Recibimos un escrito de María del Pilar Treviño Muguerza que dice lo siguiente:
Leo con angustia: “Cimbra al Ejército ‘novatada mortal’”. Me entero que siete jóvenes menores de 21 años, a punto de terminar su adiestramiento, fallecieron ahogados por obligarlos a nadar en las aguas embravecidas de un mar con olas de cuatro metros de altura… Me pregunto: ¿estas son las fuerzas armadas que nos protegen?
¿Dónde estaban los supervisores responsables de esos, sus muchachos? ¿Con qué excusas justificarán esas muertes a sus familiares?
¡No se vale semejante estupidez! ¿A quiénes se les ocurrió que arriesgar la vida así demostraba valentía? ¿Quiénes lo permitieron? ¡Pido cárcel para ellos! Mataron a siete y pudieron ser más.
Me avergüenzo de mis fuerzas armadas y de sus dirigentes. Sufro sólo de pensar en el dolor de sus familias. Ojalá que esas vidas perdidas siembren cambios de formación en el Ejército, en sus entrenadores y supervisores y que las familias reciban siquiera una recompensa monetaria que, aunque no mitigue la pena, recuerde a esos muchachos que quisieron sobresalir y obedecer aunque la orden arriesgara sus vidas.