(Primera Columna publicada el 23 de enero de 2007)
Mientras el PAN se debate entre las convulsiones de la discrepancia y los sismos de las renuncias, los estrategas de la oposición ponderan a Ivonne Ortega Pacheco los beneficios del refrán que propone: “Siéntate a las puertas de tu tienda y verás pasar el cadáver de tus enemigos”.
Fundador, como se sabe, del movimiento cerverista, César Pompeyo aplaude en la Plaza Grande que la sobrina del extinto caudillo de Dzemul haya guardado con acierto la compostura y prudencia que aconseja aquel antiguo proverbio árabe, pero se apresura a advertir que alrededor de la tienda merodean ya los emisarios del pasado con la intención de que sean los enemigos quienes vean pasar el cadáver de la candidata del PRI a la gubernatura.
Vocero del cerverismo químicamente puro, Pompeyo lamenta que Ivonne se haya apartado de su tienda para concurrir en la ciudad de México a una de las concentraciones tradicionales en el calendario de los corruptos mexicanos.
—Sólo alguien que no la quiere, que conspira para que su proyecto político fracase —indica don César— pudo haberle sugerido a la candidata que asistiera la semana pasada, el miércoles 17 de enero, como publicó tu periódico, a la comida que el arzobispo Antonio Chedraoui, jefe de la Iglesia Ortodoxa en México, ofreció en exclusivo club de golf de la capital de la república para celebrar el cumplimiento de sus 75 años de edad.
Ante las personas que se han reunido alrededor de la banca de costumbre al oír el nombre de Ivonne Ortega —ya se sabe los atractivos que la oposición tiene en estos momentos—, Pompeyo expone su versión sobre los pliegues penumbrosos de la personalidad de archimandrita. Sobre su habilidad para codearse con los corifeos del macromundo político y social mexicano. Sobre su poder para convocar también a los capitostes del inframundo —se dice que son los mismos— y reunirlos en sus saraos.
—Han abusado de la inexperiencia o la ingeniosidad de Ivonne —don César prosigue— para acercarla a figurones y figuritas de la vida pública que la distanciarán del pueblo. —¿Quién es figurón y quién figurita, don César? —pregunta el reportero mientras repasa la lista de invitados a la pachanga de monseñor.
Pompeyo no suelta prenda, pero insinúa que, en las galas que organiza y las actividades clandestinas que se le asignan, el jerarca ortodoxo suele alternar con representantes conspicuos de la mafia que traumatizó el prestigio moral del gobierno de Vicente Fox y le impuso una trayectoria que lo alejó de las genuinas aspiraciones del pueblo mexicano a la decencia y otras virtudes esenciales del bien común.
—Tenga usted cuidado con lo que dice, señor Pompeyo —recomienda el reportero—. En el cumpleaños de Chedraoui estaba el obispo de Ecatepec, don Onésimo Cepeda. Después de despedir al nuncio José Bertello en el aeropuerto de Mérida el martes 16, el arzobispo de Yucatán, don Emilio Berlie, tomó enseguida el avión para asistir al ágape del archimandrita. Nada menos que el cardenal Norberto Rivera, primado de México, dirigió las oraciones que precedieron al banquete. Recuerde usted, don César, que estos prelados del Club de Roma…
—Lo que no recuerdo, periodista, es que don Norberto y sus socios en ese club hayan hecho alguna contribución conocida a la causa de la verdad y la promoción de la justicia en Yucatán. De lo que sí me acuerdo es de las pruebas publicadas para denunciar la infiltración de la mafia en las cúpulas religiosas.
Escarba un poco y verás por qué los sacerdotes y la religión ocupan el penúltimo lugar entre las personas y los valores que influyen en la conducta de los jóvenes yucatecos. No me mires así: tú lo publicaste y varios presbíteros lo confirmaron. Ninguno es monseñor, claro.
—También publicamos, don César, que no sólo los obispos le hacen la corte a Antonio Chedraoui. El propio don Felipe le envió una felicitación calurosa que el mismo archimandrita leyó en voz alta…
—No me extraña: el Presidente también apoyó a Xavier. Tú lo publicaste, pero sin precisar si los yucatecos se lo habían pedido o fue la respuesta de Los Pinos a una rogativa inconfesable del partido.
—Además —vuelve a hablar el reportero—, el señor secretario de Gobernación tuvo a su cargo el discurso oficial de alabanza al dignatario ortodoxo. Estaban también la secretaría de Desarrollo Social, el ministro de Salud, el procurador general de la nación, el secretario de Turismo, el director de la CFE, el mero mero del Seguro Social, en fin, los tenores y sopranos del gabinete, la flor y nata de los prohombres de Acción Nacional…
—Por eso, reportero, renunció Ana Rosa. Por eso el PRD tuvo 14 millones de votos. Por eso Ivonne Ortega debe cuidarse de las invitaciones, las sugerencias y los cantos de sirena que buscan extraviar sus buenos propósitos, desviarlos de las coordinadas de la renovación y encallarlos en los vicios del pasado. Los lobos con piel de oveja ya están rodeando el pastel. Cuidado: dime con quién andas y te diré quién eres. Dime de dónde vienes y te diré a dónde vas. Dime a quién le enciendes veladoras y te diré qué demonio te está tentando…
La columna sólo le enciende veladoras a Dios, no se mete con las cúpulas y no quiere problemas con Calderón. Con el archimandrita menos, pues sabe lo largo que tiene el brazo y hasta dónde llega. La columna se concreta a transcribir la homilía de Pompeyo, con un comentario oído en la Plaza Grande: la velocidad a la que la gente se corrompe hoy supera ya los récords históricos. Aquí dejamos colgado este saco para que se lo pongan aquellos a quienes les vengan. Si van a hacer cola, que respeten las jerarquías y tengan en cuenta los méritos.
