(Primera Columna publicada el 25 de noviembre de 2007)

Por gestiones del departamento de barrido y limpieza del Ayuntamiento, la procuraduría otorgó anteanoche a César Pompeyo el beneficio de la libertad condicionada, suspendió su arraigo en la Plaza Grande y le devolvió, con un asterisco, la tenencia de la banca de costumbre.

El asterisco indica una advertencia. El ministerio público solicitará un avalúo de la banca y otro de la costumbre. El primer avalúo tendrá carácter de referenciado. Se referirá al daño causado al patrimonio de Yucatán. El daño se hace consistir en los impuestos prediales que Pompeyo ha dejado de pagar por el uso del suelo en la Plaza de Armas y el usufructo de la banca sin cubrir los derechos habituales.

Parece que se esperaba la liberación de don César. Una multitud presidida por el italiano Vittorio Zerbbera prorrumpió en vivas y mueras. Vivas a Pompeyo. Mueras a… (censuradas por la dirección del periódico). La banda de “Los finados” (en breve) ejecutó “Pero sigo siendo el rey”, de José Alfredo. Un espontáneo declamó “Volveré”, de Douglas MacArthur. En votación unánime se acordó llevar una serenata de gratitud. La concurrencia caminó hacia la esquina de la 60…

La banda tocó “Ven, mi corazón te llama, ven mi vida te reclama”. El cuarteto de “Los despistados” vocalizó “Amorcito corazón”. Un dúo improvisado interpretó “Corazón partido”. La multitud entonó “Mira que te llevo dentro de mi corazón, por la salucita, de la mare mía, te lo juro yo”. Entre suspiros, la Plaza se llenó de la letra de Agustín: “Luna que se quiebra, sobre la tiniebla de mi soledad… que vuelva ya. Que las rondas no son buenas, que hacen daño (no patrimonial), que dan pena y que acabas por llorar”. En efecto, todos lloraban.

En un momento dado alguien gritó: “¡Que cante!”. “Sí, sí —coreó el multicéfalo—, que cante Pompeyo!”

Para nada sirvió que el interfecto adujera infección aguda en la garganta, visible en un certificado médico expedido por el doctor Volaños Arjona. Ni las credenciales de osteoartrítico firmadas simultáneamente por la directiva de la “Star Médica”. Con ayuda de la banda y el cuarteto, don César logró subir, al quinto intento, a la banca más próxima, y ​​acompañado del trío —entre los tres lo sostenían— cantó.
He aquí su canción:

Fueron tus palabras

falsos juramentos,

palabras que el viento

lejos se llevó,

cómo me arrepiento

de haberte querido,

por eso maldigo,

tu ingrata trai…

Hasta allá llegó don César. Lo arraigaron de nuevo.

(Lea en la próxima columna el texto íntegro de la canción de Pompeyo).

Lo arraigaron, sí, y lo subieron a una camioneta de antimotines, y lo transportaron al auditorio de comparecencias, y lo acusaron de plagio calificado, y lo sujetaron, por lo tanto, a las 500 preguntas. Veamos algunas.

Pregunta: Se le acusa, señor Pompeyo, de desafinar en la Plaza Principal y despertar con su canción a los de Palacio… Respuesta: ¿No es mejor que sigan durmiendo?

— ¿Qué sabe usted de Guzmán? … Que no quiere cantar.

— ¿Ha tratado de comunicarse con Patricio? … No dejan. Está certificado.

— ¿Visita usted a doña Ivonne? … Imposible: está de viaje.

—¿Ha trabajado en la Cousey? … No. Yo vendo caro…

—¿Es usted inmobiliario? … No puedo: ustedes me inmovilizaron.

—¿Está usted en bienes raíces? … No hijo buenos. Nerio dice que son malos.

— ¿Cuántas veces ha estado en el ministerio público? …Nunca. Yo no muerdo.

— ¿Cuál es su negocio? … Ya le dije que no tengo nada que ver con ustedes.

—¿Conoce a Emilio? … Lo veo de vez en cuando.

— ¿Dónde te amo? … En la Catedral.

—No a ese señor. ¿Se reúne usted con el otro, con Emilio bis? … No me gusta cenar. Además el menú del PRI no está en mi dieta.

—Tampoco hablamos de ese. ¿Alterna usted con Emilio tris, el del Country? … Yo no soy de la jai laif…

—Juega usted al golf? …Prefiero el tinjoroch. Estoy empadronado en Chablekal.

—Agita usted a las masas? …Para nada. Soy cardiopata vete-rano.

—¿Ha chocado usted con don Felipe? … Un cristal nomás me rompió el ciclo.

—Toma usted leche? … Ya le dije que yo no choco con Felipe.

— ¿Qué hacía en Sotuta? … Fui a ver lo que hicieron ustedes.

—¿Qué piensa del arraigo? … Un derecho inalienable de los yucatecos. Si no lo ejercitas, te lo ejercerán.

—¿No leyó que Coparmex ha prohibido terminantemente la cacería de brujas? … ¿A qué bruja se refiere usted?

—Considera usted que ya se ve el final del lío? … ¡No me diga que va a renunciar a Guzmán!

Al llegar a las brujas, el agente que interrogaba a don César comenzó a sudar. Al llegar al otro Guzmán, a Guzmán bis, tuvo un acceso de tos. Un acceso incontrolable que impidió continuar el interrogatorio.

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