Existen infinidad de historias donde el ser humano comete el gran pecado de sentirse superior a otros, ya sea por su condición económica, social o política. Historias que no terminan bien cuando esa pretendida superioridad no es más que soberbia, algo que no agrada y sí ofende a Dios.

¿Quién no recuerda la película Titanic protagonizada por Leonardo di Caprio y Kate Winslet? Basada en la historia de un trágico episodio en la navegación, ocurrido en abril de 1912.

El barco fue considerado en su momento como insumergible por su extraordinario diseño y estructura. Fue tal la confianza que le tenían sus creadores o quizás la soberbia de alguno de los dueños de la empresa que lo llevó a exclamar que a ese barco ni Dios sería capaz de hundirlo.

Muy pronto la realidad se haría presente y el lujo excesivo que predominaba en la embarcación entre una clase privilegiada, quedo reducido a nada.

Al chocar con un iceberg, la maravillosa obra de ingeniería naval mostró su vulnerabilidad. Un viaje que prometía ser todo un acontecimiento y lo fue al convertirse en una tragedia de enormes dimensiones. Lo más valioso, la pérdida de vidas humanas.

Viene el comentario con que inicio mi colaboración, al ver todo lo que está ocurriendo no solo en el mundo sino también en nuestro país.

La soberbia con la que se conducen algunos individuos los lleva a cometer el gravísimo pecado de retar a Dios; un Dios que existe, pero en el que al parecer no creen individuos que se sienten seres superiores por su condición humana donde el dinero, el poder y también la ambición hacen su aparición,

A pesar de todos los fracasos que el ser humano recibe, insiste en continuar mostrando su fuerza que utiliza no para beneficio colectivo sino para su propio beneficio.

No acaba de entender que quien deposita su fe en Dios no desvía su camino, sino que trata de hacer lo correcto a pesar de cualquier circunstancia adversa que se le presente.

Los conflictos bélicos o sociales permiten darnos cuenta de que hay situaciones que bien pudieron arreglarse cuando empezaban, pero el ser humano cuando alcanza cierto poder no desea ceder ante nada ni ante nadie.

La soberbia no es buena consejera y se convierte en el gran enemigo de quien permite ser atrapado por ella.

Nuestro México hoy parecería haber quedado en medio de una lucha que se libra entre un gobierno que le ha fallado al país y a los ciudadanos que van despertando del letargo o comodidad en que se encontraban.

Ciudadanos que son capaces de salir a las calles a manifestar su inconformidad por las imposiciones de un gobierno que se torna represor.

Las marchas se van multiplicando por el hartazgo de un pueblo bueno y aguantador. Un pueblo con fe. La misma fe que el pueblo bueno profesa y a la que se aferra en los momentos más difíciles. Porque todos, por alguna razón u otra, hemos tenido que enfrentar alguna situación que solo nuestras creencias religiosas, nuestra fe en Dios y en nuestra Madre Santísima nos sostiene y nos impide claudicar.

A Dios acudimos cuando estamos pasando por un problema que consideramos difícil o para encomendar a nuestros seres queridos.

Enfrentar una enfermedad, una pérdida, ver a un hijo cuya salud se deteriora porque un gobierno le niega el derecho a curarse. Observar a un gran número de madres que un día despidieron a sus hijos al salir de casa y ya no regresaron.

¿Por qué la gente se rebela? Por una sencilla razón: porque no encuentra empatía en su desesperación. Las madres buscadoras son mujeres extraordinarias que aun sin contar con recursos suficientes un día emprendieron su peregrinar, llevando consigo su fe en Dios y la esperanza de encontrar a su ser querido. Es el ejemplo vivo de que una madre nunca se cansa de esperar ni de luchar.

Mujeres que nunca fueron escuchadas, menos recibidas por quien tendría que dar ejemplo de solidaridad. Una gobernante que se ha burlado de la fe de los mexicanos en un acto de soberbia; desde el cargo que ocupa porque ella no es creyente pero si ha utilizado los símbolos religiosos para su conveniencia.

La vida ¿o Dios? Tarde o temprano nos va ubicando, de eso no hay duda. Y nos indica el camino correcto, de nosotros depende seguirlo o no. A los soberbios, a los que se creen dueños de la verdad, dueños de todo y se consideran que el poder les da el derecho de imponer e imponerse, deberán aceptar tarde o temprano que el cargo es temporal, es prestado y deberán de rendir cuentas ante la justicia por todo el saqueo que han realizado, por las omisiones, por las agresiones.

Y que el pueblo no tiene por qué aceptar más destrucción de instituciones y esperar elecciones que nunca llegaran. Al menos no llegaran para favorecer al pueblo. Porque todo se ha ido preparando para eternizarse en el poder.

Periodista

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