Historia de las esquinas de Mérida: “La zacatecana”
Por lo bajo, la gente decía que esta mujer fuereña aborrecía a los hombres y algo había de verdad. Alguna dolorosa experiencia en el pasado seguramente sería la causa. Malos retazos de amor, caricias infieles. Lo cierto es que estaba un poco amargada.A las mujeres que acudían a comprarle comida las trataba con suma amabilidad y cariño, les servía risueñamente espléndidas raciones, pero a los hombres, sobre todo a los jóvenes y bien parecidos, los despreciaba sin ambages, dándoles la espalda en forma altanera y muy grosera.Una mañana, secretamente y para espiar la ruta de los fortines, se introdujo en la ciudad el príncipe maya Norberto Chel, señor de Dzitás. Al atardecer, como se sintiera hambriento, entró en la fonda de Nora Regina y se animó a pedir una ración de venado frito con orégano. La zacatecana hizo cual si no lo escuchase y le dio las espaldas con la altivez acostumbrada. Incluso tomó la escoba para arreglar el sitio.
Leyendas del centro de Mérida: ¿por qué se llama “La zacatecana”?
Rojo de ira, Norberto cerró los ojos y abandonó la fonda sumamente ofendido. Se asegura que, en las tinieblas de aquella noche, a escasos metros de la odiada fortaleza de San Benito, el príncipe suplicó cabal venganza a las deidades mayas del inframundo.—¡Acudan, altivos dioses de mis padres. No dejen sin castigar la soberbia de los blancos. No permitan que una mujer sin corazón ultraje la sangre de los príncipes de esta tierra de héroes!La queja fue escuchada de inmediato. Desde el centro de profundas, húmedas cavernas, ahí donde los malos aires tienen su origen, los espíritus antiguos, mitad murciélagos y mitad pájaros ciegos, salieron en tropel de las hendiduras para concretar el escarmiento.


Esquinas de Mérida. Ubicación de “La zacatecana”
Tras ocho horas de contracciones, sudores, vómitos y diarreas, dio al mundo un varón con un rasgo bestial: el niño tenía la cabeza viendo hacia su espalda, como esas figuras de piedra que adornan las alturas de algunas catedrales.Deshecha de vergüenza, abandonó el comedero de San Cristóbal por temor a las habladurías y buscó refugio en el entonces apartado rumbo de San Sebastián, alquilando una humilde casa en lo que hoy es el cruce de las calles 71 y 78. En aquel lugar crió a su hijo con suma dificultad, en medio de murmuraciones.—Mirad, ahí vive la zacatecana, la del niño monstruoso — señalaban los curiosos con un placer teñido de morbo, tan típico de la provincia, rica en ocios.Afortunadamente, el desfigurado personaje, quien dicen que logró hablar a duras penas, falleció de neumonía antes de cumplir los 15 años, ajeno totalmente a la enormidad de su problema y sin nunca ver cómo era su “tuch”… ni otras cosas que tenía debajo. En voz del pueblo, sin importar la marcha de los años, la casa que habitara Nora Regina siguió llamándose “de la zacatecana”, de donde la propia esquina adoptó el nombre.
* Texto publicado por Jorge H. Álvarez Rendón, cronista y miembro de número de la Academia Yucatanense de la Lengua, en Diario de Yucatán el 1 de septiembre de 2010
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