¡Adiós!

Ernesto Arévalo Galindo (*)

“Cuando en un país reina el orden es una vergüenza ser hombre pobre y común. Cuando en un país reina el caos, es una vergüenza ser rico y funcionario”. Confucio, filósofo chino, maestro y figura política

Todo parece indicar que nos llegó la hora en la que se nos escapó de las manos el control que nos mantenía cuerdos en nuestra existencia. En nuestros cuatro puntos cardinales vemos caos manifestado, a través de la corrupción y la impunidad “institucionalizadas” en el actual sexenio; mientras que miles de personas abandonan su casa, su tierra, su lugar de origen para huir de la violencia.

En un intento de no permitir que el caos sea visto como algo “normal” o como nuestra “nueva forma de vida”, intentamos recuperar nuestra cordura, pero la lucha es cruenta. Generamos más caos para combatir el caos teniendo como resultado la inestabilidad. No todo empezó ayer, empeoró hoy y el desequilibrio es el futuro. Tanto en lo individual como en lo colectivo. ¡El infinito caos!

Caos político

México es un país que se caracteriza por el caos político, por el caos social y por el caos económico; razón por la cual es una vergüenza ser rico, porque mayormente es producto de actos ilícitos, y es una vergüenza ser funcionario, porque es la viva imagen de la delincuencia organizada de cuello blanco amparada en la “legalidad institucional”.

Después de transcurridos más de 35 años del inicio de la llamada “renovación moral”, el entonces presidente Miguel de la Madrid Hurtado nunca pudo encontrar el orden para acabar con el caos sexenal de su antecesor José López Portillo. El caos siempre derrotó al orden, porque estuvo mejor organizado desde su más profundas raíces, igualmente enriquecidas por la corrupción y la impunidad en todos los órdenes de gobierno.

Con la asunción de Carlos Salinas de Gortari, México tuvo que adaptarse al caos a su máxima expresión con el asesinato de Luis Donaldo Colosio Murrieta y la aparición del Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), entre otros hechos violentos que sacudieron a la sociedad, misma que fue incapaz de reaccionar ante tantas afrentas oficiales.

Llegó la época del “error de diciembre” con Ernesto Zedillo Ponce de León, quien ante el panorama nacional optó por aceptar el infinito caos, sabiendo que cuando todo volviera a la matriz del tiempo reinaría el caos de nuevo. El caos ha sido nuestra permanencia.

Como ciudadano ni mucho menos como periodista imaginé que volvería a vivir un nuevo capítulo de la “Docena Trágica” que en su momento estuvo conformada por los sexenios de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976) y de José López Portillo (1976-1982), cuyas principales características fueron el autoritarismo, la corrupción desbocada y la pésima gestión económica, contribuyendo a la pésima imagen del PRI.

En el nuevo milenio aparecieron Vicente Fox Quesada (2000-2006) y Felipe Calderón Hinojosa (2006-2012), cuyo autoritarismo confrontó a los poderes Ejecutivo y Legislativo, con un importante avance de la corrupción, una regular administración de los recursos públicos y la “declaración de guerra” a la delincuencia organizada. La pésima imagen partidista correspondió, en esta ocasión, al PAN.

Lección

El 2017 será un año para tomar en cuenta como una importante lección en materias de política e historia a pesar de la apertura democrática a otras opciones políticas, porque México no dejó de vivir en el caos. La corrupción y la impunidad llegaron al grado superlativo de “institucionales”. Todo lo prohibido está permitido.

Enrique Peña Nieto ha superado a todos sus antecesores. Quizá en su soledad encuentre un poco de paz, pero ante la sociedad también vivirá el caos.

En 2018 llegará el momento de decirle adiós.

¡Adiós!.— Cozumel, Quintana Roo.

arevalo61@yahoo.com.mx

Periodista