MÉRIDA, Yucatán.— Recordemos con fe y devoción está entrada salvadora, sigamos al Señor para que participando de su cruz, tengamos parte con Él en su resurrección y su vida, así lo expresó el arzobispo de Yucatán, Gustavo Rodríguez Vega, en el mensaje que dio minutos antes de iniciar la procesión del Domingo de Ramos, que como es costumbre partió de la iglesia de Santa Lucía hacia la S.I. Catedral

Tanto en el primer templo, como en el segundo, decenas de fieles se dieron cita para ser partícipes de uno de los actos más representativos de la Iglesia católica, que marca el comienzo del misterio Pascual

Acompañado de varios canónigos y sacerdotes, así como del rector de la Catedral, José Ceballos Uc, el arzobispo encabezó la celebración. 

Entrada salvadora de Jesús a Jerusalén

En la iglesia de Santa Lucía, recordó que después de preparar los corazones durante la Cuaresma y hacer obras de caridad, “hoy nos reunimos con toda la Iglesia para iniciar la celebración anual del misterio Pascual, es decir de la pasión y resurrección de Nuestro Señor Jesucristo, misterios que empezaron con su entrada a Jerusalén, su ciudad”. 

Invitó a rememorar con fe y devoción la entrada salvadora de Jesús y a seguir al Señor para que participando de su cruz, se tenga parte con Él en su resurrección y su vida. 

Dijo que quienes aclamaban al Señor a su entrada a Jerusalén eran como niños, gente sencilla , y lo aclamaban porque creían en Él, por su fe en Él como Mesías como Hijo de David, y  porque lo amaban, como enviado del Señor.

-Lo aclamaban porque además de creen en Él y amarlo eran gente sencilla, nosotros también para que el Señor reciba hoy nuestra aclamación debe ser una aclamación llena de fe, amor, compromiso y humilde para servir al Señor y a nuestros hermanos, al aclamarlo a Él que venga el compromiso para que tratemos a nuestros hermanos con fe, creyendo que son hijos de Dios, creyendo que son nuestros hermanos, con amor, porque el Señor nos pidió reconocerlo en la persona de nuestro prójimo,  con humildad porque sin humildad no hay buena relación entre las personas. Que esta alabanza al Señor sea un compromiso de sana convivencia con quiénes nos rodean, expresó. 

Mons. Gustavo Rodríguez realizó la oración de la bendición de las palmas y luego recorrió el pasillo central de la iglesia para rociarlas con agua bendita. 

Procesión con la imagen de “el Señor del triunfo”

Enseguida, y cuando ya eran unos minutos después de la ocho de la mañana, comenzó la procesión con la imagen de “el Señor del triunfo”, que se caracteriza porque Jesús va montando sobre un burro. 

Los custodios halaron la imagen que fue colocada sobre una base de madera con ruedas. 

Numerosos feligreses acompañaron la procesión hasta la Catedral, mientras entonaban el canto a “Cristo Rey”. 

Al llegar al máximo recinto religioso en la entidad pasaron por la puerta del perdón, entre los aplausos de los fieles que ya esperaban adentro y que alzaron las palmas que llevaban en las manos. 

En la homilía, el arzobispo hizo una analogía de distintos momentos narrados en el Evangelio de San Mateo sobre la Pasión de Cristo, lectura que invitó a releer y meditar antes del miércoles. 

Inició diciendo: “hoy aclamamos a Jesús por las calles, alzando nuestras palmas y proclamándolo como el Hijo de David, como el Rey de Israel, como nuestro amado Mesías. Nuestras procesiones de hoy, como siempre, son pacíficas, gozosas, y sin querer ofender ni dañar a nadie ni a nada. Se trata de una manifestación amorosa de nuestra fe”. 

Jesús celebra la Última Cena

Al referirse a los momentos del Evangelio, recordó el pasaje en el que Jesús celebra la Última Cena con sus doce discípulos; y cómo dentro de ésta instituyó el sacramento de la Eucaristía, ya que entregó su Cuerpo y su Sangre sacramentalmente en la mesa, antes de entregarlo físicamente en la cruz. 

Hizo mención de la negación de Pedro como discípulo de Jesús, quien dijo al igual que los demás que estaban dispuestos a morir con Él. “La verdad es que creían tener más valor del que en realidad experimentaron. Y nosotros, ¿cuánto valor creemos tener? Sólo a la hora de la prueba lo sabremos, pues puede ser que no estemos tan seguros de nosotros mismos”. 

También del pasaje en el que Judas traiciona a Jesús, y a pesar del signo hipócrita del traidor, el beso con el que señala quién es al que deben apresar, Jesús llama “amigo” a Judas dándole aún otra oportunidad para el arrepentimiento y confianza en él.

“Ojalá nosotros tengamos la astucia de la serpiente para reconocer la hipocresía, así como la sencillez de la paloma para actuar siempre con autenticidad y sinceridad”. 

-Durante el injusto juicio, se cumplió la profecía de Jesús, de que Pedro lo negaría, y el canto del gallo hizo que Pedro se diera cuenta de esto, por lo que salió a llorar amargamente. 

-Tengamos cuidado de pensar que nosotros nunca le fallaríamos a Jesús. Que nadie diga: “De esa agua yo no he de beber”, porque podemos hasta ahogarnos en esa agua del pecado. Dudar de nosotros mismos nos da la oportunidad de estar siempre atentos para no caer. 

Pilato se lava las manos

Mons. Gustavo Rodríguez Vega recordó el acto de Pilato en el que se lava las manos cuando el pueblo pide la crucifixión de Jesús. Y sobre esto expresó “Todavía hoy, ¡cuántos justos son condenados y cuántos culpables son liberados! La justicia humana, por corrupción o por ineptitud, suele ser muy injusta. Ojalá nosotros nunca nos lavemos las manos ante las injusticias”. 

En el Evangelio también se narra que los sumos sacerdotes y los fariseos le pidieron a Pilato que resguardara la tumba de Jesús con un pelotón de soldados, porque Jesús había anunciado su resurrección al tercer día.  Y es que “parece que, mejor que los discípulos, esta gente recordaba el anuncio de la resurrección. Cuando nosotros afrontamos un grave problema, la enfermedad o muerte de un ser querido corremos el peligro de olvidarnos de la resurrección de nuestro Señor Jesucristo, la cual da sentido a todos nuestros padecimientos, problemas y sufrimientos”. 

El mensaje concluyó rememorando el versículo 5 de la Carta de san Pablo a los Filipenses, que antecede a la Segunda Lectura que ayer se escuchó en la misa, y que dice: “Tengan, pues, la misma actitud de Cristo Jesús”. Ya que la cruz es la cátedra más grande de la historia, cátedra de amor, de humildad, de obediencia a la voluntad del Padre, la cual hemos de tener presente en cada momento de nuestra vida. 

Afuera de la Catedral numerosas personas esperaban en fila para poder ingresar a la siguiente misa que se iba a oficiar en el lugar, la mayoría llevaba en las manos sus palmas o figuras de palma que estaban a la venta a la entrada del lugar.