El nuevo obispo auxiliar de Yucatán, monseñor Mario Medina Balam, reconoce que hay mexicanos, especialmente jóvenes, que deciden alejarse de la Iglesia por la creciente secularización de la sociedad, el mal comportamiento de algunos sacerdotes, la pandemia, el internet y las redes sociales y el avance de las religiones protestantes.
La secularización explicaría también, dice, la pérdida de interés de los jóvenes por entrar al Seminario, un fenómeno mundial que afecta igual al Estado.
Para hacer frente a esta situación, monseñor Medina Balam señala en entrevista con el Diario que los pastores de la Iglesia y las comunidades cristianas deberían preocuparse más por dar testimonio de su fe y “salir al encuentro del otro”.
Como informamos en esta misma página, el arzobispo de Yucatán, monseñor Gustavo Rodríguez Vega, dio a conocer ayer el nombramiento de monseñor Medina como el segundo obispo auxiliar de la Arquidiócesis, cargo que también desempeña monseñor Pedro Mena Díaz.
¿Quién es monseñor Mario Medina Balam?
El nuevo obispo, de 60 años y oriundo de Abalá, es uno de los diez hijos del matrimonio formado por los señores Gonzalo Medina Fuentes y Juana Evangelina Balam Domínguez (q.e.p.d.), campesinos de esa población. Ambos realizaron grandes esfuerzos para sufragar los gastos de su hijo Mario como estudiante del Seminario y también de su otro hijo Martín. Éste se ordenó sacerdote igualmente y trabaja en una parroquia de Tapachula, a donde llegó acompañando a monseñor Luis Miguel Cantón Marín cuando fue nombrado obispo de ese lugar en 1984.

Hasta su nombramiento, monseñor Medina fungía como profesor y directivo de la Universidad Pontificia de México (UPM), donde estudió dos licenciaturas: Teología Moral y Derecho Canónigo. También realizó dos doctorados, uno en Derecho Canónigo, en Saint Paul University en Ottawa, Canadá, y otra en Teología y Derecho Eclesiástico en la UPM.
Además del español, habla inglés, italiano y maya, y entiende francés y latín. El maya lo aprendió en casa de sus padres y lo perfeccionó cuando trabajó como sacerdote en Valladolid.
“Luego de más de treinta años de vivir en Ciudad de México, sigo entendiendo muy bien el maya, pero se me atrofió la lengua para hablarlo”, dice, “aunque recuperaré esa capacidad y la pondré en práctica cuando sea necesario un mejor acercamiento con los fieles”.
En la rueda de prensa reconoció que, al conocer la noticia de su nombramiento, sufrió varias noches de insomnio y aceptó el puesto con “temor y temblor”.
Aún hay confianza




¿Sabe usted a qué Iglesia está llegando?, pregunta el Diario.
“La conozco porque nací y viví aquí y, aunque he estado sirviendo 30 años en la Universidad Pontificia no he descuidado las relaciones con mi familia, con el presbiterio y con las comunidades y cada Semana Santa vengo a celebrar misa, de tal manera que no me es ajena esta tierra”, responde.
En el último Censo de Población y Vivienda del Inegi se dice que el porcentaje de mexicanos que se reconocen como católicos bajó del 90 al 83 por ciento y otras encuestas de ese instituto afirman que el sacerdote ya no es la primera persona de confianza de la gente luego de sus padres. Esa figura la ocupa el maestro. “¿Cómo explica esto?”, se le cuestiona.
“Esto último es cierto, aunque el sacerdote aún tiene un ránking de confianza más alto que otros”.
Respecto al alejamiento de una parte de la población de la Iglesia, el nuevo obispo señala “que hay varias causas, una de ellas, desgraciadamente, es el mal comportamiento de algunos sacerdotes, que ha impactado mucho; otra causa es la pandemia y lo que ésta trajo —una creciente presencia de la redes sociales— así como la actividad de los hermanos separados, los protestantes”.
Monseñor Medina Balam reconoce que durante la pandemia muchas parroquias sufrieron problemas económicos por la disminución de las limosnas, porque “cuando no hay recursos, pues la misión se afecta”.
Sin embargo, añade, para la comunidad cristiana la pandemia ocasionó que muchos dejaran de asistir a las iglesias, porque se mal acostumbraron a participar en la Eucaristía desde sus casas, a través de las redes sociales, y cuando se reabrieron los templos “pues muchos dejaron de ir por flojera o por lo que sea”.
Empero, afirma, “esperamos que éstos retomen su participación activa, especialmente en la celebración eucarística”.— Continuará.
