Página editorial de Diario de Yucatán

Después de leer “Letras Libres” de marzo 2024, en su dosier “La caricatura frente al poder”, llego a la conclusión de que mi mejor maestro extramuros durante la adolescencia y juventud fue Rius.

Le leí todo lo que publicaba, tanto en forma semanal en Los Supermachos, Los Agachados o en libros con el mismo estilo didáctico, tales como Cuba Para Principiantes, La Joven Alemania, Filosofía para Principiantes, La Trukulenta Historia del Capitalismo, ABCh, por citar algunos de lo mucho que publicó y tuve la oportunidad de convencerme y ser promotor de las doctrinas sociales que transmitía genialmente en sus caricaturas.

Eran esperanzadoras esas lecturas para construir un mundo más justo.

Atravesábamos con el ejemplo de la Revolución Cubana como el buque insignia de anheladas transformaciones contra el opresor Tío Sam, que no tenía nada de santo y consideraba a todo lo que quedaba al sur de su frontera como su traspatio.

Fue muy grande la influencia de Rius en mí, pero como él durante sus últimos años, ahora soy un decepcionado.

En la Cuba de hoy hay hambre, falta de energía y sin los recursos pecuniarios los servicios ya no son de vanguardia como ejemplo mundial.

Siguen culpando al pasado del bloqueo norteamericano, lo que es real en parte, pero no han hecho nada en más sesenta años, no hallan otras alternativas por no contradecir los principios dogmáticos que les imponen y no han funcionado.

Siguen vendiendo esperanza que cada vez se ve más lejana. Hoy nuevamente me siento solidario con el pueblo cubano oprimido por un régimen dictatorial con emotivos discursos que no dan para comer.

Veo algo así como la Utopía de Tomás Moro, porque parece inalcanzable en los hechos.

Más que el progreso social, se registra que en la práctica para alcanzar ese deseo de igualdad ha funcionado solo para dejar en malas condiciones a todos.

Es para que un dictador controle los pocos bienes y hacerse proselitismo a una causa ya perdida con ideas no funcionales. Así será hasta que las fuentes de financiamiento se agoten o la fuerza popular se rebele.

Los políticos sin ingenio, los que no se actualizan y viven de proyectos esperanzadores que no funcionaron, no sirven para las épocas actuales cuando hay una sociedad más informada gracias a las tecnologías de la comunicación tan democráticas.

Los discursos no sirven para que el pueblo alcance mejores estadios, y obviamente no me refiero al abandonado parque de béisbol Kukulcán de Mérida por la mala planeación, sino a elevar sus condiciones vida, no a paliarlas.

No creo en esa bazofia demagógica de algunos medios de comunicación por ninguna de las partes antagónicas que compiten para el control de los pueblos, tanto con las teorías liberales como sustento del voraz capitalismo, ni de las sociales que pregonan la justicia social, pero que en los hechos empobrecen más a la gente.

Mientras no exista equidad en cuanto al progreso entre la humanidad, nunca habrá que dejar de apoyar con la justicia social auténtica a los más necesitados. Es necesario para la estabilidad política y una verdadera vida en paz, si así se quiere ver.

El vender esperanza perenne para la corta vida terrena, solicitar mucha fe y recordar algo así como la caridad a cambios de los votos, no se me hace el camino correcto por ninguno de los bandos. La política debe responder con celeridad a las urgentes necesidades manifiestas en la ciudadanía

Con seguridad, la justicia empieza con empleos bien remunerados y con seguridad social para transformar a los pueblos moviendo su economía.

La esperanza y la fe resultan necesarias para lograr los objetivos, pero no confundir con caridad los apoyos que se obtienen con la contribución ciudadana, que, además, no tienen derechos de autor en ningún grupo político.

Hay una expresión muy sabia de nuestros hombres de campo ante los proyectos sexenales: Mientras el pasto crece, la mula se muere.— Mérida, Yucatán.

pepetong@hotmail.com

Docente en Políticas Educativas y Cronista.

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