Plaza Grande de Mérida. Es sábado 1 de marzo de 2025 en la noche. Allá están las parejas de enamorados, algunos adultos mayores conversando, turistas tomándose fotos en las letras de la ciudad, chiapanecas vendiendo artesanías, un indigente durmiendo en las nuevas bancas.
Una ausencia notable en el principal espacio de reunión del centro de la ciudad es la de los trovadores, desde hace ya varios años.
No se les ve en los cuatro lados de la plaza. Ninguno de ellos frente a los palacios Municipal o de Gobierno, o de la Casa de Montejo y la Catedral.
Un mes atrás, de noche, se vio a uno solitario, sentado en la acera del Centro Cultural Olimpo, en la esquina de la calle 61 con 62. Tocaba su guitarra, sin clientes a la vista, fastidiado.
Lunes 3 de marzo, a las 4:30 de la tarde. Un trovador canta “Peregrina” a un matrimonio de visitantes nacionales que saboreaban sus helados en conocida sorbetería ubicada frente a la Plaza Grande.
Al concluir, pasaba a las demás mesas ofreciendo sus canciones. Es de los pocos a los que se puede ver en las cercanías del corazón de la ciudad.
¿Qué le pasó a los trovadores en Mérida?
“Trova, trova, trova”, se anunciaban hace algunas décadas a los automovilistas que circulaban de noche por la plaza, todos ellos vestidos de blancas guayaberas.
Se les escuchaba cantar y estaban en todos los rincones del parque principal, a donde acudían jóvenes y adultos para contratar sus servicios para llevar serenata a las enamoradas, novias o esposas.
Eran otros tiempos y todo indica que esa estampa meridana no regresará.
Vigilantes nocturnos, policías, taxistas y caleseros confirmaron la ausencia de los trovadores de la Plaza Grande, desde hace varios años, aunque dicen que de vez en cuando se les puede ver.
Trovadores consultados informaron que el acabose para ellos fue la pandemia del Covid-19. Algunos de ellos, mayores de edad, fallecieron, y otros se retiraron.
En otros tiempos, varios se fueron a Cancún para prestar sus servicios en los hoteles, donde las ganancias eran buenas. “Allá estaba la mata”, dijo uno de ellos.
Cada 14 de febrero o en el Día de la Madre regresaban a Mérida por la elevada demanda que entonces tenían sus servicios. Sin embargo, hubo quienes optaron por regresar de manera definitiva a esta ciudad por la crisis de inseguridad que se desató en Cancún.
Antes de la pandemia, los tríos que llevaban serenatas cobraban 600 pesos por el servicio, que incluía cinco canciones. En estos días, por siete canciones, el precio es de 2,000 pesos, aunque hay quienes cobran menos.
Sobre la casi total ausencia de trovadores por las noches en la Plaza Grande, Pedro Ortiz May, del trío “Los Aluxes”, dijo que muchos se murieron, ya que eran de edad avanzada o están enfermos.
“Los más chavos tenemos 70 y pico, somos los que quedamos en las calles”.
“Vienes a perder tiempo, ya no es costumbre”, agregó. Ahora hacen recorridos por los restaurantes del centro de la ciudad para buscar clientela. Acuden por el parque Hidalgo, Santa Lucía y otros sectores.
“Los jóvenes ya no llevan serenatas”, afirmó Ortiz May.
¿Por qué los jóvenes no llevan serenatas?
“Ya no hay amor, no se enamoran”, respondió.
Luego comentó que a él lo contratan dos o tres veces al mes para llevar serenatas a mujeres de 70 u 80 años.
Otro trovador, Miguel Antonio Ábrego Peña, quien caminaba en la calle 62 entre 57 y 55, preparándose para viajar a Progreso, afirmó que desde hace mucho tiempo no acude a la Plaza Grande y atribuyó la ausencia de varios de ellos en ese sitio a que fallecieron.
El entrevistado viaja al puerto para instalarse en la zona de venta de artesanías, a donde llegan los turistas que bajan de los cruceros.
Ahí interpreta canciones yucatecas y “de todo”, por las que recibe propinas de los visitantes extranjeros.
“Lo que pidan los turistas, toco de todo”, dijo.
Cuando se lo piden sus amigos, lleva serenatas. Canta cinco o seis canciones y le pagan $500 ó $600.
“No siempre hubo trova en la Plaza Grande”
Hace varios años la Plaza Grande se encontraba llena de trovadores y ahora es raro encontrar a uno de ellos en ese sitio. “Es una tristeza”, dijo José Vidal Salazar Franco, quien tiene una trayectoria de 39 años en tríos.
Asimismo, según su visión, ahora en ese céntrico espacio hay muchos eventos que impiden a los automovilistas circular, y consideró necesario que se les ubique en un espacio adecuado para ofrecer sus servicios.
Actualmente, agregó, tienen que buscar dónde trabajar y en su caso acude a restaurantes, cuyos gerentes o encargados le permiten el paso.
En ocasiones toca una o dos canciones en cada uno a clientes de esos establecimientos, a veces ninguna, y cobra 50 pesos por canción.
Por una serenata de cinco canciones el precio es de 1,200 a 1,500 pesos.
Con nostalgia afirmó que en la década de los 90 cada 10 de mayo llevaban entre 10 y 15 serenatas por trío y ahora una si acaso.
“Para el 14 de febrero, nada. La juventud ya cambió mucho, son muy cibernéticos. Hasta para preguntarle a su novia qué quiere comer se le dice por celular”, señaló.
Luis Pérez Sabido, presidente emérito de la Sociedad Artística “Ricardo Palmerín” y creador de las serenatas de Santa Lucía de los jueves, afirmó que la trova yucateca no surgió en la Plaza Grande, sino en el parque de San Juan, donde Cirilo Baqueiro Preve (Chan Cil) compuso en 1880, con versos de José Peón Contreras, la canción “Despedida”.
Hace varias décadas los trovadores se congregaban en otros parques, como los de Santiago y Santa Ana y el Olimpo. “No siempre hubo trova en la Plaza Grande. Los trovadores van donde se reúne la gente”.
Falta de amor y vecinos en la Plaza Grande
Él atribuyó la ausencia de ellos en la Plaza a que ya no hay gente que viva alrededor de ese céntrico espacio y el primer cuadro, y ahora abundan los comercios.
El poeta afirmó que el objetivo de llevar serenatas es conquistar a la novia y que sí se siguen llevando. “No está en crisis la trova yucateca, el romanticismo es característico del yucateco, el yucateco cree en el amor”.
También destacó que hay eventos instituidos como los martes de trova en el Centro Cultural Olimpo, los miércoles en el Museo de la Canción Yucateca y cada jueves son las serenatas de Santa Lucía, que ya cumplieron 60 años.
En marzo de 2017 el músico Rodolfo Santos sentenció:
“Muchos dicen que se está acabando el amor a la trova y no es así. Lo que pasa es que ahora no hay tanto dinero para pagar serenatas, pero el cariño a la trova no creo que se extinga. La trova está aquí con nosotros, ya llevamos más de cien años, así que será muy difícil que desaparezca, es parte de nuestra carne, de nuestra sangre”.
Aunque en la zona ya cerró el conocido bar “El trovador bohemio”, en Santa Lucía se espera larga vida para las serenatas de los jueves en la noche, siempre vigiladas en el ya restaurantero parque por los bustos de 11 titanes:
Pastor Cervera, Pepe Domínguez, Guty Cárdenas, Ermilo Padrón López (“Chispas”), José Antonio Zorrilla Martínez (“Monís”), Cirilo Baqueiro, considerado el padre de la canción yucateca; Sergio Esquivel, Luis Rosado Vega, Ricardo Palmerín, Ricardo López Méndez y Armando Manzanero.— Alejandro Acevedo Vales




