Rossana Filomarino en su conferencia de ayer en la UNAY. La acompaña Diana Bayardo, directora de Danza de la institución académica
Rossana Filomarino en su conferencia de ayer en la UNAY. La acompaña Diana Bayardo, directora de Danza de la institución académica

“Para tener derecho a pisar un foro hay que tener técnica. Si el cuerpo no se sabe mover, no es posible hacer nada más que el ridículo”, subrayó Rossana Filomarino, bailarina, docente y coreógrafa, ganadora del Premio Nacional de Artes y Literatura.

“El verdadero intérprete, el creador, debe tener la capacidad de exponer su propio ser y eso implica un acto de generosidad. Se desnuda como individuo para ofrecerse a los demás, por eso hablo de un ritual en cada función”.

Rossana Filomarino ofreció ayer la charla “Discurso del cuerpo para la escena” en la Universidad de las Artes de Yucatán (UNAY), en el marco del Día Internacional de la Danza, ante decenas de alumnos e integrantes de la comunidad artística local.

“Asumir el riesgo total, estar siempre al borde del abismo, actuar en la precariedad absoluta, ponerse en una situación límite consigo mismo. Éste es el punto de origen necesario para la creatividad del artista. Buscar siempre una nueva situación límite es un proceso aterrador y que no tiene fin. Es como la perfección: un camino y no una meta. Nunca se alcanza en el transcurrir de la vida, pero es más perceptible cuando más nos acercamos al final”.

“¿Para qué todo este trabajo?”, se preguntó. “Trata de prender algunas luces sobre los grandes misterios de la vida, entrar en comunión con el flujo de la vida, como los místicos lo hacen con Dios y como lo hacen los amantes verdaderos: oscilar entre Eros y Tánatos, escaparse de la muerte que está presente en nuestra vida”.

Sobre las nuevas exigencias de virtuosismo a los bailarines, Rossana Filomarino consideró que el ejecutante debe lograr, a través del uso exhaustivo del cuerpo, una comunicación profunda con el espectador.

“Potenciar que, aun sentado en una butaca, se esté participando en el flujo de energía generado en una escena y se deje tocar emotivamente por los temas propuestos”, declaró.

“Esto es transformar el acto de danzar en un acto ritual a través del sacrificio del cuerpo y alma”.

“Para esto escudriñamos ciertos rincones oscuros de la memoria, hurgando las zonas más profundas e ignoradas de nuestro ser, tratando de encontrar formas, pulsaciones, energías no conocidas antes”.

“Este proceso no aporta ninguna seguridad, pero asumir el riesgo es parte de la profesión”, advirtió.

Filomarino indicó que esto aplica para todo tipo de danza, no solo para la técnica que ella conoce a profundidad, que es la Graham.

Sobre la energía, indicó que, aunque podría estar equivocada, “se produce en la mente y se manifiesta en la acción física; cuanto más profunda sea la concentración mental, más energía será capaz de crear el intérprete y más extraordinaria su actuación”.

“Claro que para hacer eso necesita que su cuerpo ya tenga la técnica, sepa cómo moverse, cómo brincar, caer, sostenerse, pararse…”.

Ha aprendido que “una cosa es la conciencia que tenemos de nuestros límites y otra cosa es lo que el cuerpo sabe por sí solo”.

“La energía interna va de afuera hacia adentro, comprime el espacio en el cuerpo del bailarín y alarga el tiempo, se manifiesta hasta en la inmovilidad”, aseguró.

La expositora afirmó que solamente los muy grandes intérpretes, y solo a veces, “logran detener el tiempo”.

La charla transcurrió entre anécdotas de la trayectoria de Filomarino.— CLAUDIA SIERRA MEDINA

Danza Conferencia

Rossana Filomarino tiene más de 50 años de trayectoria en los escenarios.

Bellas Artes

En 2018 recibió el Premio Nacional de Artes y Literatura en el campo de las Bellas Artes.

Programa

La charla de ayer formó parte de la última jornada de actividades artísticas y académicas de la UNAY con motivo del Día de la Danza.

Acompañamiento

Acompañó a la maestra Filomarino Diana Bayardo, directora de Danza de la casa de estudios.

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