Manuel Pool durante las labores de tumba de milpa en Sucilá
Manuel Pool durante las labores de tumba de milpa en Sucilá

TIZIMÍN.— Las condiciones climatológicas y el elevado gasto que implica hacer milpa en estas épocas genera que se pierda esa costumbre de la que los campesinos de antaño obtenían sus alimentos.

Don Manuel Pool, de la comunidad de Sucilá, comparte constantemente en sus redes sociales las actividades que realiza en su parcela: cada año en esta temporada anuncia el inicio de la tumba de monte bajo para iniciar su milpa.

“Desde niño me gustaba ir con mi papá a la milpa y hasta ahora lo sigo practicando porque me gusta ver los resultados cuando llegó y puedo cosechar unos elotes, mis calabazas, mis ibes, camote; siembro un poco de cada cosa que mi papá me enseñó que se puede obtener de la tierra”, dijo el entrevistado.

El agricultor dijo que hay ocasiones en que las lluvias no le favorecen para obtener la cosecha que se propone, pero no se desanima, y si algún animal como el tejón o el jabalí le destruye su plantación, lo caza y la carne la comparte con su familia.

Según dice, uno de los factores que ha llevado a que pocos sigan con esta actividad es el cambio repentino de clima, pues no saben cuándo habrá lluvias y cuándo no, además que resulta costoso realizar una milpa.

Por la tumba de cada mecate, que consiste en una superficie de 20 por 20 metros de tumba, se paga entre 150 y 200 pesos, y para una hectárea de milpa, que son 25 mecates, son alrededor de 3 mil 800 si se paga a 150 pesos el mecate. Después de eso la guardarraya antes de la quema, el mecate se paga alrededor de 100 a 120 pesos, para toda la superficie de una hectárea son alrededor de 2 mil pesos”.

Es decir, que para una hectárea de milpa, si fuese pagado, se estima que el campesino debe gastar en promedio de 5,500 a 6 mil pesos, adicional a eso se compra de las semillas, se hace chapeo o fumigación durante el crecimiento de las plantas, y no se recupera todo eso, por eso pocos siguen con esta tarea.

En el caso de don Manuel, utiliza su tiempo libre y días de descanso para atender su milpa, pues es empleado de intendencia en una escuela y se evita el elevado gasto difícil de recuperar con lo que se obtengan de la cosecha.

Por el momento el campesino sucileño ya avanzó con su milpa, ahora se dedicará al cortafuego o guardarraya para esperar unos días a que se seque lo que tumbó y proceder a la quema mientras llegan las lluvias para que siembre.— ISAURO CHI DÍAZ

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