Siempre se vuelve al primer amor”, dice el tango, y antenoche la Orquesta Sinfónica de Yucatán volvió a ser dirigida por su director fundador, Juan Felipe Molano, quien la guiara entre 2004 y 2008 en temporadas memorables que incluyeron obras de autores yucatecos, óperas, conciertos didácticos y presentaciones en el interior del estado.

El director colombiano, de 49 años de edad, eligió para este reencuentro con la agrupación yucateca un programa pensado para el lucimiento de la orquesta. Su intención, sin duda, era probar el nivel que ha alcanzado el instrumento que él contribuyó a formar y exponer al público el amplio dominio del oficio que posee.

También, fiel al compromiso que mostró desde sus inicios, Molano incluyó en el programa a un compositor latinoamericano contemporáneo, el peruano Jimmy López (1978), al lado de los posrománticos Richard Strauss (1864-1949) y Serguéi Rajmáninov (1873-1943).

Así pues, el programa abrió con el cuarto movimiento de Fiesta de López, titulado “Techno” en referencia a la energética música que se baila en antros desde fines del siglo pasado.

Decir que la percusión tiene un papel protagónico y que el bombo y los platillos en un momento dado reproducen el ritmo característico del techno no hace justicia a la complejidad rítmica y el “salvaje” manejo de los colores orquestales que muy rápidamente han hecho de esta una composición favorita del repertorio latinoamericano.

De la fiesta latina el programa se desplazó hacia una fiesta de emociones traducida musicalmente con todos los recursos tímbricos y armónicos de que un compositor de fines del siglo XIX podía disponer tras la revolución armónica y formal de Wagner.

Conducida con enjundia y precisión por Molano, la OSY nos llevó por los altibajos de la trayectoria amorosa de Don Juan, según los tradujo musicalmente un veinteañero Richard Strauss, inspirado por su apasionada relación con Dora Wihan-Weis y convencido de que la ruta era la música programática. Para terminar, la gran orquesta requerida por Strauss creció un poco más con el piano, un saxofón alto, el clarinete bajo y la percusión completa para ejecutar las Danzas sinfónicas, última obra de Rajmáninov, escrita en 1940 y algo más moderna en su lenguaje que otras composiciones suyas, pero igualmente accesible para gustos conservadores.

Empuje rítmico

Como Don Juan, los tres tiempos de la Danzas sinfónicas, originalmente titulados “Mediodía”, “Crepúsculo” y “Medianoche”, dieron ocasión a la orquesta y al director para exhibir su virtuosismo —y el de sus secciones y solistas—, con episodios de empuje rítmico, tutti estruendosos y momentos de lirismo (la sección central de la primera danza, con su diálogo entre el saxofón y las maderas, por ejemplo).

El reencuentro entre la OSY y su primer amor resultó feliz y mostró al público lo que han crecido ambos.

La agrupación se enfrentó con solvencia al reto de ejecutar en un programa tres obras de envergadura.

Sus secciones y solistas –siempre destacables Christopher Collins y Alexander Ovcharov– cumplieron más que correctamente. Es evidente que para obras posrománticas hace falta una cuerda más nutrida, pero eso ya no tiene que ver con los músicos, aplaudibles sin reservas.

“La orquesta es un icono para el sureste de México; es un instrumento de gran versatilidad”, nos dijo Juan Felipe Molano después del concierto. Y reconoció el nuevo aire que ha dado a la agrupación el director José Areán al programar obras de compositores y compositoras mexicanos y latinoamericanos, y recuperar el sentido social del conjunto.

Apoyo a la OSY

¿Qué le dirías a la persona que pronto ocupará la gubernatura del estado?, le preguntamos, contagiados del entusiasmo que exudaba al final de una jornada en la que también ofreció un concierto didáctico y una charla.

“Que le dé todo su apoyo a la orquesta. Que piense que no se trata solo de un grupo de músicos, sino de un público cada vez más amplio. Y que esta orquesta es de Yucatán, pero también de toda la región”.— Enrique Martín B

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