Página editorial de Diario de Yucatán

La política hoy en día se ha deslizado hacia posiciones extremas de populismo con acciones que resultan muy difíciles de comprender.

El objetivo de los políticos populistas en países que se dicen democráticos es ganar las elecciones y para ello no importan las promesas y los planes tanto en campaña como posteriormente en los gobiernos.

Los politólogos Cas Mudde y Cristóbal Rovira Kaltwasser definen así el populismo: “una ideología delgada, que considera la sociedad dividida básicamente en dos campos homogéneos y antagónicos, el pueblo puro frente a la élite corrupta, y que sostiene que la política debe ser la expresión de la voluntad general del pueblo”.

Mudde y Rovira definen que la ideología populista está poco desarrollada a diferencia de ideologías plenas como el socialismo, el liberalismo y el fascismo, por ello el populismo adopta distintas formas y posiciones sea de derecha o de izquierda, la primera se identifica con algún tipo de nacionalismo y la segunda con el socialismo.

Aquí muy cerca tenemos dos casos para analizar y que bien podrían considerarse dignos de aquella famosa sección de Ripley que llevaba el título de “Aunque usted no lo crea”.

El primer caso —seguro ya lo adivinó— se refiere al presidente Andrés Manuel López Obrador, cuyas peroratas mañaneras de dos o más horas se han convertido en una pesadilla para la mayoría de los mexicanos por las mentiras, diatribas, ataques y descalificaciones que lanza día tras día.

AMLO ha intentado tejer un discurso triunfalista y concluyente para aseverar una y otra vez que su gobierno es exitoso, que el país marcha muy bien y que los rezagos en el país se deben a los gobiernos neoliberales del pasado.

Buena parte de los mexicanos se han tragado esta historia por dos razones básicas: una porque son parte de los beneficiados del régimen de Morena ya sea por cargos públicos o porque reciben ayudas sociales que antes no gozaban.

La segunda razón —quizás la más numerosa— es porque los mexicanos de las clases bajas prefieren creer las mentiras y las promesas a enfrentar una dura realidad que lastima y de la que no es fácil superar. “Ya basta de realidades, queremos promesas”, rezaba un eslogan en los tiempos crudos del realismo económico en México.

López Obrador ha mentido una y otra vez a los mexicanos con sus proyectos emblemáticos, con sus acciones fallidas contra la violencia y más recientemente con programas como la megafarmacia y la aerolínea Mexicana que han sido verdaderos fracasos.

Pero no importa, finalmente la intención es cubrir errores, golpear a los detractores y ganar tiempo con rumbo a los comicios electorales.

En un año más ya verá usted como la imagen de López Obrador se irá por la borda, seguramente será más detestado que expresidentes impopulares como José López Portillo y Carlos Salinas.

El juicio

Al otro lado del Bravo tenemos otro ejemplo de populismo, en este caso de derecha. Donald Trump con sus desplantes, arrogancia y promesas fantásticas ganó en 2016 la presidencia de los Estados Unidos y podría recuperarla en este 2024.

El juicio al que ha sido sometido en las últimas semanas es resultado de sus acciones equivocadas, pero aún así prefiere negar toda culpabilidad a reconocer errores y pagar culpas.

Muy similar a lo que ocurre con López Obrador, se aferran a sus opiniones y jamás dan su brazo a torcer. ¿Se imagina lo que México habría ganado si hace dos o tres años el primer mandatario hubiera corregido su estrategia en la seguridad nacional?

Como el populismo degenera a la política, así vemos estos casos judiciales cómo se complican y se convierten en un circo público en donde se busca el entretenimiento de las masas.

Resulta por demás repugnante que una mujer que se dedicó al cine pornográfico cuente con lujo de detalles su supuesta aventura con Donald Trump.

Sin embargo, ¿cómo creerle a Stormy Daniels quien accedió a tener una relación con el expresidente, recibir años después un soborno de $130 mil dólares y ahora presentarse como una mujer confiable y decente?

Tanto AMLO como Trump podrán obtener muchos votos, popularidad y alcanzar la presidencia de sus respectivos países, pero no acumularán respetabilidad y prestigio al paso de los años.

Noticia final…

Es muy digna la decisión del obispo emérito Salvador Rangel Mendoza de perdonar a sus agresores y no presentar denuncia alguna, solo esperamos algún día conocer a fondo los hechos para que casos como éste no se repitan, incluyendo la campaña de desprestigio que dolosamente se levantó en su contra..— Hermosillo, Sonora.

jhealy1957@gmail.com

Periodista

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