(Primera Columna publicada el 24 de mayo de 2005)

Hemos recibido, por correo electrónico, manifestaciones de inconformidad con la publicación en el Diario de fotografías del Arzobispo de Yucatán en actitudes afectuosas e incluso halagadoras con representantes de la familia Abraham Mafud.

Se refieren a las gráficas de la página 12 de la sección Imagen del domingo anterior. Gráficas relativas a la cena que el Club Libanés ofreció a monseñor Berlie Belaunzarán con motivo del décimo aniversario de su traslado a esta arquidiócesis.

Una de las fotografías corresponde a una deferencia del señor Berlie: antes de ocupar el puesto que se le había designado en la mesa de honor, hizo escalar en la mesa de Asís Abraham Dáguer y sus familiares, para compartir con ellos varios minutos de plática.

En la mesa de los señores Abraham estaba sentada también Guadalupe Loaeza, escritora que se ha distinguido por sus recientes puntos de vista desfavorables a Armando Medina Millet, expresadas en un periódico de la ciudad de México con motivo del trato que el caso Medina Abraham está recibiendo en la Suprema Corte de Justicia.

Los conceptos de la escritora coinciden con los argumentos de la acusación de homicidio que originaron la sentencia que desde hace nueve años mantiene en la cárcel a Medina Millet.

No debe sorprender al inconforme que monseñor Berlie exprese públicamente la simpatía con la que distingue a los abogados de Medina Millet. No la ha ocultado en los nueve años del proceso judicial y ha sido más evidente conforme el caso Medina Abraham se acerca a su definición. Esta simpatía se ha interpretado incluso como un apoyo moral y ha suscitado discrepancias que han levantado polvaredas doctrinales.

La simpatía a que nos referimos es tanto más evidente cuanto que el señor Arzobispo, como se sabe, dispensa un trato distinto, opuestos diríamos, al ingeniero Medina y su familia.

La inconformidad puede tener su origen también en las opiniones documentadas, compartidas por el Diario, en el sentido de que Medina Millet estaría en libertad desde hace mucho tiempo si el suyo fuera sólo un caso judicial. Está muy extendido el convencimiento de que jueces imparciales no habrían aceptado, por ser falsas, las pruebas de homicidio en que se basa la sentencia que lo condenó.

Desde esta óptica, que considera al Medina Abraham como un caso político dirigido hasta hoy por una mafia desenchufada de los evangelios, se podría deducir que si los jueces hubieran procedido en una forma cristiana -la justicia es un valor religioso- Armando Medina quizás nunca habría pisado la cárcel.

A los inconformes con la actitud del señor Arzobispo expuesta en estas líneas se les sugiere, como ayuda espiritual que los alivie, unos conceptos del Padre Francisco Fernández Carvajal en la página 13 del volumen IV de “Hablar con Dios”, colección de meditaciones para cada día del año. Los reproducimos a continuación:”Aquel que ama a Dios es quien mejor y más ama a sus criaturas… a algunas es fácil amarlas, a otras, es difícil: no son simpáticas, nos han ofendido o hecho mal; sólo si amo a Dios en serio llego a amarlas en cuanto hijas de Dios y porque Él me lo manda.

“Sólo en Dios podemos entender de verdad a los hombres todos, comprenderlos y quererlos, aun en medio de sus errores y de los nuestros, y de aquello que Humanamente tendería a separarnos de ellos o pasar a su lado con indiferencia”.

Hagan los inconformes el esfuerzo de canalizar por este cauce cristiano el malestar que sientan por esas fotos que asocian una vez más a monseñor Berlie con la familia que representa a la acusación en el caso Medina Abraham.

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