Imposible dilucidar certeramente en cuál año arribó a Mérida, desde su nativa Fresnillo, la muy trabajadora mujer llamada Nora Regina Armiño Luján.

Para 1846, en vísperas de la llamada Guerra de Castas, apareció por el rumbo de San Cristóbal, donde alquiló casa e instaló una fonda.

A Nora le entusiasmaba guisar y en el fogón de carboncillo hacía delicias, no sólo de su terruño, sino de todos los rincones de la Patria.

Mero encebollado, chiles rellenos de picadillo, gallina en salsa de perejil, lentejas a la veracruzana, lomitos de Morelia, buche con leche de cabra…

Historia de las esquinas de Mérida: “La zacatecana”

Por lo bajo, la gente decía que esta mujer fuereña aborrecía a los hombres y algo había de verdad. Alguna dolorosa experiencia en el pasado seguramente sería la causa. Malos retazos de amor, caricias infieles. Lo cierto es que estaba un poco amargada.

A las mujeres que acudían a comprarle comida las trataba con suma amabilidad y cariño, les servía risueñamente espléndidas raciones, pero a los hombres, sobre todo a los jóvenes y bien parecidos, los despreciaba sin ambages, dándoles la espalda en forma altanera y muy grosera.

Una mañana, secretamente y para espiar la ruta de los fortines, se introdujo en la ciudad el príncipe maya Norberto Chel, señor de Dzitás. Al atardecer, como se sintiera hambriento, entró en la fonda de Nora Regina y se animó a pedir una ración de venado frito con orégano. La zacatecana hizo cual si no lo escuchase y le dio las espaldas con la altivez acostumbrada. Incluso tomó la escoba para arreglar el sitio.

Leyendas del centro de Mérida: ¿por qué se llama “La zacatecana”?

Rojo de ira, Norberto cerró los ojos y abandonó la fonda sumamente ofendido. Se asegura que, en las tinieblas de aquella noche, a escasos metros de la odiada fortaleza de San Benito, el príncipe suplicó cabal venganza a las deidades mayas del inframundo.

—¡Acudan, altivos dioses de mis padres. No dejen sin castigar la soberbia de los blancos. No permitan que una mujer sin corazón ultraje la sangre de los príncipes de esta tierra de héroes!

La queja fue escuchada de inmediato. Desde el centro de profundas, húmedas cavernas, ahí donde los malos aires tienen su origen, los espíritus antiguos, mitad murciélagos y mitad pájaros ciegos, salieron en tropel de las hendiduras para concretar el escarmiento.

La esquina de “La zacatecana”, ubicada en las calles 71 con 78 del centro de Mérida

Esa misma noche, cuando el sereno cantó las 10 libre de agonizantes y Nora Regina salió a la puerta de su fonda a tirar las sobras del día, un potente y maligno aire la levantó del suelo, la hizo girar violentamente por las alturas y, alzándole los vestidos con premura, depositó en sus íntimas partes una semilla del linaje más nauseabundo y detestable.

Once meses más tarde, ante la atónita mirada de los médicos del hospital de Nuestra Señora de la Mejorada, quienes no comprendían lo prolongado de aquella gestación, Nora Regina tuvo un parto horrendo y desastroso en resultados.

Esquinas de Mérida. Ubicación de “La zacatecana”

Tras ocho horas de contracciones, sudores, vómitos y diarreas, dio al mundo un varón con un rasgo bestial: el niño tenía la cabeza viendo hacia su espalda, como esas figuras de piedra que adornan las alturas de algunas catedrales.Deshecha de vergüenza, abandonó el comedero de San Cristóbal por temor a las habladurías y buscó refugio en el entonces apartado rumbo de San Sebastián, alquilando una humilde casa en lo que hoy es el cruce de las calles 71 y 78.

En aquel lugar crió a su hijo con suma dificultad, en medio de murmuraciones.

—Mirad, ahí vive la zacatecana, la del niño monstruoso — señalaban los curiosos con un placer teñido de morbo, tan típico de la provincia, rica en ocios.

Afortunadamente, el desfigurado personaje, quien dicen que logró hablar a duras penas, falleció de neumonía antes de cumplir los 15 años, ajeno totalmente a la enormidad de su problema y sin nunca ver cómo era su “tuch”… ni otras cosas que tenía debajo. En voz del pueblo, sin importar la marcha de los años, la casa que habitara Nora Regina siguió llamándose “de la zacatecana”, de donde la propia esquina adoptó el nombre.

* Texto publicado por Jorge H. Álvarez Rendón, cronista y miembro de número de la Academia Yucatanense de la Lengua,  en Diario de Yucatán el 1 de septiembre de 2010

***

Más historias de las esquinas de Mérida, leyendas del centro histórico