La libertad de expresión está hoy codificada tanto en el derecho internacional como en el derecho positivo de varias Constituciones en democracias liberales.

En cuanto a lo primero, la Declaración Universal de los Derechos Humanos, así como varios instrumentos del derecho Internacional consagran a la libertad de expresión como un derecho humano.

En cuanto a lo segundo, existen previsiones constitucionales para regular el ejercicio de las libertades de opinión, de prensa y de expresión, pero siempre admitiendo que el imperativo primordial es permitir la máxima libertad posible.

De hecho, se podría argumentar que lo que distingue a regímenes autoritarios de las democracias liberales es que los primeros coartan, en diversos grados, el ejercicio de la libertad de expresión. Desafortunadamente, hoy día se ha expandido la parte del planeta donde la libertad de expresión prácticamente no existe. La China de Xi Jinpin o Rusia bajo el mandato de Vladimir Putin o, la actual Corea del Norte, son solo algunos ejemplos de gobiernos que existen para impedir que la ciudadanía se exprese.

El país que ha estado a la vanguardia en garantizar las libertades de expresión, opinión y de prensa es Estados Unidos. Incluso más que la segunda enmienda —que garantiza el derecho a portar armas— la ciudadanía estadounidense venera a la primera enmienda.

A través de los años, la jurisprudencia estadounidense ha establecido un régimen de libertad de expresión que hace muy difícil limitar su ejercicio. La legislación estadounidense al respecto ha tomado como casi único criterio para limitar la libertad de expresión lo que John Stuart Mill se refirió como el derecho de terceros a no ser dañados. Sin embargo, en otras naciones democráticas, las leyes no son tan laxas e incluyen potentes prescripciones contra la calumnia, la obscenidad, la incitación, la violencia y otras.

En general, cada sociedad ha determinado los límites que impone a la libertad de expresión, dependiendo de su historia, tradiciones y situación política. Así, por ejemplo, países como Alemania y Austria han tenido legislaciones que penalizan en particular expresiones de antisemitismo o que justifican la ideología nacional-socialista.

Lo que es cierto es que hay una gran distancia que separa a regímenes autoritarios que no respetan la libertad de expresión y naciones democráticas que sí lo hacen, aunque las disposiciones que la limitan puedan ser variadas.

Lo que es indudable es que no puede existir un verdadero régimen democrático sin leyes que permitan la libre expresión de las ideas. Esta libertad se manifiesta de muchas maneras. El derecho al voto es una de ellas.

Pero también está el derecho a tener opiniones que critiquen a los gobernantes y a cualquier otro grupo de poder. No menos importante es la libertad de manifestación, según la cual ciudadanos libres pueden reunirse para cualquier propósito, incluyendo la de expresar su desacuerdo con los gobiernos.

La última palabra sobre el tema la tiene el filósofo Baruch Spinoza, cuando dijo que Finis Republicae Libertas Est: el fin de la República es la libertad.— Ciudad de México.

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@gdehoyoswalther

Presidente de Alternativas por México

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