Yucatán está lleno de historias, esas que se cuentan en las comunidades, que pasan en generaciones y que nos recuerdan que la cultura maya está viva. Y es que claro, los yucatecos podemos decir: “Mi abuelito o mi abuelita (o mis chichís) me contaban”. Ahí están aquellos relatos de la tierra, de la cosmogonía y las leyendas que son parte de la Península.

El Uay Kekén y Uay Peek causan terror en Tzucacab

-Se les apareció el Huay Kekén-

– No, fue el Huay Peek-, decían hace unos meses en Tzucacab, en donde ocurrieron aquellos incidentes.

Vecinos de la colonia San Esteban, de la calle 31 con 48, estaban en sus casas cuando escucharon ruidos. Uno de ellos avisó a la policía municipal.  Los demás se organizaron, salieron en busca de aquello que no les dejaba conciliar el sueño. Alguien le disparó, fueron dos detonaciones. El ruido les molestaba, pues noches antes también habían salido “a cazar”. Otro vecino sacó a sus perros para que persiguieran al animal, sí era un animal. Dijo que estos regresaron por miedo. Las demás personas se subieron a una camioneta y siguieron la búsqueda hacia la colonia Esperanza. “Tiene un cuerpo de carnero, pero con cola ancha como de perro”, aseguró alguien.  Casi llegaban a Ek Balam cuando dejaron de escuchar los ruidos.  La policía tuvo que intervenir. Se les “escapó” el Uay Peek.

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La persecución tenía antecedentes en Tzucacab

En esas noches anteriores, los vecinos de las colonias La Placita y San Esteban aseguraron haber visto sombras. En una ocasión salieron con machetes y palos para atrapar a esos seres. Hirieron a un cochino, pidieron a la policía intervenir y nada, nunca han encontrado algún rastro. Esto ocurrió en Tzucacab.

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¿Qué leyenda se esconde detrás de estas historias?

Yucatán es rico en cultura, en tradiciones, pero también en sus relatos. Aquellos que se cuentan de boca en boca, que a veces vienen en los libros y que desdibujan, para muchos, los límites entre ficción y realidad. ¿Hay psicosis en aquellas colonias? Puede ser, pero como dicen que los seres humanos somos experiencias, algo tuvieron que ver aquellas leyendas del mayab.

Quisiéramos contar “la verdadera historia”, pero sería hablar de valores absolutos y aquí no los hay. Esta es la versión más popular del Uay Kekén, aquella del brujo Cobá, que daba vueltas y cambiaba de forma. Empezó en Calkiní, Campeche, y la escribió Marcelino Uc Aké, en el libro “Leyendas y Tradiciones del Camino Real”. 

El Uay Peek. Ilustración: Eduardo Loría.

Leyendas de Yucatán: El Uay Kekén

Hubo un tiempo en el que la gente diabólica solía hacer rituales, daba nueve volantines a las 12 de la noche para convertirse en animales terroríficos.

A lo lejos y más temprano había dos jóvenes disfrutando de un luz y sonido que tenía como hora final la media noche, porque se escuchaba el intenso ruido de un animal, que penetraba los oídos y erizaba los cabellos de los más incrédulos. Algunos aseguraban que se trataba de un marrano grande y distinto a los comunes.

Todas las noches,  sin falta, el ruido empezaba, asustando a la población. Hasta que un día aquellos dos jóvenes agarraron valor para buscar unas piedras. Antes de que el reloj marque las 12, se treparon a un árbol por donde pasaba el cerdo. Lo esperaron, pero el miedo pudo más. Conforme el tiempo se acercaba, sentían que les faltaba el valor y, cuando el animal pasó, no pudieron ni moverse.

Al día siguiente, los muchachos volvieron a armarse de valentía. Hicieron lo mismo que la noche anterior, pero al ver a la bestia sí le tiraron las piedras. El animal reaccionó, se echó a correr entre los árboles y pisoteó las plantas. Los jóvenes pecaron al creer que lo habían logrado y se regocijaron de su triunfo. Sin embargo, la noche posterior aquel espeluznante grito, como de un cerdo hambriento, se escuchó de nuevo. Era el Uay Kekén.

El Uay Kekén. Ilustración: Eduardo Loría.

Ellos no sabían que hacer, así que uno buscó el consejo de su papá y bisabuelo. Le dijeron que comprara cartuchos nuevos y le hiciera una cruz a cada uno con una lima y que por la noche colocara tres en su carabina, para que cuando viera al mamífero tirara a matar. Así lo hizo el joven y logró darle al animal, mientras su abuelo y amigo lo seguían por la sangre hasta perderle el rastro. Se fueron a dormir sintiendo que tuvieron éxito.

A la mañana siguiente fueron a desayunar a un puesto y la hija del dueño se apresuró para decirle a su papá: “Se murió don Cobá”.  Cobá era un brujo que residía desde hace muchos años en Lan Pato.

-¿Cómo murió , hija? -preguntó el hombre.

-Lo balearon-, contestó la mujer. -Su esposa dijo que cuando llegó a su casa en la madrugada tenía heridas de bala.-

-Ni modos así es la vida, tan buena persona que parecía,- contestó el hombre.

En ese momento,  los responsables supieron la identidad del maligno que los asechaba y, aunque decidieron guardar el secreto, luego cada uno fue esparciendo su versión. Dicen que si el Uay Kekén se encuentra con alguien, esta persona nunca más podrá contar su historia.

Ficción o realidad, ¿qué hay detrás de la leyenda del Uay Kekén?

Relatos como el del Uay Kekén son comunes en Yucatán, en los que lejos de ser vistos como una invención, se tratan con “respeto”, así lo señala Bernardo Caamal Itzá, promotor e investigador cultural. El “uay” tiene que ver con una transformación en la figura de alguien, explica, como el caso de los “uay chivos”.

Para los mayores en las poblaciones, no se trata de un ser maligno y, según sus historias, la conversión en animal tiene un fin. Dicen que a veces tratan de llegar a alguien que no les hizo caso, visitándolo (a), por las noches. Otros señalan que antes, cuando no había medios de transporte, estas conversiones los ayudaban a recorrer grandes distancias en corto tiempo.  También hay “uayes” vengativos que, al compartir ciertas energías, ocasionan daño a las personas que visitan. No se habla de muertes ni de destrozos, esas son versiones populares, pero no reflejan las perspectivas de nuestros pueblos mayas, señala Bernardo.

Hoy en día, confiesa, esta figura se ha desvirtuado. En casos como el de Tzucacab se le tiene temor.

“En los pueblos hay gente antigua que recurre a las distintas formas para que el uay se vaya. Algunos dicen que le tiran semillas de achiote, para que esta persona transformada se quede jugando en las noches”, agrega Camal Itzá, quien en su recorrido como promotor de la cultura maya se ha encontrado con muchas historias como esta.

“En gran parte de las comunidades hay muchos relatos así, pero no tienen que verse con terror, sino como un relato (…) Yo fui trabajador de la radio “La voz de las mayas”, a veces llegaba la gente a contar con sus micrófonos lo que sucedía en sus comunidades. No hablan de animales destrozados ni de gallinas destrozadas”.

¿Qué hay detrás de los ‘uays’ en Yucatán?

Lejos de ser algo mágico, el investigador cultural también cuestiona los fines de los relatos terroríficos.  “Hay quienes aprovechan las creencias de nuestros pueblos para atribuirle al uay cosas que no son, en tiempos de política se usa para fines realmente malévolos. Incluso hay que recordar que hay una incursión de animales como los coyotes tras el huracán Isidoro en Yucatán. En realidad hay que tratarlos como tal, relatos de nuestra gente”, concluye Bernardo, quien le dio su lectura a estas historias que se encuentran cerca de nosotros, en nuestro estado, que nos recuerdan que la oralidad maya sigue vigente hasta nuestros días y que perdurará muchos más.