(Primera Columna publicada el 10 de septiembre de 2008)
En su charla de la Plaza Grande con César Pompeyo y el reportero, el doctor Vittorio Zerbbera se sirvió ayer de la religión como calibrador para medir y calar el estado que vive Mérida como consecuencia de los doce degollados y dos de sus secuelas: el despliegue de vigilancia armada y la inquietud, temor o zozobra que han sembrado en esta capital los rumores irresponsables sobre secuestros, balaceras y otros actos de violencia.
El doctor Zerbbera (con zeta y doble be) recordó a sus contertulios que el CCC (Consejo contra la Cosanostra) de la Universidad de Palermo y el MMM (Movimiento Mundial contra la Mafia) han creado un prototipo de ciudad donde se conjugan los factores que favorecen el comercio y consumo de drogas. Prototipo que es el resultado de investigaciones y encuestas en Europa, los dos Orientes (Cercano y Lejano) y los países americanos en vía de desarrollo.
—Uno de esos factores es la tendencia de las religiones a entrar en un período de decadencia que las va reduciendo a un papel de barniz —puntualizó don Vittorio—. Un barniz que se queda en la epidermis de la sociedad sin penetrarla, sin echar raíces que luego nutran el acto social, económico o político.
—No me refiero sólo a la católica y las protestantes: también la mahometana, sacudida por el fundamentalismo, y las politeístas de Asia. Como comprenderás, César, nosotros tenemos en nuestros consejos expertos en las religiones predominantes. Te puedo condensar en breve ecuación el resultado de las observaciones de todos los consejeros: menos cultura religiosa es igual a más consumo de droga.
—Me preguntarás, reportero, por qué recurrimos al binomio “cultura religiosa”. Lo hacemos para establecer la diferencia entre una religión vegetativa, limitada a los actos del culto, como la misa, y la cultura religiosa, que abarca el conocimiento de la doctrina, su práctica y su aplicación a las manifestaciones diversas de la vida pública y privada.
—Vamos a referirnos a la católica: es la religión de la mayoría de los mexicanos. Del 70 por ciento de la población que la profesa, de acuerdo con una encuesta de la agencia Bimsa, patrocinada por el Instituto Mexicano de Doctrina Social Cristiana. El MMM está distribuyendo en todos sus centros sendas copias de ese sondeo profesional, al que ustedes deben atribuir los datos y cifras que mencionaré en esta plática.
—En cuestión de cultura religiosa, César, ustedes, los católicos mexicanos, no están mal: están muy mal. Quebrados. Ha sorprendido a Palermo que en un pueblo tan devoto de vuestra Virgen de Guadalupe sea tan notoria la incongruencia entre el decir y el hacer. Oigan esto:
—De cada 100 católicos, unos 84 afirman que la religión es muy importante para ellos, pero sólo 39 cumplen el precepto dominical de oír misa. De cada 100 católicos, 84 se consideran personas religiosas y 75 se creen que son parte importante de su Iglesia. Fíjense, se consideran “parte importante”, pero:
—81 no saben qué es un movimiento apostólico. 62 de cada 100 no conocen las actividades que su parroquia realiza. Sólo dos de cada 100 católicos, César, participan en actividades apostólicas. Seis nada más, reportero, participan en la catequesis.
—Si consideramos, amigos míos, que el apostolado y la catequesis son, con la homilía dominical, las tres vertientes principales de la difusión y defensa de los valores, ustedes, como católicos, están reprobados. En la vida de Yucatán ustedes son una mayoría inoperante. Perdóname, César, lo que te voy a decir sin ánimo de ofender, sólo de ayudar: para Palermo, ustedes, con el poco peso específico que sus convicciones tienen en la sociedad; ustedes, con su religión a mi gusto, con su cultura religiosa invisible, son de los principales si no los primeros responsables del grado desalmado de barbarie en que han caído quienes cortaron las cabezas de los doce degollados.
—Con estos vacíos e incongruencias, ¿qué ejemplo, qué atención dan los católicos adultos yucatecos a la juventud? Al decir adultos me refiero a padres de familia, maestros, directores de agrupaciones, incluso a ministros del culto. El ejemplo que dan es funesto. Oigan estos números:
—De cada 100 jóvenes mexicanos entre 18 y 28 años de edad —la flora y nata de la juventud vuestra— que se dicen católicos, 88 declaran que están lejos de la Iglesia Católica. El desglose de estos 88 es para que ustedes se pongan a llorar. De cada 88 jóvenes, 31 dicen que están lejos de la Iglesia porque la fe, o sea la doctrina, no es razonable. 31 se aleja porque la moral católica es demasiado rígida para ellos. El argumento de 26 es para que se pongan a rezar, no a llorar: están lejos del cristianismo porque en sus vidas no tienen espacio para la Iglesia.
—Recuerda, César, que estamos hablando de 70 de cada 100 mexicanos. Qué influencia tendrá esta manera católica, superficial e incongruente, de llevar la religión, de sobrellevarla como si fuera un padecimiento; qué influencia tendrá, les repito, en el 30 por ciento de jóvenes que no son católicos. Si el CCC y el MM concluyen que los hogares mexicanos, desde el punto de vista de su religión, están en crisis o franca bancarrota, ¿puedes tú, César, puede usted, joven reportero, aportar conceptos, datos y cifras que nos rebatan?
—Las cifras del gobierno nos dan la razón. El números de los ejecutados en México por el narcotráfico superó los 3,000 en agosto. En todo 2007 fue de 2,673. Suman ya 400 los secuestros en este país donde, los autoridades lo dicen, la policía sólo se entera ¡de la tercera parte de los secuestrados!
—No creemos que los yucatecos sean la excepción. Los informes que llegan a Sicilia indican lo contrario. Indican que ustedes exigen a las autoridades que resuelvan problemas que ustedes provocan o contribuyen a provocar con su comportamiento extraviado. Comportamiento que es una de las constantes que hemos observado en las sociedades donde el consumo de drogas es un botín que los traficantes se pelean con secuestros y ejecuciones. Nuestra conclusión ha sido hasta hoy infalible: la devaluación religiosa que les he cuantificado esta tarde es una de las características esenciales de las ciudades donde el negocio de los estupefacientes pone en jaque a las autoridades y en estado de psicosis colectiva a la población.
—Ese déficit o inexistencia de cultura religiosa no es el único síntoma de la ruina espiritual que conduce a la droga. El poder pervertidor de las telenovelas y el cine contemporáneo, que exaltan ahora en la pantalla chica y la grande lo que la honestidad censuraba antes, son las continuas gotas de agua que erosionan la moral en los hogares y desatan las turbulencias que nos quitan la paz y nos perturban el sueño con la complicidad de las autoridades corruptas y otras causas que ameritan otra charla.
—Sabemos que en todas estas anomalías hay excepciones notables que dan paso a la esperanza y son semillas de redención. Pero, por dignas de elogio y admiración que sean, constituyen un tanto por ciento insuficiente, incapaz de liderar el cambio, la reforma, la renovación que vuestra sociedad reclama en las marchas, los cartelones, los editoriales, las protestas y otras ruidosas expresiones de susto que corren el peligro de quedarse en eso, en ruido transitorio, en susto fugaz. Ruido y susto. Nada más.
