“Te invito a una orgía”. Eso le dijo Libidiano, galán concupiscente, a Pirulina, joven mujer cuyas lecturas nunca incluyeron a Corín Tellado, pero sí a Xaviera Hollander, algunos de cuyos libros —The Happy Hooker; Techniques for Total Lovemaking; The Best Part of a Man— casi sabía de memoria a fuerza de releerlos.

Pirulina gustaba de experiencias eróticas novedosas, y le interesó la invitación de Libidiano. Le preguntó: “¿Cuántos participarán en esa orgía?” Respondió el lúbrico sujeto: “Por cuestiones de seguridad será de acceso limitado. Nada más tú y yo”…

Una señora le comentó a otra: “Qué linda muchacha tu vecina”. “Es muy bonita, sí —reconoció la otra—. Los ojos son de su mamá. La nariz, los pómulos, los labios y el mentón son de su papá, lo mismo que las bubis y las pompis”. “¿Cómo dices?” —se asombró la amiga. “Sí —confirmó la señora—. Su papá es cirujano plástico”…

Sonoroso vocablo, pero feo, es el término “forúnculo”. Sirve para designar una inflamación purulenta. Otros nombres recibe, igualmente ingratos: divieso, espundia, buba, incordio, pústula, bubón. Un forúnculo es causa de molestia. Se ve mal; provoca incomodidades de todo orden. Quien lo padece quisiera deshacerse de él.

No es arriesgado decir que Arturo Zaldívar es ahora un forúnculo en la campaña de Claudia Sheinbaum. Tampoco caerá en culpa de falsedad o injusticia quien afirme que dicho señor es hoy por hoy la figura política más cuestionada en el panorama nacional.

Tiendo a la benevolencia, quizá por timidez o porque la espero de los demás para mis fallas y defectos, pero pienso que Zaldívar, en el tiempo en que tuvo el encargo de velar por el cumplimiento de la ley, faltó gravemente a ella; primero cuando se mostró ambiguo ante la intentona de López Obrador de prolongar la presidencia de su obsecuente servidor al frente de la Suprema Corte, y luego cuando renunció a su cargo de ministro sin mediar para ello causa grave, según lo determina la legislación.

Ahora el conflicto de Zaldívar con la ministra Piña provoca turbulencia en la campaña de la candidata oficialista, y seguramente hace de su presencia en el equipo de la señora un motivo de preocupación para ella y para sus colaboradores. Desde luego no pueden apartarlo del círculo cercano, pero si Sheinbaum llega a la Presidencia, le será difícil colocar a Zaldívar en un puesto relevante, por sus antecedentes de personero de López y por su vulnerabilidad política.

Resígnese la candidata a padecer ese forúnculo, y prepárele al exministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación el cargo de Vice Sub Ayudante Z de Intendente Provisional, Suplente, Sustituto e Interino de la Mesa 1727 Temporal, Transitoria y Eventual.

Doña Macalota le dijo a su esposo don Chinguetas: “Pienso que ir de vacaciones a una playa mejoraría nuestra vida sexual”. “Estoy de acuerdo” —admitió el marido. Completó doña Macalota: “Yo voy a ir a Cancún. ¿A dónde te gustaría ir a ti?”

Don Cucurulo le robó un beso a la señorita Himenia, célibe que andaba alrededor de los 40 años (varias vueltas les había dado ya). Exclamó ella con emoción: “¡Otro beso como ése y seré suya para toda la vida!”. Don Cucurulo se alejó prudentemente: “Gracias por advertírmelo”…

Candidito era un optimista a la manera del Cándido de Voltaire. Iba camino del convento donde había crecido a cargo de las monjitas. Pensaba al caminar: “Seguramente se sorprenderán al verme”, Sucedió que le salió al paso un asaltante que le robó todo lo que traía, dejándolo desnudo. “¡Qué bueno! -se alegró Candidito-. ¡Así la sorpresa será mayor!”— Saltillo, Coahuila.

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