por escribirse pues aún no hay la suficiente distancia para apreciar de manera equilibrada su naturaleza.— Ciudad de México.

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Historiador y analista

 

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