Ostentación vocal de Elina Garanca al lado de la OSY
Superlativo. Elina Garanca fue el más solvente regalo del Año Nuevo para los afectos a la Orquesta Sinfónica de Yucatán, que con esta mezzosoprano de primera y luminosa magnitud erigió anteanoche un prólogo para soltar amarras ante su XXIX Temporada, bajo la guía del afamado director ruso Constantin Orbelian.
Alumna que fue de Irina Gavrilovic, la letona de esbelta figura pobló de galanura el escenario del Teatro José Peón Contreras esta noche de enero que, con plena seguridad, se hospedará en el recuerdo de los oyentes y también en la ya añosa bitácora del cronista. Hay ocasiones que son de privilegio.
Para hallar un antecedente de similar importancia tendríamos que retroceder hasta el lejano 1942, cuando, en el mismo proscenio, los meridanos escucharon en concierto a la soprano rusa Miliza Korjus, estrella de la película “El gran vals” (1938) y poseedora de una voz inolvidable, que era deleite y asombro de los públicos.
¿En qué consiste la notabilidad de una cantante como Elina? No solamente posee el respaldo de una voz que atrapa nuestra atención al alcanzar y sostener difíciles pasajes, precisas ligaduras, claros agudos, tiernos pianísimos, variables de tesitura, sino que respeta en grado sumo los cánones de los diferentes estilos, ya sea el clásico, el bel canto, lo romántico o el verismo.
Elina Garanca añade a su levadura vocálica la capacidad de establecer atmósferas en cada aria o romanza que interpreta. Con bien asimilada técnica y feliz expresividad adquirida en las salas de ópera, ingresa en el núcleo de cada personaje y nos lo retorna a su contexto anecdótico con los rasgos de carácter. Algunos comentaristas designan esta potencia como “vivencialidad”.
En Spotify se pueden escuchar sus álbumes “Meditation”, “Elina Garanca Sings Mozart & Vivaldi” y “Habanera”, además de canciones que integran antologías.
Elina se dio a conocer mundialmente con la mozartiana “Clemencia de Tito” en 2003 y después deslumbró en los laberintos de “El barbero de Sevilla” y, posteriormente, con un fulgor romántico como el de “Carmen” de Georges Bizet. Así demostró que no importaba en cuál punto de la línea evolutiva de la ópera se le ubicara, ella saldría triunfante.
“Adiós, prados amigos, mis devotos árboles… ahora floreceréis sin mí. Debo marchar”. Tras un preludio orquestal —de Glinka—, la visitante inició su recorrido. Avanzando por el proscenio, ataviada de azul oscuro, con el aria “Sí, ya está” de la ópera “Juana de Arco” de Tchaikovski, la cantante nos entregó el dolor de la doncella de Orleáns cuando debió partir a su sagrada misión y abandonar sus campos.., y desde ahí advertimos señales de las aptitudes ya señaladas. Junto a la ostentación vocal, la prestancia de alcances, advertimos el vuelco transitivo hacia el personaje gracias a miradas, acomodos corporales y ardides gestuales.
De inmediato, toda la erótica sensualidad que Saint-Saëns ubicara en el aria “Mi corazón se abre al contacto de tu voz”, uno de los pasajes más celebrados de la operística, cobró intensidad máxima en los atributos de la mezzosoprano visitante.
“Del mismo modo que las espigas de trigo ondulan ante la brisa, así vibra mi corazón con tus palabras”. En la doble retórica de la filistea Dalila, prodigio de seducción y malicia, caerá Sansón desprotegido, y Elina iluminó el fragmento de largas escalas cromáticas, convirtió el texto en la hoguera de femenina provocación que debe ser; nos dejó, entre las caricias del arpa y el clarinete, ante el placer de lo perfectamente ejecutado.
Tras la “Bacanal” de la misma ópera, briosamente expresada por el poderío del maestro Orbelian con nuestra orquesta, Elina Garanca revivió una romanza y un aria de “Adriana Lecouveur”, la única ópera subsistente de Francesco Cilea. La primera es un escorzo del carácter gentil de la protagonista, pleno de dulzura, y el aria pertenece a lo más intenso del repertorio —Acerba volutta— en boca de la princesa de Bouillon, desplante que Elina capturó a plenitud y nos dejó a los oyentes en el filo del más placentero asombro.
Tras el intermedio, nuestra orquesta ofreció una danza de briosa factura perteneciente a “La vida breve”, de Manuel de Falla, y Elina se vistió ahora de rojo y negro, simbolismo de pasión y muerte propias de lo español, para bordar dos romanzas de zarzuela española: “Canción de Paloma”, de “El barberillo de Lavapiés”, de Barbieri, y “Cuando está tan honda”, de “Barquerillo”, de Chapi. Portentos de encaje andaluz resultaron ambas piezas, pues la visitante les otorgó el amparo de variada disposición de acentos.
Momento crucial, definitorio, del programa fue la ejecución magistral de tres fragmentos de la “Carmen” de Bizet, ópera con que la visitante ha incendiado a los públicos de Europa y Norteamérica. Piezas que los asistentes de anteanoche conocen y admiran de tiempo atrás, pero que ahora parecieron renovadas, con un desciframiento de resonancias inmejorables.
Carmen es un personaje voluble, de muchas facetas, con índices de acción humanamente impredecibles, pero con una sola constante: su libertad en el amor. No es una trotacalles. Se da al hombre que le agrada. Es como la flor que le arroja a don José cual un sortilegio.
Siendo Carmen el más creativo de sus papeles, Elina Garanca irradió una ascendente naturalidad tanto en el dominio de la tesitura como al extender el velamen corpóreo de la gitana de fuego. En la “Habanera” consteló de desparpajo ese himno a la independencia del amor, fue veraz con un carácter hecho de barro y espuma. ¿Hubo alguien que no quedase atrapado en la alquimia de esmaltada sensualidad?
Semejante ofrenda recibimos con la “Seguidilla” y la “Canción Bohemia”. Elina encaró los matices que Bizet otorgara a la cigarrera sevillana, armonizó con maestría partitura y acción visual, hizo plena justicia a lo sensual de los acordes y al arrebato vivencial que aquéllos merecen.
Broche de oro
Los aplausos finales del público —puesto de pie— fueron los más prolongados, sinceros y justificados que hemos escuchado en mucho tiempo, tributo que alcanza a nuestra querida orquesta, muchos de cuyos integrantes, en sus partes solistas, colaboraron en el éxito de la gala.
Tras las ovaciones, la artista letona ofreció de encore “Granada”, de Agustín Lara; “O mio babbino caro”, de la ópera “Gianni Schicchi”, de Giacomo Puccini, y un tema de la zarzuela “Las hijas del Zebedeo”.— Jorge H. Álvarez Rendón
Sobre la mezzosoprano
Más detalles
En la última década, Elina Garanca ha brillado como toda una estrella de la ópera.
De familia
Nació en una familia musical en Riga, donde su padre era director de coro y su madre, cantante. Sus primeros estudios fueron en la Academia de Música de Letonia y posteriormente los continuó en Austria y Estados Unidos.
Galardonada
Regularmente encabeza producciones históricas en los principales teatros de ópera del mundo, incluyendo la Ópera Metropolitana, la Royal Opera House, la Ópera Estatal de Baviera y la Ópera Estatal de Viena, donde recientemente se convirtió en la cantante más joven galardonada con el Premio Kammersängerin.
Bel canto
Inicialmente en su trayectoria se especializó en las obras de Mozart, antes de dominar el bel canto y repertorio romántico.
Nuestra edición
La artista subió anteayer a su perfil de Instagram una fotografía de la portada de la edición del viernes de esta sección, en la que ella aparece como imagen principal.
