Cartas al Diario de Yucatán

Recibimos una carta de Francisco J. Rodríguez Vadillo, ex presidente del Colegio Yucateco de Arquitectos A. C., cuyas partes medulares reproducimos a continuación:

Como ejemplo de actitudes autoritarias, basta recordar que en 1938 el gobernador Humberto Canto Echeverría intentó rebautizar, con un nacionalismo mal entendido, el Paseo de Montejo como “Paseo de Nachi Cocom”.

La sociedad respondió con indiferencia y rechazo: una muestra clara de que la identidad no se impone, se respeta.

Décadas después, el llamado paso deprimido se convirtió en otra advertencia que Mérida desoyó. Se ejecutó sin consulta pública y con el uso de la fuerza contra quienes defendían el espacio común.

El resultado fue una fractura del tejido social, una de las peores gestiones municipales, alteraciones en los escurrimientos naturales y un punto de mantenimiento oneroso y permanente.

Ese mismo patrón de imposición se repitió años más tarde en el Paseo de Montejo, con una decisión unilateral a cargo del gobierno estatal: primero la obra, después la justificación.

Todas esas intervenciones comparten el mismo desacierto: la ausencia de dictamen profesional colegiado y el desprecio por la participación ciudadana.

El Paseo de Montejo, emblema urbano y cultural de Mérida, ha sido víctima de determinaciones erróneas que, bajo el discurso de la modernidad y las “Smart Cities”, alteraron su equilibrio histórico, visual y funcional.

Lo que se presentó como movilidad sustentable derivó en una ciclovía rígida, con boyas peligrosas para ciclistas y motociclistas, barreras innecesarias y señalética excesiva, reduciendo carriles, eliminando estacionamientos y generando inconformidad social.

El saldo: pérdida de fluidez vehicular, afectación económica, deterioro paisajístico, locales cerrados y desánimo general.

Recuperar el Paseo de Montejo no significa solo reparar lo físico: implica reconciliar a la ciudad con sus habitantes. Es momento de retomar una planeación sensible y participativa, siguiendo la enseñanza del arquitecto y político Jaime Lerner: “No se necesita mucho dinero; se necesita sensibilidad, voluntad y respeto al ciudadano”.

Propuesta

Con base en el diagnóstico anterior, propongo una serie de acciones y líneas estratégicas orientadas a recuperar el equilibrio urbano, patrimonial y social del Paseo de Montejo:

1. Reubicar la ciclovía sobre las banquetas amplias, garantizando seguridad sin sacrificar carriles, especialmente en el tramo original del Paseo.

2. Reforestar con árboles adultos de sombra generosa para sustituir los ejemplares enfermos.

3. Rehabilitar paraderos y mobiliario urbano con un lenguaje patrimonial sobrio.

4. Otorgar incentivos y apoyos fiscales para la recuperación de predios, fachadas y actividad comercial de manera inmediata.

5. Integrar un Consejo Técnico Ciudadano conformado por los colegios de arquitectos e ingenieros, el Patronato del Centro Histórico, la Dirección de Desarrollo Urbano, el INAH, el gobierno del Estado, asociaciones civiles, vecinos y empresarios, con voz reguladora y aval obligatorio antes de cualquier modificación arbitraria o de lucimiento personal en la zona patrimonial.

6. Paseo Vivo nocturno: Iluminación escénica cálida y vida urbana segura.

7. Corredor patrimonial: Adopción temporal de casonas con usos culturales ligeros.

8. Paraderos dignos: Sombra efectiva y materiales coherentes.

9. Cruces lentos: Pasos peatonales bien diseñados y esquinas ampliadas.

10. Sombra continua: arbolado maduro con pavimentos permeables.

11. Terrazas ordenadas: reglamento claro y estético unificado.

12. Identidad local: señalética sobria y placas históricas.

13. Circuito cultural: peatonalizaciones parciales de fin de semana mejor organizadas.

14. Consejo Curador del Paseo: órgano municipal permanente con participación del Patronato, asociaciones y colegios profesionales.

15. Indicadores públicos: evaluación trimestral de movilidad, seguridad y confort urbano.

Mérida vive hoy la coexistencia de dos gobiernos de distinto estandarte: uno estatal de Morena y otro municipal del PAN —ambos encabezados por personas capaces. Ese contraste puede y debe convertirse en una oportunidad de madurez cívica.

El Paseo de Montejo brinda la ocasión de demostrar que la capacidad técnica local, la ética y el amor por la ciudad están por encima del cálculo electoral y la ambición partidista.

El desafío no es técnico: es moral y virtuoso, un acto de respeto hacia nuestra ciudad. Corregir los desaciertos urbanos del pasado sería una muestra de humildad y grandeza pública.

El Paseo de Montejo no pertenece a ningún partido: pertenece a los meridanos y a la historia de México.

La verdadera grandeza de Mérida estará en la altura de sus decisiones, no en la magnitud de sus obras.

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