Página editorial de Diario de Yucatán

Cuando era pequeño y mi padre me llevaba a presenciar los partidos de nuestros Leones de Yucatán, en el extinto Parque Carta Clara, muchas preguntas llegaban a mi mente, por ejemplo ¿cuánto gana un pelotero? ¿Me firmará la estrella del equipo un autógrafo para presumir a mis amigos?, etc.

Pero me preguntaba particularmente dos cosas: ¿Por qué se llaman Leones si Yucatán no es la tierra originaria de estos animales? y ¿Qué diferencia existe entre el aficionado y el fanático?

La primera respuesta es sencilla y no es la que cree mucha gente, que es por el león rampante que sale en el escudo de la Ciudad de Mérida, o por el famoso León viejo del parque zoológico del Centenario.

La realidad es que fue debido a que en 1954, al convertirse la Cervecería en propietaria de esa novena de béisbol, acababa de sacar al mercado una cerveza negra con el nombre de León, por lo que la gran afluencia de asistentes a los juegos permitiría dar buena publicidad al nuevo producto.

Para aclarar la otra pregunta, vayamos por partes. En términos beisboleros locales, el aficionado es aquel que tiene interés o afición (aunque lo definido no debe ser parte de la definición) por el béisbol o conocedor del deporte, que se documenta lo necesario, conoce las reglas de la competencia, los actores, etc.

Fanático: Se le considera en el mismo ámbito deportivo a todo aquel que apoya a su equipo o ídolo de manera sagrada y, en algunos casos extremos, hasta demencial, y que no tolera que se diga algo malo del mismo, por verdadero o importante que esto sea. Casi se le considera como un loquito con ánimos exacerbados que hasta pinta el tinaco de su casa con la bandera y los colores de su equipo favorito.

En la política también se pueden aplicar estos sustantivos para diferenciar a los unos de los otros de una manera muy simple: aficionado en este caso sería todo aquel que analiza las cosas sin caer en influencias o sesgos que lo haga ser tendencioso. Y fanático sería aquel que defiende de manera radical todo lo relativo a su partido o político predilecto, y muchas veces acaba defendiendo lo indefendible, y muchas veces de forma por demás absurda.

Un gran ejemplo de estos vocablos lo tenemos en tres sustantivos de moda: chairos y fifís o derechairos.

Al chairo lo podemos definir como un fanático de Morena que además cumple al 100% con su objetivo que es defender lo indefendible a capa y espada, por absurdo o ridículo que sea el tema y casi inmolarse si pudiera por su líder máximo o partido.

El sustantivo derechairo, que no es tan popular, sería un fanático de la derecha mexicana, encabezada por el PAN, que defiende ciegamente y al máximo a su partido, sin investigar o documentarse bien de alguna información y denosta de una manera mayúscula todo lo que huela a AMLO, Morena, comunismo o corriente de izquierda.

Es decir, si en un grupo de plática nadie supiera a qué partido apoya o comulga alguno de los participantes, bastaría que le guiñe un ojo al presidente actual o apruebe solo una cosa al actual gobierno, como podría ser el hecho de reconocer el estado actual de nuestra economía vista a escala mundial, la cotización del dólar o los niveles de pobreza (según las estadísticas), para ser tildado o tachado inmediatamente con la expresión “tú eres chairo”.

Como el asunto de moda del caso de las Afores, donde fanáticos y villamelones hablan y discuten el tema basados en información “de primera mano” que no necesariamente es la correcta.

Se puede leer un artículo que está en contra de ese inminente cambio o se puede ver un video que está totalmente a favor, pero la verdad única es lo que las propuestas oficiales contengan en sus líneas y lo que nuestros legisladores aprueben, por lo que surge la necesidad de que este tipo de proyectos de ley sean transmitidos al vulgo en su idioma y no solo en el de licenciados o legisladores políticos.

Quizás el gobierno deba tener algún instituto o instrumento encargado de difundir la información a la población de estos y otros grandes temas legislativos, para enterar correctamente e incentivar a la población a participar.

Letra muerta

En la actualidad para esto o algo muy parecido tenemos en nuestro estado la Ley de Participación Ciudadana, con la figura del referéndum que contiene la posibilidad de que se transmita o publique lo anteriormente comentado, pero en la práctica es letra muerta. Quizá a alguien o algunos les conviene que esto así sea.

Si logramos lo anterior, de estar bien enterados y ser más participativa la población, quizá no tengamos la necesidad de tantos legisladores, pues todos podríamos participar en la votación con la simple aplicación de un celular; la representación que tienen los políticos tiene su origen en la imposibilidad de meter a todo el pueblo a las cámaras de senadores o diputados o a los cabildos municipales para este tipo de discusiones.

Regresando al tema de aficionados y fanáticos, existe un tercer tipo de actor que, tanto en la política como en el deporte, es parte importante del desarrollo de los acontecimientos.

A este actor se le conoce en la tauromaquia como el villamelón, que se considera así al que todo aplaude (porque ve que los demás lo hacen y no sabe ni por qué), todo abuchea, siguiendo a lo que hagan los demás asistentes, pues no conoce ni jota del asunto y ni le interesa saberlo. Es más, a veces ni identifica quién es el toro en el ruedo. En política podemos considerar en este tipo de personas a muchos de los indecisos, que por su falta de interés en el tema, o la triste y baja fama que tiene, no se interesa en ello o hasta dice aborrecerlo y verlo como algo pestilente o desagradable.

En realidad, este segmento de la población es muy importante en número y podría ser el fiel de la balanza en elecciones, por lo que valdría mucho la pena que los grupos de interés, en el caso electoral los partidos y los candidatos, buscaran la forma de involucrarlos a ellos.

Además, si esto ocurre, sería una jugada que traería jiribilla, como los lanzamientos del difunto pitcher yucateco José “Indio” Peraza, o mejor dicho “doble header” como se dice en la pelota, pues además de aumentar el número de votantes, hará unas elecciones más valederas, pues la abstención es uno de los grandes enemigos de la democracia.

Imagine usted, apreciado lector, que tengamos a un presidente que se alce con el triunfo con un porcentaje bastante bajo de la votación; sería algo que no es representativo ni es el sentir de la población en su mayoría.

Si nos vamos a una situación hipotética con los números de un país con más de 125 millones de habitantes y más de 99 millones de votantes, de los que si se considera que un 54% son los que salen a votar en promedio, se haría la voluntad de solo unos 53 millones de habitantes, y si de estas cifras y porcentajes consideramos que un candidato presidencial triunfara con un porcentaje del 51% de los que votaron, estaríamos hablando de la voluntad de un número aproximado de 27 millones de habitantes, o sea un porcentaje aproximado del 21.60% de la población total.

Con esto quiero decir que en este caso podría ganar un candidato de manera legal, pero de ninguna manera es representativo de la población, puesto que de 98 millones unos no votan o deciden y otros no están a favor.

Además de lo anterior, si los indecisos o villamelones de la política se documentaran en ella, tendríamos un padrón con votantes más maduros y conocedores pues ya estarían más documentados y preparados para discernir, y que no se irían con la finta con cualquier meme o video de las redes sociales, o con las dádivas o regalitos que todos dan en campaña pero al acabar ésta, ni el candidato ni el elector se acuerdan de quién es quién.

De alguna forma no es lo ideal o bueno estar considerado en el grupo de los conocidos como fanáticos, pues por supuesto que sería mejor ser aficionado o sea más bien ser o tratar de ser un conocedor del tema que se trate, discuta o comente.

Pero más importante es para el país que se acaben los villamelones y los que no votan, y que en vez de ello ingresen a las filas de los aficionados conocedores (y los que al menos votan).

Con esto engordaremos el padrón electoral y no al león que luego nos comerá. — Mérida, Yucatán.

condeval1@hotmail.com

Ingeniero, Maestro en dirección de gobierno y políticas públicas

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