Rodrigo Llanes Salazar (*)

Las listas sobre lo “mejor del año” suelen publicarse a lo largo del mes de diciembre. Esta no es propiamente una lista, y la presento hacia finales de enero, después de unas semanas de haber recapitulado algunos de los libros, películas y música que más disfruté en 2022.

No me atrevo a decir que son lo “mejor del año”, pues apenas representan lo que más me gustó de la pequeña parcela creativa que pude leer, ver y escuchar el año pasado. Así que presento un libro, una película y un disco favoritos de 2022.

Libro

Sin duda, uno de los libros de 2022 más fascinantes que leí es “An Immense World” (“Un mundo inmenso”), del periodista de divulgación científica Ed Yong (editado por Random House).

El libro comienza con un ilustrativo acto de imaginación: un elefante en una habitación. Una habitación grande, del tamaño de un gimnasio. En la misma habitación: un ratón, un petirrojo, un búho, un murciélago, una serpiente de cascabel, una araña, un mosquito, un abejorro y, finalmente, un humano, que Yong llama Rebeca.

Todos esos animales ocupan el mismo espacio, pero sienten distintos mundos. El elefante, la serpiente de cascabel y el mosquito huelen el espacio que los rodea. El murciélago puede escuchar el ultrasónico chirrido del ratón, cosa que no puede hacer el elefante. La serpiente de cascabel puede sentir las vibraciones de una pisada del elefante. Rebeca puede escuchar al petirrojo cantar, aunque su oído es demasiado lento para captar todas las complejidades que el petirrojo codifica su melodía.

Me permito seguir con la imagen: el pecho del petirrojo luce rojo para Rebeca, pero no para el elefante, cuyos ojos solo ven sombras de azul y amarillo. El petirrojo tampoco puede ver rojo, pero sí ve los matices ultravioletas que los ojos de Rebeca no pueden ver.

Si apagamos la luz de la habitación, Rebeca casi no puede ver nada, por lo que camina lentamente para palpar las cosas con sus manos. El ratón hace lo mismo, pero con sus bigotes. La serpiente puede sentir la radiación infrarroja que emana de los objetos cálidos: ve en el calor. Mientras, la araña siente las vibraciones a través de su telaraña.

A su vez, gracias a su sonar, el murciélago capta las ondas de alta frecuencia de la araña atrapando al mosquito. “Las siete criaturas comparten el mismo espacio físico pero lo experimentan de manera salvaje y maravillosamente diferente”.

El humano ha privilegiado el sentido de la vista, dejando en segundo plano el oído, olfato, gusto y tacto, sentidos que son los predilectos de otros animales para conocer y experimentar el mundo. Pensemos en el olfato de los perros.

Pero hay muchos otros aspectos del mundo, como las vibraciones, los campos eléctricos y magnéticos, colores como el ultravioleta, que los seres humanos simplemente no experimentamos (o no de manera natural). Por eso, gracias a los sorprendentes y maravillosos sentidos de los animales que lo habitan, la Tierra es un mundo inmenso, y el libro de Yong es un fascinante acercamiento a la fantástica diversidad de nuestro planeta.

Está bien documentado con datos científicos, pero la lectura también nos exige constantes actos de imaginación.

Hacia el final del libro Yong se lamenta: en muy poco tiempo, hemos trastocado los mundos de otras especies. Ahora vivimos en el Antropoceno, la época geológica definida y dominada por las acciones de nuestra especie. Hemos afectado los sentidos de las otras especies (una “contaminación sensorial”): llenado la noche con luz, el silencio con ruido, el suelo y el agua con moléculas extrañas.

Hemos distraído a los animales de lo que realmente necesitan sentir. La contaminación sensorial es la contaminación de la desconexión. Nos desconecta del cosmos. Por ejemplo, la contaminación lumínica ha hecho que alrededor del cuarenta por ciento de la humanidad esté permanentemente bañada en el equivalente a una perpetua luz de luna.

Alrededor de una tercera parte de la humanidad ya no puede ver la Vía Láctea. Esto porque nuestra vista prefiere —funciona mejor— la luz a la oscuridad, pero no es el caso de miles de especies en el mundo.

No solo se trata de que no podamos apreciar las estrellas, sino que la luz artificial también atrae y provoca la muerte de miles de tortugas e insectos, muchos de ellos polinizadores. “Un mundo inmenso” nos abre la menta, nos invita a imaginar cómo otros seres viven y sienten el planeta, lo que nos invita a imaginar nuevas formas para preservarlo.

Película

La mejor película de 2022 que he visto es, definitivamente, “Tár”, dirigida por Todd Field y protagonizada por la magnífica Cate Blanchett. Field dice que es una película sobre música y sobre la creación de la misma.

En gran parte sí: trata sobre Lydia Tár (interpretada magistralmente por Blanchett), pianista, compositora y actual conductora de la Filarmónica de Berlín. No sorprende que muchas personas pensaran que Lydia Tár sea una persona real, pues la convincente actuación de Blanchett, el guión y la dirección de Field, así como la aparición de personas “reales” (como el periodista de “The New Yorker” Adam Gopnik) y las constantes referencias a personas también “reales” (como al famoso compositor y director de orquesta Leonard Bernstein, mentor de Tár en la trama de la película).

En el filme escuchamos piezas de Mahler, Bach y el dramático concierto para violonchelo en mi menor de Elgar. Pero la película va mucho más allá de la música.

Es común que se afirme que “Tár” es una película sobre el poder, particularmente sobre la corrupción provocada por el poder. Y es en este punto en donde el filme resulta sumamente interesante, provocador y controvertido. Lydia Tár es acusada de abusar de jóvenes músicas que han colaborado con ella.

Marin Alsop, directora de la Orquesta Sinfónica de Baltimore, se ha quejado por los paralelismos entre el personaje de Tár y ella. No obstante, para Alsop, lo verdaderamente indignante es que el filme tuvo la “oportunidad de retratar a una mujer en ese rol [de poder, como directora de una de las orquestas más importantes del mundo] y hacerla una abusadora”. Así, para algunas críticas, la película resulta perjudicial para la igualdad de las mujeres.

Para Blanchett, en cambio, la película no es sobre el género, sino sobre el poder: “es una meditación sobre el poder y el poder no tiene género”. Tár, afirma Blanchett, “pudo haber sido una arquitecta o la jefa de una gran corporación bancaria”.

En cualquier caso, “Tár”, la película, plantea inquietantes preguntas en torno al poder y el género, la cultura de la cancelación y las identidades.

Ah, Martin Scorsese ha dicho que “Tár” ha despejado las nubes en los “oscuros días” que el cine enfrenta actualmente.

Música

Mi lanzamiento musical favorito de este año es una grabación de archivo: “Revelations. The Complete Ortf 1970 Fondation Maeght Rrcordings” del saxofonista Albert Ayler, lanzado por Elemental Music. Se trata de dos conciertos completos que Ayler y su cuarteto dieron el 25 y 27 de julio en la Fundación Maeght, en Saint-Paul-de-Vence, Francia, pocos meses antes de su misteriosa muerte en noviembre de 1970.

El nombre de Albert Ayler, asociado estrechamente con categorías como “free jazz” y “avant-garde”, suele ahuyentar a muchas personas; hay quienes consideran que lo que Ayler hacía ni siquiera era música, sino puro ruido o disonancia. Ciertamente, hay momentos en “Revelations” que parecen confirmar lo anterior, sobre todo en las improvisaciones, pero también es verdad que son muchos más los momentos de intensidad y expresividad, con melodías y armonías que se acercan más a la música gospel, blues y de marchas que al jazz de vanguardia.

Como relata Richard Koloda en su interesante biografía sobre Ayler publicada el año pasado (“Holy Host”), el último año del saxofonista fue particularmente difícil: comenzó con la noticia de que su padre estaba severamente enfermo, con necesidad de cirugía; en el ámbito profesional, el sello discográfico Impulse! decidió no renovar el contrato con Ayler.

En este contexto, el saxofonista entró a una nueva fase de depresión. Entonces llegó la invitación a tocar en el festival Les Nuits de la Fondation Maeght, en Francia. Creada por el promotor y coleccionista de arte Aimé Maeght, esta fundación cuenta con esculturas y trabajos visuales de artistas como Giacometti y Miró, y el festival de 1970 congregó a artistas avant-garde, como Sun Ra, Terry Riley y La Monte Young.

Originalmente, ocho selecciones del concierto del 27 de julio fueron lanzadas en 1971 con el título “Nuits de la Fondation Maeght”, recibiendo mejores críticas que los últimos discos de estudio de Ayler.

Aún más, en contraste con la malas recepción en Estados Unidos, en Francia, Ayler y su banda fueron recibidos como celebridades, e incluso decenas de personas les pidieron autógrafos. Así, los conciertos se sienten como un glorioso pero triste triunfo, pues Ayler no vivió muchos meses más.

Zev Feldman, uno de los productores de “Revelations”, quien encontró la grabación en los archivos del Institut National de l’Audiovisuel de Francia, tuvo el acierto de decidir que la edición fuera lanzada en orden cronológico, de manera tal que quienes escuchemos podamos tener una experiencia similar a quienes atendieron al concierto (y que, por sus aplausos, parece que disfrutaron mucho).

En el primer concierto no pudo estar presente el pianista Call Cobbs, pues perdió el vuelo para llegar a Francia. Probablemente por esa ausencia, destaca la colaboración de Ayler con Mary María Parks, su pareja, manager, cantante y saxofonista soprano. En realidad, por su crucial colaboración y sus aportes en composición, el disco bien podría ser acreditado a Albert Ayler y Mary María.

Por último, pero no menos importante, para serena grabación de “archivo”, el sonido es excepcional, completamente vivo.— Mérida, Yucatán.

Correo: rodrigo.llanes.s@gmail.com

*) Investigador del Cephcis-UNAM

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