(Primera Columna publicada el 21 de enero de 2007)

Absorto en un pensamiento, César Pompeyo silba suavemente en la Plaza Grande la melodía de “Té para dos”.

—¿La canción de Doris Day en su película de 1950? —pregunta el reportero al llegar a la banca de costumbre. Coleccionista de discos, guarda como un tesoro un álbum de ocho de la orquesta de Axel Stordahl. En octavo la rubia actriz canta “Té para dos”.

—La canción es de “No, no Nanette”. Una comedia musical estrenada en Broadway allá por 1924 ó 25 —Pompeyo precisa—. La llevaron al cine unos 25 años después y ganó el Globo de Oro.

—Prepara usted algún artículo sobre estos premios que nos suelen anticipar ¿quiénes son los favoritos para los Oscares de Hollywood?

—No: me vino a la mente “Té para dos” mientras continuaba el análisis que me pediste sobre las elecciones de gobernador. Me acuerdo también de “El hombre que vino a cenar”, con Spencer Tracy y Katherine Hepburn. ¡Qué tremenda sorpresa! Y de “La visita que no tocó el timbre” , aquella comedia que un ilustre español, Joaquín Calvo Sotelo, el autor de “La muralla”, estrenó en Madrid, ¡qué coincidencia!, en 1950.

—Le va usted a poner música y letra a la campaña política yucateca?
—Yo no, periodista. Yo sólo veo y oigo, apunto, medito y comentario. Mis comentarios, como te dije, no aspiran a pasar de la sugerencia, de la interpretación personal. No son pronósticos. Tú mismo, en tu columna, te deslindas de mis opiniones. Subrayas que todo son cosas mías.

—Como están esas cosas, Ana Rosa —no es intencional la rima— compondrá la música y escribirá la letra de la campaña. Tal vez, incluso, el desenlace además del argumento. Es la visita que no toca el timbre y llega cuando nadie la espera. Es el contratiempo de última hora. El que nos pone a pensar qué vamos a hacer ahora. Instalado en la comodidad del apoyo visible del grupo del gobernador, el candidato panista Xavier Abreu había comenzado a similar la sorpresa agridulce que ha sido Ivonne Ortega Pacheco.

—Sorpresa agria, reportero, porque tú me has dicho, y no lo pongo en duda, que Ivonne, hoy candidata del PRI a la gubernatura, derrotó por varios millares de votos a Beatriz Zavala Peniche en la reciente elección de senadora. Claro: en todo Yucatán menos en Mérida.

—Pero dulce también, joven amigo, porque, tú lo sabes mejor que nadie, Mérida ha sido, para el PAN, la novia envidiada. La del “sí” a cualquier hora. La esposa fiel y amorosa de que hablan las epístolas y los evangelios que nos gusta escoger para las misas de boda. Hace 17 años que está casada con el partido. Desde mucho antes hubo pruebas indudables —Molina Castillo, Correa Rachó— de esa devoción meridana por los galanes y las héroes de Acción Nacional…

—Nada más, don César, que a esa esposa abnegada de 17 años ya le están poniendo los cuernos, y usted no ignora, nosotros lo acabamos de público, que en esta sociedad nuestra, que tanto se está alejando del confesionario y el comulgatorio, del catecismo y el arzobispo, de los fervores y los monseñores, ¿dónde iremos a parar?—, en esta sociedad nuestra, repito, los divorcios están a la orden del día.

—Yo no estoy estudiando, reportero, si el grupo del gobernador, si los últimos alcaldes que hemos tenido, si Xavier, cuando estuvo en los palacios, le han puesto los cuernos a Mérida. Algo he oído, sí, pero ya sabes lo chismosos que somos los yucatecos cuando nos cuentan algo que parece ser verdad. Los panistas estaban convencidos de que Mérida les dará de nuevos los miles, bastantes millas de votos que el señor Abreu necesita para remontar la ventaja que a la señora Ortega Pacheco se le asigna en el interior del Estado. Los mismos votos que permitieron a Beatriz Zavala llegar al senado.

—El PAN se preparó para el “tete a tete” con el PRI que hemos visto tantas veces. Para la mesa de “Té para dos” que ha sido siempre, hasta hoy, la campaña por la gubernatura. Té para dos. Dos para el té. Tú y yo nada más. Solos. Ana Rosa está desbaratando las estrategias y las tradiciones. Se ha empeñado en convertir el té para dos en cena para tres. Una cena que no se sabe cómo va a terminar. Un suceso que aquí nunca habíamos visto ni previsto. Por lo menos los que vivimos. De la comodidad del continuismo, que parecía un colchón de plumas, un seguro de vida, el panismo ha pasado a la angustia de que la señorita Payán Cervera les quite en Mérida los votos que necesitan, los sufragios indispensables para que se repita en Xavier la historia de Beatriz. Ha pasado a los temblores de que, a pesar del audido apoyo de don Patricio, no obstante la denunciada intervención presidencial de don Felipe a favor del señor Abreu, Mérida, cornuda y alborotada, le abra a la candidata rebelde, a la que no ha tocado el timbre, a la que nadie esperaba, le abra, repetimos, la puerta a la gubernatura.

Nanette es la chica inconforme, de conocida familia —no es una advenediza—, que sueña con ser gran estrella y pide a un equipo de Broadway que monte el espectáculo, con ella como protagonista, que será su consagración en las tablas. ¿Es Ana Rosa la Nanette de nuestra campaña política? ¿Es el Frente Amplio Progresista el equipo de partidos que la pueda llevar a Palacio? En esta cena para tres la división del pastel, planeada ya, se ha convertido ahora en pesadilla, quizás en un temor que no se acepta pero se nota. Hay poca duda sobre qué ración del pastel se llevará Ivonne. ¿Cuánto le quedará a Xavier?
César Pompeyo le pone esta cereza al pastel: “En cualquier dirección que la campaña tome, en cualquier resultado en que concluya, la intervención de la señorita Payán será determinante. Ana Rosa puede tener la sartén por el mango. Será el campo de la balanza si cuaja su candidatura. Una candidatura que tiene al panismo y sus corifeos en trance de insomnio, colon irritable y aguda susceptibilidad, si no arrepentimiento tardío”.

Recuerde el lector nuestra súplica encarecida. La columna se concreta a transmitir los razonamientos del señor Pompeyo. Ni los aprueba ni los rebate. La columna, como veremos otro día, ni quita ni pone rey: sólo ayuda a su señor.

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