MOSCÚ (EFE).- El cantante Yuri Mijailichenko, un español de origen ucraniano, es la nueva esperanza del “chansón ruso“, un popular género musical en la antigua URSS que cuenta la dura vida del hombre corriente con mucho humor negro y unos tragos de vodka.

“El comunismo se acabó, cambiamos el dinero, la bandera y el nombre de las calles. Llegó la libertad, corta el último pepino (…). Maldita libertad, es como las mujeres, todo bonito, pero no entiendes nada“, canta en “Terrible juicio.”

El azar llevó a Mijailichenko, músico desde antes de tener uso de razón e hijo de un director de orquesta, a quedarse en Barcelona, ya que la caída de la Unión Soviética en 1991 le pilló en territorio español, donde no había embajadas ucranianas.

“Nunca pensé en emigrar. Recibimos propuestas interesantes de España y me quedé unos años hasta que entendí que Barcelona era mi lugar bajo el sol. Y sin quererlo, ni comerlo, ni beberlo me convertí en un español más…con acento ruso, claro“, aseguró a Efe antes de dar un concierto en Moscú.

Y, de nuevo, la “pura casualidad” le ha llevado a convertirse en el cronista de aquellos que no tienen voz, por que eso es lo que hace el “chansón ruso“, aunque él le ha dado una vuelta de tuerca “muy española.”

“No reconoceré por nada del mundo que en el extranjero se está bien“, canta en “Mamá Barcelona“, un homenaje a su ciudad de adopción.

Las canciones compuestas por los emigrados a Occidente desde la Revolución Bolchevique han marcado la vida de los habitantes del antiguo imperio comunista, ya que sus letras no estaban sujetas a la censura.

Los famosos discos de vinilo sobre radiografías permitió a los soviéticos más atrevidos respirar aires de libertad mucho antes de la llegada de la “perestroika.”

Con la caída de la URSS en 1991 pareció que el “chansón” ya había pasado sus mejores días, pero el éxito de la canción que da nombre al disco de Mijailichenko, “Confesión de un emigrante“, parece haber cambiado la tendencia.

“¿Cómo pudiste vivir sin mí, mi España querida? Te hablaría de mi país, pero, por alguna razón, no lo quiero“, canta en ese tema.

Tradicionalmente, las canciones de este género aluden a una vida marginal con un vocabulario típicamente carcelario, de forma que cuando uno las escucha lo primero que dan ganas es de abrir una botella de vodka.

Pero “Yuri Ispanets” (Yuri, el Español), el seudónimo con el que actúa este kievita de 50 años, ha decidido relatar la vida de los emigrantes rusos que se dedican a la construcción en España.

“Me reuní con mis amigos que trabajan en la construcción en España. Me faltaba vocabulario. La gente aquí no sabe cómo viven esos emigrantes. Aquí no hay héroes“, señala.
Mijailichenko cuenta que esos exiliados conservan tradiciones y costumbres que ya se han perdido en las antiguas repúblicas soviéticas.

“Estaba sentado en una mesa con mis amigos de Armenia, Georgia, Bielorrusia, Rusia y Ucrania y les digo: ‘Os dais cuenta de que los herederos de esa convivencia que tenía la URSS de tantos pueblos en total amor y entendimiento somos los extranjeros que vivimos en España’“, comentó.

Y es que, por ejemplo, en la Rusia actual “el amor ruso de las novelas se ha convertido en un gran interés mercantil en el que se mira el móvil que llevas, el barrio en el que vives y el coche que tienes antes de preguntarte cómo te llamas.”

Por si tenía alguna duda, Villi Tókarev, uno de los padres del género que vendió millones de discos desde EEUU, le dijo tras un concierto: “Yura, tienes la oportunidad de darle voz a la nueva ola migratoria. Eso aún no lo ha hecho nadie.”

El disco grabado en Barcelona y distribuido por Kismet, famoso sello fundado en 1938 en Nueva York, incluye 14 canciones, nueve de ellas composiciones originales de Mijailichenko, que saboreó el éxito en España como miembro del grupo liderado por Mark Parrot.

“El chansón tiene reglas muy estrictas, como el flamenco. Es muy importante cómo te vistes y hay que tener un gran sentido del humor, ya que no todo lo que se dice hay que tomárselo en serio”, apunta.

De hecho, en los conciertos este nieto de cosacos cuya madre nació en un campo de concentración alemán aparece con camisas de flores, gorro, gafas de sol y pantalones de los años 70.

También le ayuda a cumplir con ese papel su voz ronca de fumador empedernido, que recuerda al legendario cantautor ruso Vladímir Vysotski, al que homenajea con dos versiones, una inédita en español de “Cuerdas de plata”.

“Mátenme si quieren ya, córtenme el cuello, pero no me rompan mis cuerdas plateadas“, declama al piano.- Ignacio Ortega