Marlon Brandon en 1953 como Johnny Strabler en el filme “El salvaje (The Wild One)” de László Benedek. La historia está basada en un hecho real ocurrido en el pueblo de Hollister, California
Marlon Brandon en 1953 como Johnny Strabler en el filme “El salvaje (The Wild One)” de László Benedek. La historia está basada en un hecho real ocurrido en el pueblo de Hollister, California

LOS ÁNGELES (EFE).— Inmortalizado como Vito Corleone en “El Padrino” y como el coronel Walter E. Kurtz en “Apocalipsis ahora”, Marlon Brando delineó la historia del cine en Hollywood al ser considerado uno de los mejores actores de todos los tiempos y, a 100 años de su nacimiento, su grandeza y contradicciones aún resuenan con actualidad.

El mundo ha vivido veinte años de ausencia de Brando, quien falleció en 2004 a causa de una fibrosis pulmonar, pero el público sigue evocando su existencia a través de obras cinematográficas con las que marcó un estilo interpretativo único que marcaría un punto de inflexión en la industria y que sería adoptado por sus contemporáneos.

Actores como James Dean, Paul Newman, Al Pacino y Robert De Niro siguieron su técnica: “No hay nadie antes ni después como Marlon Brando. El don era enorme e impecable, como Picasso”, dijo su amigo Jack Nicholson un día después de su muerte.

Rebelde, talentoso, camaleónico e irreverente, Brando nació el 3 de abril de 1924 en Omaha, Nebraska, y aunque recibió el mismo nombre que su padre —el productor de “The Naked Edge”—, su madre, la actriz de teatro Dorothy Julia “Dodie” Brando, fue su gran musa, pero ambos fueron también la fuente de su tormento.

Brando eligió el camino de la actuación pese a la inconformidad de su padre. Se preparó en Nueva York y su carrera despegó en producciones de teatro.

Fue alumno de Stella Adler, de quien aprendió la técnica del director escénico y pedagogo teatral ruso Konstantin Stanislavski conocida como “El método”, que más tarde él mismo popularizaría en Hollywood y que se caracterizaba por el intenso acercamiento psicológico de los intérpretes con sus personajes.

El talento de Brando se hizo evidente en 1946 cuando, sin ser un actor de renombre, impactó a la crítica de cine Pauline Kael en la obra “Truckline Cafe”.

Un año más tarde la potencia de su técnica en “Un tranvía llamado deseo”, dirigida por Elia Kazan, lo posicionó en Broadway y calentaría los motores para conquistar posteriormente la Meca del Cine.

Su primer papel en la gran pantalla fue en “The Men” (1950), en donde dio vida a un veterano de guerra y en 1951 repitió el éxito que obtuvo en Broadway en la versión fílmica de “Un tranvía llamado deseo”, por la que por primera ocasión fue postulado al Óscar.

Dos películas más le fueron suficientes para lograr su calidad de leyenda: “¡Viva Zapata!” (1952), en la que encarnó al revolucionario mexicano, y “Julius Caesar” (1953), en que inmortalizó al Marco Antonio imaginado por Shakespeare.

El Óscar llegó con su interpretación del boxeador Terry Malloy en “Nido de ratas” (1954), y tras su actuación en “Sayonara’”(1957), también postulada por la Academia de Hollywood, tras un período de papeles poco relevantes revolucionó la industria del cine junto a Francis Ford Coppola con el estreno de “El Padrino” (1972).

El papel del capo de la mafia siciliana, que incorporó su carrera en los anales del cine, le valió un segundo Óscar al mejor actor, que rechazaría a manera de protesta ante el trato y representación de Hollywood de nativos americanos.

Tras dar vida al mafioso protagonizó la controvertida “El último tango en París” (1972), de Bernardo Bertolucci, en la que se retrataba una violación tan realista que años más tarde la actriz Maria Schneider denunció como verdadera al no haber sido avisada ni por Brando ni por el director de que existiría esa escena en el filme.

Detrás del carisma y el brillo de Brando en la pantalla se escondía un hombre atormentado que sufrió el alcoholismo de su madre, a quien tenía que rescatar de escenarios delicados, y que fue víctima de un padre iracundo, abusivo y que nunca reconoció su talento.

Aunque fue un actor muy privado, Brando forjó fama de mujeriego. Se casó en tres ocasiones, tuvo once hijos y se relacionó con estrellas de cine tan grandes como Marilyn Monroe, con quien mantuvo una relación intermitente por años, según su autobiografía “Songs My Mother Taught Me”.

No tuvo miedo al aceptar que había mantenido relaciones homosexuales en distintas ocasiones y los rumores involucraban a figuras como James Dean y Jack Nicholson.

En la última etapa de su vida atravesó momentos complicados, como el asesinato del novio de su hija Cheyenne, del que su primogénito fue culpado, y que devino en el suicidio de su hija años más tarde, problemas de sobrepeso y soledad.

Su última película fue “The Score”, de Frank Oz, en donde se reunió con Robert De Niro y tres años más tarde murió en Los Ángeles. Sus cenizas fueron esparcidas entre su isla en Tahití, Tetiaroa, y el desierto del Valle de la Muerte, en California.

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