La población de Mérida creció 41 por ciento desde el año 2000 hasta 2020 y un tercio de este aumento, casi 96,000 personas, provino de otros estados del país, provocando un cambio demográfico “inusitado y dramático”, según algunos investigadores.

La mayoría de estos nuevos pobladores son migrantes de seguridad, es decir, personas que huyen de la violencia de sus estados de origen y proceden principalmente de Ciudad de México, Estado de México, Tabasco, Quintana Roo y Campeche, afirman Shannan Mattiace y Tomás Nonnenmacher, profesores e investigadores del Colegio Allegheny, de Pittsburgh, Pensilvania, Estados Unidos, en un estudio publicado recientemente.

Estos migrantes de seguridad que llegan a Mérida y alrededores tienen un nivel de educación, de ingreso y de edad, arriba del promedio y prefieren instalarse en el norte de la capital, en la zona conurbada con Conkal y, en menor medida, en Kanasín.

Su llegada ha sido tan grande que el porcentaje de personas nacida fuera del estado que vivía en Mérida en 2020 era del 18.93 %, siete puntos porcentuales más que en el año 2000 y en Conkal la cifra era aún mayor: 23.69 de toda la población en ese municipio era oriunda de otra entidad. En 2000, los foráneos en ese lugar representaban apenas el 1.9%.

La llegada de estos migrantes a Conkal y a la zona norte de Mérida esta aparejada con la aparición de un nuevo fenómeno: la proliferación de decenas de fraccionamientos y privadas amuralladas y de acceso restringido en esa zona, donde, según los investigadores, viven alrededor de 31,500 personas, casi la mitad de fuera.

El crecimiento es “dramático”

El crecimiento de la población en Mérida en los últimos 20 años —41%, igual a 290,074 personas— es un acontecimiento “inusual y dramático” si se compara con el crecimiento del resto del país en ese periodo y con los patrones históricos de la migración a Yucatán, señala Shannan Mattiace, entrevistada por Central 9, la Unidad de Investigación Periodística de Grupo Megamedia, durante una reciente visita a esta ciudad.

“Dado su aislamiento del resto del país, su clima cálido y su cultura insular, Yucatán históricamente no había atraído migrantes de fuera del estado”, dice Mattiace.

Ese patrón, sin embargo, cambió a partir del año 2000, cuando se aceleró la llegada de migrantes, particularmente a Mérida y a sus municipios aledaños, explican los investigadores Mattiace y Tomás Nonnenmacher en su estudio “Migración interna a Yucatán, México: mudanza por seguridad”, publicado el año pasado en la prestigiosa revista Estudios Mexicanos, editada por la Universidad de California.

El estudio afirma que, según datos del Inegi, 100,209 personas migraron a distintas poblaciones de Yucatán desde otros estados, tan solo entre 2015 y 2020, mientras que 33,474 yucatecos salieron de aquí en el mismo lapso.

Si se amplía el espectro, de 2000 a 2020, el número aproximado de personas de fuera que se mudó específicamente a Mérida y a sus municipios conurbados ascendería a 96,000, una tercera parte del crecimiento poblacional de Mérida en ese periodo.

¿Por qué las personas llegan a vivir a Mérida?

Para los investigadores, muchos de estos nuevos migrantes que arriban a Mérida pueden ser clasificados como “migrantes de seguridad”, es decir, aquellas personas que no proceden de estados marcados por la violencia ni tampoco son desplazados por la violencia en sus lugares de origen.

A esos últimos se les llama “desplazados internos”, que son las personas desplazadas por la fuerza de sus hogares en contextos de violencia generalizada.

El migrante de seguridad, en cambio, dicen, “se mueve porque percibe un creciente aumento de los niveles de delincuencia, inseguridad y violencia en sus estados de origen”, y llega a Yucatán atraído por el imán de que éste es el estado más seguro del país, señala Mattiace.

Esta fama propicia que la mayor parte de los migrantes de seguridad de todo el país decida, efectivamente, trasladar su hogar a Yucatán.

Según el Censo de 2020, citado por los investigadores, la tasa de migración por seguridad a Yucatán desde 2015 es casi cuatro veces mayor que la tasa nacional promedio. En ese año, el porcentaje de migrantes interestatales que citó la inseguridad criminal o la violencia como principal causa de migración, ascendió a 4.44% en todo el país, mientras que en Yucatán esa cifra fue casi cuatro veces mayor: 17.35%, mucha más alta que la tasa registrada en el estado de Querétaro, otro imán para los migrantes de seguridad, que fue de 8.44 y de las ciudades con una población de entre 750,000 y 1.250,000 de habitantes, donde la tasa fue de 5.75%.

En forma desagregada, se puede decir que de todos los migrantes que llegaron a Mérida desde 2015, el 17.26% dijo que decidió moverse por razones de seguridad. En Conkal esa tasa fue de 23.41% y en Kanasín de 7.86%

Tomando en cuenta todo el estado, en el periodo de 2000 a 2020, el 43% de los migrantes a Yucatán provino de Quintana Roo, Tabasco y Campeche, mientras el 23% llegó de Ciudad de México y Estado de México. Estos porcentajes, explican Mattiace y Nonnenmacher, se han movido poco en veinte años.

Añaden que el aumento de la violencia y la criminalidad en los estados vecinos explica la migración de sus habitantes a Yucatán.

La tasa de homicidios en Quintana Roo, por ejemplo, se duplicó de 10.54 a 22.36 por cada cien mil habitantes, entre 2016 y 2017, y en 2018 la tasa se volvió a duplicar hasta llegar a 46.38 por cada cien mil habitantes. Quintana Roo, se asienta en el estudio, es uno de los tres estados que más migrantes de seguridad envió a todo el país, en el periodo de 2015 a 2020.

En Tabasco, la tasa de homicidios también se duplicó de 9.6 en 2015 a 20.19 en 2018, y en Ciudad de México la tasa creció de 8.81 a 15.46 de 2015 a 2019, según el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (Continuará).

En el caso de Campeche, la mayoría de los migrantes de esa entidad a Yucatán lo hizo no por seguridad, sino por trabajo y casi todos eligieron vivir en el sur de Mérida y Kanasín. En todos los casos, empero, los migrantes de esas entidades llegaron a Yucatán aprovechando sus vínculos familiares y redes sociales de apoyo.