Visitantes ante la pirámide del Adivino en Uxmal
Visitantes ante la pirámide del Adivino en Uxmal

En cien años —la edad que Diario de Yucatán cumple hoy sábado—, la Península de Yucatán ha sido escenario de descubrimientos que no solo han ampliado el conocimiento del mundo maya, sino que también han transformado la relación de los habitantes con su pasado.

Desde las primeras restauraciones a monumentos de Chichén Itzá hasta los hallazgos más recientes en Dzibanché, Telchac y Calakmul, la arqueología ha sido puente entre la piedra antigua y la memoria viva.

El arqueólogo Luis Millet Cámara (Foto de Sofia Vital)

En el marco del centenario del Diario, fundado el 31 de mayo de 1925, ponemos la mirada en los cimientos históricos de nuestra identidad regional, en los que la arqueología juega papel clave.

De acuerdo con el arqueólogo Luis Alfonso Millet Cámara, una de las figuras más destacadas en la investigación del patrimonio prehispánico del Estado, la historia reciente de la arqueología en la Península no puede comprenderse sin remontarse a los inicios de la década de 1920, cuando, bajo el impulso del gobernador Felipe Carrillo Puerto, se gestó lo que se convertiría en el Proyecto Chichén Itzá.

Principios de la arqueología en la Península de Yucatán

Apoyado por una comisión que encabezaron Felipe G. Cantón y Gonzalo Cámara Zavala, el proyecto fue concebido no solo como una empresa científica, sino también como un acto político de dignificación del pueblo maya.

“Carrillo Puerto veía en la restauración de Chichén Itzá una forma de devolver al pueblo maya el orgullo de su historia”, señala Millet Cámara.

Margarita Glücksburg, entonces princesa heredera de Dinamarca, captura imágenes de su recorrido por la zona arqueológica de Uxmal, en febrero de 1966

Con la llegada de la Carnegie Institution of Washington, dirigida por el epigrafista y arqueólogo Sylvanus G. Morley, comenzó una nueva etapa en la arqueología mexicana. Los trabajos de la institución entre 1924 y 1940 en Chichén Itzá permitieron restaurar por primera vez monumentos como el Templo de los Guerreros, el Juego de Pelota y El Castillo.

Estas intervenciones no solo marcaron huella metodológica, sino que también consolidaron a Yucatán como referente arqueológico a nivel internacional.

A la par, la construcción de la carretera a Chichén Itzá facilitó la llegada de turistas y académicos, fortaleciendo el naciente vínculo entre arqueología y desarrollo económico.

Fue con este mismo espíritu de exploración y divulgación que se llevaron al cabo los estudios de William (Wyllys) Andrews IV, arqueólogo de la Universidad de Tulane, quien trabajó durante décadas en Dzibilchaltún y otras zonas del norte del Estado.

Complejidad e importancia de los asentamientos mayas

Su labor fue clave en el descubrimiento y documentación de la complejidad urbana de los asentamientos mayas de la costa norte, trabajo que más adelante sería ampliado por investigadores como Eduardo Kurjack.

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Fue precisamente Kurjack quien, en la década de 1950, revolucionó la concepción de las antiguas ciudades mayas, al demostrar que no eran simples centros ceremoniales, sino urbes habitadas por agricultores, artesanos y comerciantes.

Su trabajo en Dzibilchaltún reveló una ciudad viva, extensa y organizada, cuya estructura social distaba mucho de lo que sostenían las ideas románticas de ese entonces.

Entre los hallazgos más emblemáticos del siglo XX destaca la apertura de la cueva de Balankanché, descubierta intacta y repleta de ofrendas rituales como incensarios, vasijas y objetos dedicados al dios de la lluvia.

La cueva de Balankanché —en la carretera Pisté-Valladolid—, que fue descubierta intacta y repleta de ofrendas rituales a la deidad de la lluvia

Esta cueva, explorada bajo la dirección de Andrews, reveló una dimensión íntima del pensamiento religioso maya, ligado al inframundo y al agua, y se consideró por años uno de los descubrimientos más espectaculares en Mesoamérica.

Trono de jaguar rojo en El Castillo de Chichén Itzá

Otro hallazgo crucial fue el trono de jaguar rojo dentro de El Castillo de Chichén Itzá, decorado con jade y turquesa. Esta pieza, encontrada por el arqueólogo yucateco José Erosa Peniche, se convirtió en símbolo del poder político y ceremonial de la élite de esta ciudad sagrada.

Ya en las décadas de 1980 y 1990, con el impulso del INAH y bajo la gestión de Rubén Maldonado Cárdenas al frente del Centro INAH Yucatán, se promovió la apertura de nuevos paradores turísticos y se restauraron zonas que hasta entonces permanecían ocultas al gran público.

La zona de Ek Balam, que abrió al público en la década de 1980

Ek Balam, por ejemplo, fue abierta a visitantes, ante los que se revelaron frescos, mascarones y estructuras con un grado de conservación sorprendente. Este período consolidó la arqueología como un elemento del motor turístico de la entidad, sin dejar de lado la conservación del patrimonio.

Nuevas tecnologías en la exploración arqueológica

En el siglo XXI, la incorporación de tecnologías cambió radicalmente las posibilidades de investigación. En 2013, un estudio forestal en Campeche, inicialmente enfocado en la vegetación, derivó en el hallazgo de la ciudad de Valeriana, ubicada al norte de Calakmul.

Esta ciudad, con más de seis mil estructuras identificadas por escaneo láser, reveló una compleja red de plazas, pirámides y canales que desafían las ideas previas sobre el urbanismo maya.

A este descubrimiento le siguieron otros igualmente impactantes en Quintana Roo: en 2024, en Cobá, la llamada Roca de la Fundación, una estela con 123 cartuchos jeroglíficos que menciona nombres de gobernantes y ciudades aún no identificadas, y en Dzibanché, ese mismo año, nuevos relieves que refuerzan el papel central de la dinastía Kaanu’l, o los “Señores de la serpiente”, en la geopolítica del Clásico Tardío.

Dzibanché, en el sur de Quintana Roo (cortesía)

También en 2024, investigaciones bioarqueológicas publicadas por un equipo internacional dieron a conocer descubrimientos en los cenotes de Chichén Itzá que contradicen la creencia de que las víctimas de los sacrificios en esos sitios eran predominantemente mujeres y proporciona otra perspectiva sobre los rituales asociados a la fertilidad y la lluvia.

La arqueología continúa ampliando su mirada incluso en hallazgos más modestos.

Recientes, modestos hallazgos arqueológicos

En 2022, en Telchac Pueblo se encontró un antiguo campamento prehispánico donde los mayas cocinaban caracoles. El descubrimiento incluyó herramientas de piedra, fragmentos cerámicos y restos de moluscos, que hablan de una vida cotidiana ligada al mar y al intercambio regional.

El aprendizaje continúa, la tierra de la región es fértil en manifestaciones arqueológicas y, así como abundó el comercio textil, salino y de la fibra henequenera, prolifera también un conocimiento que seguramente está por descubrirse.

De acuerdo con Luis Millet, hay grandes colecciones resguardadas por el INAH en Yucatán, en su mayoría expuestas al público, y exhorta a los yucatecos a visitarlas y sentirlas propias, pues son testigos de la identidad de los ancestros.

Un ejemplo es desde hace más de 40 años el Centro INAH Yucatán, que alberga vestigios mayas que permiten conocer más a detalle la forma de convivir de nuestros antepasados.

¿Cuántas zonas arqueológicas hay abiertas al público en Yucatán?

Hoy, Yucatán cuenta con una veintena de zonas arqueológicas abiertas al público, muchas de ellas restauradas parcialmente.

Sitios como Uxmal, Kabah, Mayapán y Labná complementan la narrativa de un mundo maya diverso y sofisticado. Pero, como señala Luis Alfonso Millet Cámara, “ni en otros cien años terminaríamos de conocer todo lo que los antiguos mayas construyeron, pensaron y legaron”.

En esta frase se condensa el espíritu de una disciplina que sigue revelando, capa por capa, los secretos de un pasado que sigue latiendo bajo nuestros pies.