Un año después de recibir el Premio Excelencia en las Letras “José Emilio Pacheco”, David Toscana regresa a la Filey para presentar el relanzamiento de su libro “Lontananza”.
El autor, quien el año pasado también ganó la V Bienal de Novela “Mario Vargas Llosa” por “El peso de vivir en la tierra”, platica con el Diario sobre “Lontananza”, los reconocimientos y el futuro de la novela.
¿Cómo se siente de estar nuevamente en la Filey?
Muy contento. Me pareció mejor el año pasado porque me tocó ser el festejado. Pero volver me encanta y, además, nos encontramos los escritores; somos siempre muy amigos unos de otros. Existen historias acerca de rivalidades, y puede haber alguna, pero sobre todo somos un equipo de amigos cercanos. Encontrarnos en Mérida y compartir la cerveza y la cochinita es una experiencia maravillosa.
Y además está presentando el relanzamiento de “Lontananza”.
Sí, un libro que vamos a presentar una vez más porque se estuvo presentando hace como 27 años. Lo publiqué originalmente en 1997 en Joaquín Mortiz, una editorial de muy gratos recuerdos, pero que ya es solo eso: recuerdos. Ahora, Era tuvo la gentileza de rescatar este “cadáver” y darle nueva vida.
Ahora el título es solo “Lontananza” en vez de “Historia del Lontananza”. ¿Cuál le gusta más?
Creo que este, porque recuerdo que antes siempre lo citaban mal y decían “Historias de lontananza” y les faltaba la “L” para aclarar que se trataba de una cantina. La primera vez salió con aquel título y con un cuento que luego cambié por otro. Esta es la tercera vez que el libro aparece. La segunda vez se publicó en un sello efímero en México llamado Sudamericana, que en Argentina tiene mucha tradición, pero aquí no logró consolidarse. Así que esta es su tercera “resurrección”.
Es un libro de cuentos, pero a usted lo conocemos más como novelista. Muchas de sus novelas han ganado premios, pero este libro de cuentos también ha destacado. ¿Cuál es su relación con el cuento?
Nunca he sentido que tenga vocación de cuentista. Con este libro me ocurrió algo curioso: escribí una historia, pero me quedaron ideas y personajes alrededor de la cantina. Así que escribí otro y otro, hasta que hubo quienes lo leyeron como si fuera una novela. Hay un mismo cantinero que va evolucionando y al final muere. Entonces, tanto el espacio como el cantinero y cierta temática constante le dan un hilo conductor. Sin embargo, no he vuelto a escribir un libro de cuentos. Tengo algunos textos aislados, pero mi corazón está en la novela.
Y con sus novelas ha ganado premios. ¿Qué significan para usted?
Pasan dos cosas. Por un lado, está la satisfacción de que alguien considere mi trabajo digno de reconocimiento, lo cual es una tradición antigua; sabemos que los dramaturgos griegos competían y muchas obras que conocemos ahora han sobrevivido gracias a que sus autores ganaron premios. Un premio le da visibilidad y oxígeno a un libro y al autor le permite pagar la renta, lo cual siempre se agradece. Generalmente, uno no participa activamente en los premios. Si el libro ya está publicado, no es el autor quien lo postula, sino los lectores, jueces u organizaciones. Sin embargo, en los concursos de novela inédita sí es el propio autor quien envía su obra. Por eso, muchas veces recibir un premio es una sorpresa. Por ejemplo, cuando me llamaron para decirme que había ganado el Premio de la Filey yo estaba en Madrid, eran las tres de la mañana por la diferencia horaria y al sonar el teléfono ya sabemos este lugar común de que cuando suena en la madrugada uno no quiere ni contestar, pero a veces llegan buenas noticias en la madrugada.
¿Son los premios un aliciente para escribir más?
Creo que cuando no los gano es cuando más me empeño en lograrlo. Aprendemos más de las derrotas que de las victorias. Los premios dan satisfacción, pero enseñan poco. Muchas de mis novelas publicadas han recibido algún premio, pero cuando las he enviado a concursos de novela inédita, siempre me dan una patada y ni siquiera paso a la final. Son criterios distintos: una editorial premia algo con potencial de ventas, mientras que un jurado de un premio literario es más libre. Yo vendo poco, pero si hablamos de reconocimientos, me siento muy contento.
¿Qué futuro le ve a la novela?
Creo que la novela tiene su futuro asegurado. Seguiremos leyendo novelas, y siempre habrá nuevos lectores. Aunque incendiáramos todas las editoriales y no se volviera a publicar nada, ya hay suficiente material para leer toda una vida. Siempre hay una lamentación, siempre hay una sensación de que vivimos peores tiempos que antes, y es posible que sí nos estén comiendo el mandado las series, los teléfonos celulares, las redes sociales. En los años 60, los escritores tenían tirajes de 15,000 ejemplares; hoy esa cifra se ha reducido al 10%. De algún modo, sí podría percibir que hay un declive, pero ese declive no nos va a llevar a la muerte de la novela.
La inteligencia artificial ¿cree que tendrá impacto serio en la literatura?
Mi defensa contra la inteligencia artificial es no participar en ella. Cuando hago una búsqueda y me ofrecen una respuesta generada con IA, la evito. Incluso eliminé un software porque en su nueva versión integraba IA y prefiero usar una más antigua. Vivo en el pasado: no tengo redes sociales, no tengo Facebook ni nada de eso. Me dicen que por eso no vendo mis libros, pero si estoy criticando algo no voy a participar de ello.
¿No cree que la IA es como el “Lontananza“, donde el poeta colocaba un letrero para que le contaran historias?
No, porque la llamamos “inteligencia artificial” cuando en realidad no es inteligencia. Es una compilación de datos y muchas veces dice tonterías. Así que está más cerca de la “tontería natural” que de la inteligencia artificial.
Volviendo a “Lontananza“, ¿qué significa para usted este libro?
Le tengo mucho cariño. Fue mi segundo libro publicado y nació de una conversación entre amigos. Ellos eran muy borrachos; yo, en cambio, no bebía y me retaron a escribir un libro de cantina. Y de esta supuesta imposibilidad porque yo no tomaba, les dije: “Mira, escribimos sobre un pasado que no vivimos, escribimos en un futuro que no hemos alcanzado, sobre planetas imaginarios, sobre tantas cosas que no vivimos, que qué más da que yo no beba”. Entiendo las pasiones humanas y el ambiente de la cantina, que en aquel tiempo era un espacio exclusivo para hombres, de humo, de tabaco.
¿Ha regresado recientemente al “Lontananza”?
Sí y me pasó una de las cosas más bonitas en uno de esos regresos. Una vez me encontré con un grupo de periodistas culturales que estaban bebiendo. Me llamaron y me dijeron: “Estamos aquí por ti”. Entonces, fue muy bonito volver al “Lontananza”.
“Escribimos sobre un pasado que no vivimos, escribimos en un futuro que no hemos alcanzado, sobre planetas imaginarios, sobre tantas cosas que no vivimos, que qué más da que yo no beba”
