Los testimonios presentados durante el foro peninsular “Muerte masiva de abejas”, realizado en el centro comunitario Noj Naj en Chacsinkín, no solo fueron emotivos, sino también respaldados por datos duros.
Remy Benoit Marie Vandame, investigador en ecología de abejas y del Colegio de la Frontera Sur, expuso cifras alarmantes sobre la crisis apícola en la Península.
Muerte de abejas, un golpe a la economía
La muerte masiva de colmenas por intoxicación con agroquímicos no es un hecho aislado, sino una tendencia que pone en riesgo no solo la biodiversidad, sino la economía y la seguridad alimentaria de la región, dijo.
En 2023 en la región de Los Chenes, Campeche, ocurrió uno de los incidentes más graves de los últimos años: la muerte de 3,300 colmenas en un solo día, provocando pérdidas estimadas en 13 millones de pesos.
El daño incluyó 4.5 millones de pesos en pérdida de cosecha de miel; 3 millones de pesos por el valor de las abejas muertas y 5 millones de pesos por afectación en la producción agrícola.
Además, 80 apicultores y jornaleros perdieron su fuente de trabajo.
No ha sido un caso aislado. Hace apenas 10 días se reportó otro evento grave en Tekax, donde murieron 99 colmenas en cinco apiarios, con pérdidas de $465,083; $93,482 en pérdida de cosecha de miel; $118,800 por el valor de las abejas muertas; $252,801 por afectación en la producción agrícola y tres apicultores perdieron su fuente de trabajo.
“Hay muchos casos de intoxicación sin denunciar, solo son aceptados como algo norma, pero son abejas que se mueren, trabajo e ingresos que se pierden, no fue un caso pequeño porque estamos olvidando las que se murieron alrededor; no normalicemos este caso”, expresó.
En Tizimín (2024) se afectaron 38 apiarios y 500 colmenas, generando un impacto de 4 millones de pesos, mientras que en Hopelchén (2023) las pérdidas sumaron 12.990,418 pesos y en 2024 se perdió 2.467,352 pesos.
Según se denunció, incluso ocurre que los menonitas rentan colmenas para la polinización de sandías, pero posteriormente fumigan los cultivos y matan a las abejas, una práctica irresponsable que sigue impune.
También otro de los factores preocupantes para las abejas es la deforestación, debido en gran parte a la siembra de soya transgénica, creando monocultivos que son considerados “desiertos verdes” para las abejas.
En los últimos 25 años (desde 1996) se ha perdido el 9% de la selva maya, con tasas de deforestación más aceleradas, 7-8% en Quintana Roo, 4% en Campeche y 21% en Yucatán.
En total, las abejas aportan 2,700 millones de pesos anuales a la economía agrícola de la Península, siendo responsables de más de una cuarta parte de los alimentos producidos en los solares mayas, con un promedio de más de 500 kilos por año.
Los colectivos participantes en el foro fueron claros al señalar que el modelo agrícola actual es insostenible.
“Nos hacen creer que no puede haber producción sin plaguicidas, pero eso es una mentira”, afirmaron.
Existen alternativas: la agroecología, la rotación de cultivos, y sobre todo el respeto al conocimiento campesino y maya que ha sabido convivir con la naturaleza por generaciones.
Sin embargo, esas alternativas requieren voluntad política, acceso a la tierra y una transformación profunda en las prioridades del Estado. Mientras eso no ocurra, las comunidades seguirán defendiendo sus territorios a través del diálogo, la educación ambiental y la denuncia pública.
“Esta no es solo una lucha por las abejas, es una lucha por la vida”, dijo una de las participantes. En cada colmena perdida, no solo mueren miles de insectos esenciales, también se pierde una parte del equilibrio ecológico de la península, del sustento de familias enteras y de la sabiduría milenaria que reconoce en las abejas a maestras, guardianas y aliadas.
La defensa del territorio y las abejas requiere de la acción conjunta de apicultores, meliponicultores, campesinos y otras partes interesadas, incluyendo el diálogo con la comunidad y la documentación de casos de intoxicación y deforestación para exigir acciones.
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