Cada quien le da significado distinto a las cosas. Hoy quiero compartir contigo lo que he reflexionado sobre esta frase que se repite en muchos espacios y que me ha acompañado desde niño: “Pasar agachado”.

Mi papá fue un servidor público yucateco muy querido, congruente, honesto. Cuando él decía “pasen agachados”, lo hacía con otra intención: una lección de humildad. Para él, pasar agachado era no necesitar protagonismo. Era vivir con sencillez. De niño lo confundía con carencia, pero hoy entiendo que lo decía desde la elegancia interior. Humildad es elegancia, repetía.

Más adelante, escuché la frase con otro sentido. En una estrategia comercial, alguien me dijo: “Pasa agachado… pon a otro al frente, por si se complica”. Ahí entendí otro uso: pasar agachado para no hacerse responsable, para evitar consecuencias. Una estrategia. Válida, quizá. Pero distinta.

Luego, en la Ciudad de México, escuché la frase una tercera vez: “Aquí es mejor pasar agachado… por seguridad”. Tiene lógica. No mostrar lo que tienes. No exponerte. No provocar. Pasar desapercibido para evitar ser un blanco. Esa es otra capa del mismo concepto.

Tres usos distintos. ¿Pero cuál es el verdadero sentido? Hoy creo que lo importante no es si pasas agachado… sino desde dónde lo haces. ¿Lo haces por humildad, por estrategia o por miedo?

Dar la cara, construir una identidad, asumir lo que piensas y haces, es algo valioso. Ser visible. Ser responsable. Eso también es marca personal. Y si eliges pasar agachado, que sea porque entiendes que no eres protagonista, sino un canal. Y desde ahí, sigues recibiendo.

Pasar agachado no debe ser una forma de esconderse, sino una decisión consciente. Pasar agachado puede ser una estrategia, pero nunca debería ser una identidad.
No permitas que esa estrategia te convierta en un cobarde. Y tú, ¿desde dónde estás pasando agachado hoy? ¿Desde el miedo o desde la conciencia?

Hasta aquí mi reporte. No vine a juzgar, sino a compartir mi proceso.
Mi nombre es Alejandro Granja Peniche, y nos vemos el próximo lunes.