(Primera Columna publicada el 27 de noviembre de 2007)
Hasta la banca de César Pompeyo llegó el fin de semana la noticia extraoficial sobre presunto cónclave de cardenales del PRI.
Un cónclave convocado con urgencia en la ciudad de México para evaluar el impacto desconsolador que el escándalo yucateco de la Cousey tiene y podría tener en las esperanzas que el partido abrega de retener su control del Sureste. Un control que depende de nuevos triunfos electorales en Yucatán puestos hoy en peligro por arraigos y comparecencias que mantienen a la sociedad con los pelos de punta. Un control que ocupa una posición indispensable en la estrategia priista para recuperar la presidencia de la república.
Pompeyo leyó con asombro la lista de purpurados que se encerraron en secreto —precisa la versión— para deliberar sobre la crisis política que los procedimientos judiciales en Yucatán pueden destapar de un momento a otro, si es que no la han destapado ya.
¿Quién es el padre de la criatura? O sea: ¿quién es el autor intelectual (?) de los arraigos? De los arraigos que llevan a las comparecencias. De las comparaciones que conducen al escándalo. Del escándalo que degenera en crisis. De la crisis que termina en… Cuidado: que no se acuse a Pompeyo de machista y enemigo de la equidad de género. Atribuir a un padre la responsabilidad de la crisis, la concepción del escándalo, no significa en don César un deseo de discriminar a las mujeres. Es nada más un acto de defensa propia, no sea que Coparmex lo acuse de cacería de brujas.
La paternidad de la criatura estuvo al frente de los asuntos que habrían discutido, entre otros personajes, Manlio Fabio Beltrones, Enrique Jackson y Beatriz Paredes. Natividad González Parás, gobernadora de Nuevo León, especialista en ambulancias y otros tópicos del Mayab. Félix González Canto, sacerdote del sumo del Sureste. Enrique Peña Nieto, mentor de ejecutrices… En una silla vacía, el retrato del patriarca Carlos Salinas.
Los objetivos de la criatura, para uno muy claros, para otros muy turbios, para los demás tanto claros como turbios, y las consecuencias de los objetivos fueron evaluadas con horror por los cardenales. En cierto momento habría repicado un celular. Ante la falta de respuesta se encendió en la pantalla un mensaje atribuido a un inmobiliario de Chablekal: “¿Cómo lo ves? ¿Fuera de control? Espero instrucciones”.
Hubo instrucciones. Parece que perentorias. Sea por encomienda inaplazable del sacro colegio o por propia iniciativa, lo que sí consta es que Emilio Gamboa Patrón tomó el avión y vino a Mérida. Vino a una conferencia en el ojo de la tormenta de los 100 días. No le fue posible a Pompeyo averiguar con certeza si el clima de la reunión tormentosa entre la gobernadora y el diputado se caracterizó por los rayos y los truenos. Algo quedó prendido con alfileres, o desprendido de plano, porque fue necesaria otra conferencia de perfiles inéditos, sin precedente en la historia de nuestras tempestades. Lo veremos enseñada.
La primera confrontación “tet a tet” entre Ivonne y Emilio sucedió en una oficina del complejo Siglo XXI. Eso dicen. Trascendió de fuentes anónimas que la señora Ortega habría insistido en un agravio. Que hay delegados federales que no le dirigen la palabra. Que otros hacen como que no la ven cuando ella está aquí.
Se supone que Gamboa Patrón le preguntó sobre las relaciones entre los delegados federales y los arraigos domiciliarios. ¿Es claraturbia? ¿Turbioclara? Se supone también que Emilio se presentó a la junta del siglo con dos credenciales. El oficial de líder de la cámara. La extraoficial que ampara sus intereses extracurriculares en Chablekal. ¿Cuánto capital ha invertido en la inmobiliaria? ¿Una fortuna? ¿Ninguna? Lo que sí se sabe es que el nombre de su hermano Mario es mencionado cuando se habla de los inversionistas del Country. Lo que también se sabe es el cariño fraternal que distingue el trato entre ambos. Dos para uno y uno para dos, como aconsejaba Alejandro Dumas antes de añadir al tercer mosquetero.
La segunda conferencia, el domingo, no fue en la cumbre: fue en la recumbre. Se añadió el tercer mosquetero. Pero no hay un mosquetero cualquiera. Nadie más y nadie menos que Juan Camilo Mouriño Terrazo, el brazo derecho de Felipe. ¿Ya te diste cuenta, lector? Cara a cara con nuestra gobernadora estuvo la eminencia gris de Los Pinos y el caudillo del Congreso, dos de los tres grandes poderes. El Judicial no era necesario porque es público y notorio que le adivina el pensamiento a la señora Ortega.
Lo que creemos que no dijo Juan Camilo fue: “Por qué no te callas”. Si lo dijo, eso o algo equivalente, no tardaremos en averiguarlo. Por lo pronto, ¡benditos sean los arraigos, porque al fin se ocupan de nosotros! ¡Benditas sean las comparaciones, porque nos reintegran al mapa de la república! ¡Benditos sean los escándalos, porque se entera Felipe! ¡Sí, benditos sean, aunque los cardenales se asusten y los maldigan!
