Edgar Jesús Conde Valdez (*)

La expresión “pan y circo” es una frase popular de origen romano que se ha usado durante muchos siglos para describir la artimaña de los gobernantes para distraer y apaciguar a la población con la provisión de comida y entretenimiento.

Prácticamente lo anterior se reduce a darle solución a problemas de sufrimiento mediante paliativos que lo distraigan de temas torales de origen o que satisfagan momentáneamente sus pesares.

En la política nacional estamos inundados históricamente de estos programas “temporales” que hacen las veces del pan o alimento y de eventos distractores como fiestas, pachangas, festivales o eventos masivos de artistas y deportivos o mundiales de fútbol que hacen las veces de circo.

Mientras esto ocurre, no avanzamos como país en soluciones integrales que tanto se necesitan.

Para que al pueblo no se le convenza solo con paliativos distractores se debe contar con un conocimiento básico de la educación política, que es uno de los problemas del país y de los países latinos en la mayoría de los casos.

En la base de la pirámide donde está el sector económicamente más desfavorecido y donde se encuentra la mayoría de los votantes existe esta escasez de conocimiento y está desplazado por la urgencia de cubrir las necesidades básicas de los hombres y de sus familias.

Si en el sector mal llamado “clase media” de la población hay carencias en conocimientos políticos y electorales, en el otro también mal llamado sector de la “clase baja” los hay con mayor cantidad.

Y en general la mayoría de la población en todos sus niveles o estratos socioeconómicos no conoce a su diputado local ni a su diputado federal, mucho menos sabe para qué existen o cuál es su labor y ni qué decir cuando se trata de candidatos plurinominales.

Aparentemente la solución a todo lo anterior es sencilla para un político en turno: Darle educación cívica al pueblo. Pero para esto se necesita un proceso que tardaría algunos años para ver los frutos de lograr esta meta, lo que hace que lo importante dé paso a lo urgente.

Los políticos no invierten el presupuesto suficiente para lograr la educación necesaria en estos temas pues, si lo intentan al término de su mandato, lo más seguro es que mucha gente estará a disgusto con ellos por hacer algo que no se refleja inmediatamente en sus bolsillos y, al no recibir las dádivas, apoyos o subsidios y paliativos acostumbrados, entrarán en decepción con el gobierno en turno, lo cual electoralmente convierte a esta idea en una mala decisión política.

Aquí nos encontramos en un dilema, darle al pueblo lo que se necesita para lograr ser un país de primer mundo o mejor darle lo que quiere para que electoralmente favorezca con su voto al gobierno en turno y a sus seguidores.

Lo que normalmente ocurre es “medio darle” las dos cosas, que es lo mismo que ocurre, por ejemplo, en personas que hacen como que les pagan a sus trabajadores y éstos en reciprocidad también hacen como que trabajan, lo cual nos da un resultado esperado o sentenciado con anticipación: Las cosas resultan a medias, es decir, no se resuelven de forma completa.

Todo el anterior laberinto político se puede cambiar de dos maneras y la primera sería la utopía de que surja un paladín político y líder excepcional al que no le importe su futuro partidista y solo ve por lo mejor para el país sacrificando su carrera política. La otra sería que existan leyes o mecanismos que obliguen a que un gobierno en turno pueda hacer planes y proyectos a largo plazo sin el riesgo de que se interrumpan o cancelen por un berrinche político posterior o por conveniencias e ideologías de nuevos gobernantes.

En Europa países como la entonces URSS o China aplicaron con éxito planes quinquenales y en 2013 este último país asiático anunció el megaproyecto de la Nueva Ruta de la Seda, involucrando a otros países, y sacudiendo el panorama del mundo económico.

Pero en América Latina este tipo de planes prácticamente son inexistentes, lo que nos hace razonar y preguntar, en los ámbitos educacional, económico, climático o de salud: ¿Dónde están los planes a largo plazo? Y qué decir del tema de crecimiento urbano o sustentabilidad.

Existen temas como el cambio climático que solamente se pueden atacar con planes a largo plazo, de otra forma, lo demás son paliativos estériles.

Si escuchamos las propagandas de un político en el país, solo será resolver las cosas con paliativos como ponerte tu techo o cambiar tu cocina pero, ¿y a largo plazo qué se propone? ¿De qué forma tendremos la cultura política de un japonés, un finlandés o cualquier ciudadano de otro país desarrollado?

Aparentemente vamos caminando en sentido político, pero en reversa. No se ve que alguna política pública masiva esté encaminada a lograr estos grandes cambios a largo plazo. Y a la mayoría de los votantes, la verdad, ni les interesa un cambio integral tardado pues aquí aplica el refrán que reza “antes son mis dientes que mis parientes”.

Tal parece que la frase “Roma no se construyó en un día” es difícil de entender. Y aunque parezca reiterativo, insistiré en que la base de todo lo anterior es la educación, comenzando con la política, para conocer en dónde estamos parados como ciudadanos de un país emergente donde los problemas y las necesidades abundan, pero sus soluciones no se pueden resolver de un plumazo, pues cuestiones culturales e ideológicas no lo permiten y se requieren planes continuos y no parciales que solamente acaban en resultar un paliativo.

Aquí hace su aparición otro refrán que aplica: “Al pueblo no hay que darle pescado, hay que enseñarle a pescar”. Esto es correcto, pero mientras aprende a pescar, se muere de hambre y caemos en algo parecido al enigma de qué fue primero el huevo o la gallina, pero mientras se resuelve esto, tenemos pan y circo para rato (sin hacer alusión a algún partido político).

Pero usted, estimado lector, tiene y tendrá la última palabra para intentar resolverlo.— Mérida, Yucatán.

condeval1@hotmail.com

Ingeniero, valuador, Maestro en Dirección de Gobierno y Políticas Públicas.

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