Para como somos los mexicanos, el ejercicio de votar es en gran parte de la población una actividad no sólo individual sino, en buena medida, egoísta. Para una parte gruesa del padrón es el ejercicio del aquí y el ahora, del yo, de lo mío.
En la medida que uno participa en el proceso electoral con anticipación al día de los comicios, de una manera comprometida, analítica, pensante y social, se va desprendiendo esa pátina de egoísmo en la votación.
En este sentido, votar es una acción sociopolíticacultural que se ejerce no sólo por uno mismo, sino, en cierta medida —poca o mucha—, también por el prójimo.
Domingo, mediodía, en cualquier plaza comercial de Mérida.
—¡Hola, cómo estás! Mare, tu no cambias, gallo. Estás igual desde la última vez que nos vimos, hace… qué, ¿diez años?
—Hola. Sí, más o menos. Pues aquí, perdiendo el tiempo para no estar encerrado en casa. A mi edad no hay mucho qué hacer.
Después de una plática de todo y nada, ambos personajes estaban por despedirse cuando surgió la exhortación:
—No dejes de ir a votar el 2 de junio.
—¡Bah! No sé si iré.
—¡Cómo! ¿Por qué no?
—Porque siempre es lo mismo.
—¿Qué significa “siempre es lo mismo”?
—Todos son iguales —respondió.
—Mmm. Bueno, si quieres pensar así… Pero de todos modos sal a votar, no te pierdas la oportunidad de ejercer el poder del voto.
—Pues lo pensaré —respondió sin mucha convicción.
—Acaso no has visto cómo está el país.
—No veo noticias —dijo lacónico.
—Deberías. Pero, como sea, no dejes de votar.
—Bien. Voy a votar por… —dijo el nombre de un partido.
—Por el que sea, pero vota… y deberías informarte aunque sea un poco.
—Adiós.
—Adiós. Que no pasen otros diez años.
—Seguro que no pasarán… no llego.
El ejercicio o no ejercicio del voto se convierte en un acto egocéntrico cuando la displicencia lleva a carecer de una razón para acudir a la urna. Lo es menos cuando se ignora por quién. Y deja de serlo al ejercer el voto consciente, informado y razonado.
Votar sin tener información de la situación local y nacional es un acto vacío para cumplir un trámite.
Cuando ignoro que mi futuro inmediato se delineará dependiendo de mi voto, resulta un acto de irresponsabilidad. Pero es un acto de insensatez cuando, además de ignorar que delineará mi futuro, desconozco que lo hará con el de mis semejantes, mis hijos, nietos, vecinos…
No es desconocida la historia del mexicano que acompañó a un sueco a la planta donde éste trabajaba, en Estocolmo. Llegaron en el auto que conducía el sueco y, como arribaron temprano, el estacionamiento estaba prácticamente vacío. Con asombro, el mexicano vio que el conductor aparcó en el punto más lejano del estacionamiento y ambos debieron caminar en el glacial frío escandinavo.
—Vaya —dijo el mexicano—. Te asignaron un espacio de estacionamiento casi fuera de las instalaciones.
—Nadie me lo asignó —respondió el sueco—. Aquí todos nos estacionamos en el lugar que deseamos.
Pasmado, el mexicano preguntó:
—¿Entonces, por qué estacionaste tan lejos?
—Porque al llegar temprano tenemos tiempo de caminar con calma al edificio. Por el contrario, los compañeros que llegan más tarde, frisando la hora, necesitan estar más próximos para llegar rápido. Por eso les dejamos los lugares más cercanos.
Este interesante comportamiento, que no es ficticio, denota un alejamiento del egoismo. Al estacionar, el sueco piensa en el prójimo.
¿Pensamos así al votar? ¿Reflexionamos acerca de qué ciudad, estado y país queremos para nuestros hijos, nietos y para la sociedad en general?
No basta limitarnos a ejercer el voto. Es indispensable informarnos para decidir, sí, de acuerdo con nuestras convicciones, pero unas convicciones cinceladas por la formación e información. La formación personal de cada uno y la información que nos brinden medios de comunicación serios y comprometidos con el avance democrático y las libertades individuales y sociales.
La exhortación es a ejercer el voto razonado el 2 de junio. No a cumplir un trámite.— Mérida, Yucatán.
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@olegariomoguel
Director de Medios Tradicionales de Grupo Megamedia