Arriba, estreno de la película “Rapsodia en azul”, sobre la vida de George Gershwin y, a la izquierda, el compositor Ferde Grofé, quien hizo la orquestación para banda de jazz de Rhapsody in Blue, originalmente escrita para dos pianos
Arriba, estreno de la película “Rapsodia en azul”, sobre la vida de George Gershwin y, a la izquierda, el compositor Ferde Grofé, quien hizo la orquestación para banda de jazz de Rhapsody in Blue, originalmente escrita para dos pianos Credit: cortesía

(Jacob Gershvin; Brooklyn, Estados Unidos, 1898-Beverly Hills, id., 1937), mejor conocido como George Gershwin, fue un importante compositor estadounidense que sentó un precedente en la música por lograr elementos procedentes del jazz y de la tradición clásica. Una de sus obras más famosas es la Rhapsody in Blue, que hoy 12 de febrero cumple 100 años de su estreno.

“Fue en un tren… cuando de repente oí —e incluso vi en el papel— la construcción completa de la Rhapsody in Blue de principio a fin. La oí como una especie de caleidoscopio musical de América, de nuestro vasto crisol de razas, de nuestro inigualable entusiasmo nacional, de nuestra locura metropolitana. Cuando llegué a Boston, ya tenía una idea definida de la obra, a diferencia de su contenido rea”, contó Gershwin sobre esta obra, originalmente escrita para dos pianos.

Rapsodia se presentó el 12 de febrero de 1924, con el compositor como solista en la orquestación de Ferde Grofé para banda de jazz. La pieza dejó una huella indeleble en la historia de la música estadounidense, en la fraternidad de compositores e intérpretes serios —muchos de los cuales estuvieron presentes en el estreno— y en el propio Gershwin, ya que su entusiasta acogida le animó a emprender otros proyectos más serios, escribe Orrin Howard para La Phil.

Segundo de cuatro hermanos, Jacob Gershovitz nació en Brooklyn en 1898 en el seno de una familia de inmigrantes rusos de ascendencia judía.

Como parte del inevitable proceso de americanización a que por entonces se sometían prácticamente todos los extranjeros que se asentaban en los Estados Unidos, sus padres no tardaron en modificar los nombres de los integrantes de la familia, con lo que el pequeño Jacob se convirtió en George y su apellido pasó a ser Gershwin, indica la página Música en México.

George Gershwin mostró un interés temprano por la música: a los diez años aprendió por sí mismo a tocar el piano, y a los quince consiguió empleo en una casa editora donde —pese a su escasa formación técnica— interpretaba en dicho instrumento las melodías que estaban de moda con el objetivo de que los clientes compraran las partituras. No tardó mucho en animarse a componer sus propias canciones y a poner música a diversos espectáculos de Broadway, con lo que consiguió cierta popularidad y un relativo reconocimiento entre el público y la crítica especializada.

Sin embargo, fue hasta 1924 cuando la carrera de Gershwin como compositor alcanzó uno de sus puntos más altos. El 12 de febrero de ese año se estrenó, en el hoy extinto Aeolian Hall de Nueva York, la Rhapsody in Blue.

Inicialmente titulada American Rhapsody (Gershwin cambió el nombre por el de Rhapsody in Blue a sugerencia de su hermano Ira), la pieza surgió como una petición del famoso violinista y director musical Paul Whiteman (1890-1967) —conocido como El rey del jazz y por cuya banda desfilaron intérpretes del calibre de Bix Beiderbecke, Frank Trumbauer y Jack Teagarden—, quien intentaba sacar el jazz de los clubes de jazz y llevarlo a las salas de concierto para que pudiese ser reconocido como una música valiosa. Así, uno más entre sus intentos por dignificar el jazz, Whiteman organizó un magno evento al que llamó Un Experimento en Música Moderna, del que la Rhapsody in Blue de Gershwin formaría parte, refiere la Música en México.

La Rhapsody in Blue original era una versión para dos pianos, ya que —como el propio compositor advirtió a Whiteman— sus conocimientos respecto a cómo orquestar una obra eran aún muy deficientes. El rey del jazz recurrió entonces a Ferde Grofé (1892-1972), pianista y arreglista de su agrupación, quien se encargó de preparar la versión para piano y banda de jazz que se estrenó en el Aeolian Hall, además de las subsiguientes versiones de 1926 (para piano y pequeña orquesta) y 1942 (para piano y orquesta sinfónica). Esta última es la que conocemos hoy en día y que Gershwin no alcanzó a escuchar, ya que un tumor cerebral le provocó la muerte en 1937.

El Experimento en Música Moderna llamó la atención de gran cantidad de gente, atraída porque Whiteman había asegurado que el concierto contaría con la presencia de algunas personalidades de la música “seria” —el compositor y pianista Sergei Rachmaninoff y el reconocido violinista Jascha Heifetz, entre otros—, quienes llevarían a cabo un debate sobre cuál era la auténtica música estadounidense. Así pues, al iniciar el concierto, el Aeolian Hall se encontraba atestado. Sin embargo, las cosas empezaron a ir mal. El hecho es que, según parece, Whiteman había llenado la sala basándose en publicidad engañosa: el concierto avanzaba y no se veía aparecer a ningún grande de la música “seria” por ningún lado. Además, el extenso programa no tenía prácticamente nada de música moderna, y mucho menos de experimento. El público empezaba a inquietarse porque el evento duraba ya demasiado y no pasaba de ser una sucesión de obras ya conocidas y sin ninguna relación con el tema anunciado: la Paul Whiteman’s Orchestra interpretaba sin cesar marchas militares, fragmentos de operetas y canciones populares arregladas en un estilo jazzístico mientras se dejaban oír murmullos de inconformidad y los espectadores se miraban unos a otros, decepcionados. Incluso algunas personas se levantaron de sus asientos para abandonar la sala, molestas. De pronto, el cuchicheo fue silenciado por el sonido de un intrincado glissando de clarinete que estaba destinado a convertirse en uno de los más famosos comienzos de la historia de la música. Era el inicio de la Rhapsody in Blue de George Gershwin, penúltima obra dentro del programa del desastroso Experimento en Música Moderna, indica José Antonio Palafox.

Ese solo de clarinete (tan amado por el público y tan temido por los clarinetistas) en clave jazzística marca el comienzo de un expresivo y profundo diálogo no solo entre el piano y la orquesta (o banda de jazz, según la versión), sino entre dos formas musicales distintas —la música popular y la música “culta”— hasta entonces separadas por una barrera de índole cultural.

Empezando por ese incomparable y flamante solo de clarinete, Rapsodia sigue siendo irresistible, con su vibración rítmica sincopada, su estilo abandonado e insolente que cuenta más sobre los locos años veinte de lo que podrían contar mil palabras, y su genuina belleza melódica teñida de un azul profundo y jazzístico por las séptimas y terceras bemoles, escribe Orrin Howard para La Phil.

El que la Rhapsody in Blue haya sido interpretada por vez primera en una prestigiosa sala de conciertos como era el Aeolian Hall significó la entrada triunfal del jazz en los sagrados territorios de la música académica. Pero eso no fue todo: con ella Gershwin había logrado —de una manera prácticamente intuitiva— conjuntar acertadamente la riqueza rítmica y armónica propia de las melodías de carácter popular con la inigualable atmósfera de improvisación del jazz y con una estructura formal propia de la música “culta”. Gracias a la unificación de estos elementos tan distintos, la música estadounidense de concierto había encontrado una obra representativa, construida —al igual que los Estados Unidos— a partir de fragmentos de distintas culturas.

Con la Rhapsody in Blue —concluye Palafox— Gershwin entregó a la posteridad un canto dedicado tanto a las grandes urbes estadounidenses (con sus majestuosos rascacielos y el frenético movimiento de sus multitudes) como a la tristeza (es aquí donde encaja el polémico e intraducible blue de su título) del individuo que se encuentra solo en medio de la muchedumbre para ser irremediablemente arrastrado y aplastado por el vertiginoso discurrir de la modernidad. En pocas palabras, Gershwin estaba apelando tanto a la nación como al hombre común; y su llamado obtuvo respuesta: el estreno de la Rhapsody in Blue fue un éxito rotundo, y su fama se extendió rápidamente por todo el mundo. Su partitura pasó a formar parte del repertorio de los más destacados pianistas, además de que influyó sobre otros compositores de música “seria”, quienes comenzaron a integrar elementos del jazz en sus creaciones. Por si fuera poco, hoy sigue siendo favorita de todo tipo de público y es la obra de Gershwin que cuenta con más grabaciones en el mercado.— PATRICIA GARMA MONTES DE OCA