Edgardo Arredondo artículo en Diario de Yucatán

Nos acostumbramos a la violencia y esto no es bueno para nuestra sociedad. Una población insensible es una población peligrosa. —Isaac Asimov

La chica acudió con un grupo de amigas a lo que ahora llaman antro. Durante la noche y parte de la madrugada se divirtió después de una ardua semana entre el trabajo y la universidad.

Al final de la jornada decidió no regresar con sus acompañantes porque había “ligado” a un galán que se había ofrecido a llevarla de regreso. Fue la última vez que la vieron con vida.

La noticia cimbró al día siguiente; la joven apareció brutalmente asesinada después de haber sido violada. Desde el momento de haberse efectuado el levantamiento del cadáver por los forenses, haberse filtrado la noticia a los medios y a las redes sociales, el dedo flamígero de una parte de la sociedad acusó a la muchacha: “¡Es que mira nada más cómo vestía, eso ya ni es minifalda!”…, “¡de seguro estaba borracha, que hasta bailó sobre una mesa!”, “¡pues es que se lo buscó, se hubiera regresado con sus amigas!”…, y así, un lastimoso etcétera que como un mazazo seguiría cayendo días después sobre los padres de la estudiante de arquitectura, que tuvieron que soportar además la ineficiencia de las fuerzas del orden, la deficiente investigación, y como siempre: ¡la maldita impunidad!

Un número más en la macabra estadística de nuestro día a día de la realidad del México actual.

En un lugar del Bajío, cinco jóvenes decidieron ir a un pueblo vecino a las festividades del santo patrono; estudiantes y trabajadores agrícolas. Viajaban en una camioneta.

Unos kilómetros antes de llegar a su destino, al caer la tarde se detuvieron en un parador donde aprovecharon a tomarse unas selfies que compartieron en las redes sociales. Serían sus últimas imágenes.

Después de 24 horas de haber perdido contacto, los familiares angustiados avisaron a las autoridades. Nunca hubo solicitud alguna de rescate. Desafortunadamente pasaron a la larga lista de desaparecidos, y se escucharía: “¡Lo más probable es que alguno de ellos estuviera involucrado con narcos…, ya de chavitos los reclutan para halcones!”, “¡merecido por andar solos, muy machitos!”, “¡no se descarta un ajuste de cuentas!”

Transcurrió una angustiosa espera. Meses después en una especie de ladrillera u horno crematorio rústico, en el estado de Jalisco, todo parece indicar que se hallaron restos óseos calcinados y compatibles.

Así, a la lista de mexicanos desaparecidos restemos cinco y agreguemos estos a los asesinados (total…, ya sabemos quién tiene otros datos). El alma desgarrada para siempre de los padres y familiares, el recuerdo mancillado por señalamientos rastreros, sin sustento, con dolo enfermizo.

Un joven músico apareció sin vida en la recámara de su departamento. No se encontraron huellas de violencia. Todo parece indicar que estaba en protocolo de estudio por una cefalea persistente con un diagnóstico probable de aneurisma cerebral.

La muerte se debió a la muy frecuente e inevitable rotura de la malformación vascular mientras dormía. De inmediato los comentarios en las redes sociales: “¡No, pues ya sabes cómo son los roqueros…, seguro se dio su pasón!”, “¡no, pues algún mal viaje… ya conoces cómo se la fuman estos batos!” …, “¡para mí que la parca se lo llevó bien empastillado!”

En palabras de uno de sus hermanos: “un chavo limpio que nunca consumió drogas”. Pero por supuesto no para muchos que, lo más amable fue haberlo tildado de drogadicto.

Un remolino de luces multicolores se escapa de media docena de vehículos de auxilio vial, entre ambulancias, patrullas y hasta una grúa con elementos que, batallaron para sacar el cuerpo maltrecho de un hombre que viajaba solo y quedó prensado entre los retorcidos fierros de un automóvil incrustado en uno de los pilares de un puente en el Periférico.

De nuevo, los comentarios de los testigos: “¡Un cafre menos!”, “¡merecido, manejan como idiotas!” … Después se supo que el conductor ni estaba alcoholizado, ni drogado, lamentablemente perdió el control al infartarse.

Culpar a la víctima es una actitud que conlleva a considerar que de algún suceso son parcial o completamente responsables. Aplica tambien para evadir alguna obligación, por la presencia de terceras personas implicadas o hasta un régimen o sistema social.

Podríamos citar más ejemplos como los anteriores, en donde los afectados al final de cuentas terminan siendo denostados, calumniados, juzgados y sentenciados.

Estamos inmersos en una sociedad donde a veces en forma sutil y las más con total desparpajo, condenamos por condenar, olvidándonos del dolor ajeno, de la esencia misma del sufrimiento en todo ser humano.

La inesperada muerte del magistrade Ociel Baena y su pareja ha generado reacciones de malestar y de una enorme impotencia en la comunidad LGBT de México y, una conmoción en general, como suele ocurrir con cualquier muerte que supera el calificativo de trágica y violenta que, no solo tiene relevancia por el personaje en sí, lo que representaba, sino por la inmediata criminalización o victimización de los involucrados.

Vinieron de inmediato los estúpidos comentarios, tan mezquinos e inconmensurablemente abominables, que ni siquiera los tomaría en cuenta, si no fuera por el cariz agresivo con el que día tras día han sido señalados, y que ya comenzaban a diluirse y de nuevo ahí están siempre agazapados, esperando dar la estocada a la menor oportunidad.

Como pocas veces, el hecho será un parteaguas, porque independientemente de que nadie merece morir así, esto dejará una herida abierta.

En un país en donde todos los días son asesinados un promedio de 90 mexicanos (una décima parte feminicidios) quedará la rabia del grito que se ahoga por la duda sembrada y la certeza de que difícilmente se hará justicia, y una vez más escucharemos: “¡Esto no quedará impune!”, “¡se llegará hasta las últimas consecuencias!” y un cansino bla, bla, bla, del cual estamos hartos.

Pero como sociedad tenemos que ser cautos tambien al reaccionar. “¡Esto fue un crimen de odio!”, es una frase que he escuchado estos días. Creo que en todos los crímenes el odio está implícito, y esto hay que verlo en forma objetiva, ser precisos y preguntarnos: ¿y sí la versión ofrecida por la Fiscalía que investiga el caso fuera cierta, tomando en consideración que en una acción excepcional se hubiera realizado una indagatoria pulcra, dejando abierta una eventual pesquisa de organismos internacionales para corroborarlo?

Es claro que, en una sociedad tan lastimada, algunos sectores más que otros, pero sobre todo para la comunidad LGBT que es justo hay que reconocer han mantenido una lucha por sus derechos, la cual es a todas luces legítima y plausible, no habrá un dictamen que nos deje satisfechos, por la simple razón que hemos perdido la fe en nuestras autoridades; porque éste es un país que navega en un mar de impunidad, sí, lo sostengo de nuevo: ¡la maldita impunidad!

No podemos convertirnos en un México de indolentes, no debemos esperar a que un hecho trágico como el reciente se nos estrelle en el rostro para reaccionar. Lo peor que nos puede pasar es perder la capacidad de asombro y parafraseando al cantante israelita David Broza digamos: “Di que hay ley y no hay justicia, di que hay Dios y nunca está…, mientras reina la avaricia: ¡ya no me digas más!”— Mérida, Yucatán.

arredondo61@prodigy.net.mx

Médico y escritor

No podemos convertirnos en un México de indolentes, no debemos esperar a que un hecho trágico se nos estrelle en el rostro

Noticias de Mérida, Yucatán, México y el Mundo, además de análisis y artículos editoriales, publicados en la edición impresa de Diario de Yucatán