Los humanos aspiramos inherentemente a la trascendencia, y ello pasa por crear hábitos que nos ayuden a convertirnos en la mejor versión de nosotros mismos.
Sin embargo, es común que las personas perdamos la brújula de cuando en vez, ante el ajetreo del mundo contemporáneo y sus múltiples distractores.
De tal suerte que la llegada de un nuevo año representa también la oportunidad para pensar y repensar el proyecto de vida personal de cada uno: metas por cumplir, sueños por alcanzar, principios por defender y valores por vivir.
El ejercicio de reflexionar en torno a lo anterior es muy útil porque permite hacer un balance respecto de logros y áreas de oportunidad, con base en las circunstancias que nos rodean.
Se trata de una mirada introspectiva que idealmente fortalece nuestra voluntad, aclarando la mente y generando plena conciencia del sentido de la vida —el propósito que cada cual le otorga a su existencia.
Revisión personal a lo hecho en el año
La intención es analizar lo hecho durante el año que termina para emitir un diagnóstico tan objetivo como sea posible; pretender engañarnos a nosotros mismos sería un error.
Desde luego, es óptimo considerar los diversos aspectos que componen nuestra vida cotidiana: familia, relaciones personales, profesión, espiritualidad, etc.
Más aún, concluiremos que todos los elementos tienden a estar conectados de algún modo u otro entre sí. Bajo esta lógica, es preferible hablar de armonía entre las muchas facetas que todos tenemos, y no tanto de “equilibrios” que nos llevan a pensar en sumas y restas.
Una vez que conocemos y asimilamos en dónde estamos parados hoy por hoy, entonces dispondremos de lo necesario para establecer metas concretas —y de preferencia medibles— a corto, mediano y largo plazos.
Teniendo definidos el punto de partida (el diagnóstico inicial) y los puntos de llegada (las metas establecidas) nos resultará más sencillo —o menos complejo— identificar qué acciones debemos emprender para avanzar hacia nuestros objetivos.
Un viejo dicho asevera que ningún viento es favorable para el capitán de la embarcación que no sabe a qué puerto se dirige. Siguiendo esta analogía, trazar la hoja de ruta desde el punto A hasta el punto B será determinante para el éxito de nuestros proyectos.
Si el ejercicio se efectúa de manera consciente y con ánimo de asumir compromisos reales, las probabilidades de obtener buenos resultados incrementan significativamente. ¿Cuántas personas conocemos que desisten de sus “propósitos de año nuevo” tras pocas semanas?
Los cimientos del éxito
Cuando las metas que nos proponemos están presentes en nuestras mentes, somos capaces de elegir las mejores opciones —entre dos o más alternativas— para acercarnos a ellas, y evitar aquellas acciones que nos alejen de las mismas.
Más que en el talento y la fortuna, los cimientos del éxito radican en las virtudes de la perseverancia y la tenacidad. También es cierto que la felicidad consiste en aprender a disfrutar del recorrido y no de obsesionarnos con la victoria anhelada.
Los humanos evolucionamos, crecemos y maduramos durante nuestro ciclo vital; la vida es aprendizaje continuo, y estamos llamados a superarnos una y otra vez. Un nuevo año es propicio para interiorizar ese sentido de propósito profundo.
Trascendemos en la medida en que impactamos de forma positiva en nuestro entorno, incluidas las personas que nos rodean. Nunca debemos olvidar que, a través de palabras y acciones podemos hacer el bien a los demás, contribuyendo así a crear un mundo mejor.
Ser verdaderamente conscientes de la condición humana que compartimos es la vía fundamental para comenzar a fungir como agentes de cambio y auténticos promotores de la paz y los valores que tan urgentemente requerimos para enfrentarnos a los desafíos del presente.
El futuro no es lo que va a pasar, sino lo que vamos a hacer. Les deseo a todos los lectores y a la familia de Diario de Yucatán un excelente 2024, lleno de dicha, salud y éxitos.— Mérida, Yucatán.
Correo: fournier1993@hotmail.com
*Licenciado en Derecho, maestro en Administración