Benedicto XVI
Comienzo con el papa Benedicto XVI, que renunció al papado en febrero de 2013. Como es conocido, quien es electo Obispo de Roma y, por tanto, cabeza de la Iglesia católica, ejerce el cargo hasta su muerte. Joseph Ratzinger no lo hizo así. Por primera vez en casi seis siglos, Benedicto XVI declinó tras 8 años de papado, para abrir paso a la elección de un nuevo Pontífice. Sin cortapisa alguna, señaló que la Iglesia se estaba enfrentando a “desafíos cruciales que requieren energías frescas”. Las acusaciones sobre la tibia respuesta de la jerarquía católica ante acusaciones de pederastia y sobre los malos manejos financieros en el caso conocido como “Vaticanleaks” parecen haber incidido en la drástica decisión del Papa, que no se arredró ante las críticas. Más bien subrayó que: “Amar a la Iglesia significa también tener la valentía de tomar decisiones difíciles, teniendo siempre presente el bien de la Iglesia y no de uno”. Casi nueve años después, el Papa Emérito falleció. La elección de Francisco, primer pontífice nacido en América, trajo la frescura y el ímpetu renovado para enfrentarse a los problemas de la institución religiosa más relevante del mundo cristiano.Adolfo Suárez
Adolfo Suárez fue un político artífice de la transición española entre el franquismo y la democracia. De 1976 a 1981 tejió fino para lograr desmontar los fuertes hilos de la dictadura que había gobernado durante casi 40 años mientras propiciaba el surgimiento de las fuerzas políticas asociadas a la pluralidad que reclamaba la sociedad española. Fallecido en 2014, su epitafio sintetiza el espíritu de quien supo conducir y dejar el poder en el momento preciso: “La concordia fue posible”.Joe Biden
Tan cerca como el pasado 21 de julio, fuimos testigos de un acto que entremezcló generosidad y pragmatismo político. El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, declinó su candidatura a la reelección, esto es, a participar como candidato del Partido Demócrata a la presidencia el próximo noviembre. “Creo que lo mejor para mi partido y para el país es que me retire y me concentre únicamente en cumplir mis funciones como presidente durante el resto de mi mandato”. No debe de haber sido una determinación fácil. Si el presidente Biden hubiera insistido en impulsar su candidatura —lo podría haber hecho sin obstáculo formal alguno— hubiera conducido a su partido a un escenario electoral desfavorable, con altas probabilidades de ser derrotado por el expresidente Donald Trump. El riesgo de un nuevo mandato de quien se negó a reconocer su derrota en las urnas, de quien ha hecho del insulto y la descalificación a sus adversarios una manera de polarizar a la sociedad, debe haber motivado la decisión de Biden de hacerse a un lado. Al igual que Benedicto XVI, con su declinación Biden propicia la llegada de vientos frescos a la contienda electoral estadounidense. Tal parece que Kamala Harris será la portadora de la esperanza de millones de mujeres y hombres, ciudadanos de los Estados Unidos, que demandan concordia, la que Adolfo Suárez supo brindar al pueblo español. Desapego al poder, generosidad en el desprendimiento, han hecho a estos tres hombres poderosos. El cenit de su poder, de su autoridad moral, está en su renuncia, en cumplir con el pueblo, con la sociedad, haciéndose a un lado, sabiendo que su ciclo ha concluido. El contraste es brutal con las pretensiones de eternizarse en el gobierno de Nicolás Maduro en las cuestionadas elecciones de Venezuela, celebradas el 28 de julio pasado. Nicaragua con Daniel Ortega forma parte de esta dolorosa lista de quienes se aferran al cargo con uñas y dientes, a costa de un pueblo y de sus instituciones democráticas. En México muy pronto viviremos nuestros propios retos. El 1o. de octubre se inicia el mandato de la presidenta Claudia Sheinbaum y concluye el del presidente López Obrador. Por el bien de la república y de las mujeres mexicanas que nos vemos reflejadas en quien por vez primera será cabeza del Ejecutivo de la Unión, espero que el presidente saliente asuma con respeto el final de su gobierno, que no aspire a mandar ni a interferir en las decisiones de la nueva administración. Que aquilate el grave daño que le ocasionaría a la institución presidencial su presencia en las esferas de toma de decisión que le corresponderán exclusivamente a su sucesora. Nadie es imprescindible, lo son las instituciones en un sistema democrático que, a pesar del asedio al que ha sido sometido, aspiramos a continuar construyendo en México. Más Benedicto, nada de Maduro, señor presidente López Obrador.— Mérida, Yucatán. Correo: dulcesauri@gmail.com *Licenciada en Sociología con doctorado en Historia. Exgobernadora de YucatánEste contenido es exclusivo para suscriptores
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