(Artículo publicado el 11 de diciembre de 2009)

Con pena y curiosidad leemos en el Diario el artículo de Luis Medina Cantillo sobre un ataque a la sociedad en la forma de un atentado contra la prensa libre y la ley que la tutela. El atentado que expulsó de un programa de radio a la doctora Gina Villagómez Valdés porque criticó al gobierno del estado.

Decimos prensa porque este vocablo comprende a las personas que se dedican al periodismo en cualquier medio de comunicación. Prensa escrita, prensa hablada, prensa televisiva, prensa electrónica…

Pena porque el director del programa es el caricaturista que ha disfrutado de la hospitalidad de este periódico a sus dibujos de censura a las autoridades. Al escupir hacia el cielo, al negar la cruz de su parroquia, lo hace con el que es quizá el delito peor que hoy pueda cometer un periodista: pecar por la paga. El programa es sostenido con dinero del gobierno, es decir, con nuestros impuestos.

Curiosidad por saber hasta dónde han llegado o pretenden llegar Ivonne Ortega Pacheco y sus administradores en su aparente afán de monopolizar la información con la ayuda de los pobres diablos, los tontos útiles, los tinterillos y los mercaderes reclutados por los malhechores de la política.

Otra mujer, Juana Inés de la Cruz, nos pregunta: ¿Quién es más de culpar: el que peca por la paga o el que paga por pecar? Nosotros pensamos que el pecado premeditado del corruptor es tanto o más grave que la falta del corrupto, que, no en este caso, se puede atribuir a debilidad, ignorancia o ambición.

Curiosidad por saber qué dirá o hará la señora Ortega ante un quebrantamiento, con fondos y apoyo públicos, a garantías individuales elevadas al rango de ley por la Carta Magna en sus artículos sexto y séptimo, que amparan la manifestación de las ideas y consignan como inviolable la libertad de expresarlas por cualquier medio sin más límites que el respeto a la vida privada, la moral y la paz.

Curiosidad por saber qué opina Angélica Araujo sobre este incidente. Angélica, la legisladora federal que debe ser, en virtud de su cargo, defensora de la ley. Si el dedo la favorece en la pugna por la candidatura del PRI a la presidencia municipal, si llega a ésta, ¿invertiría el dinero del pueblo en empeños de silenciar la crítica?

No somos partidarios a ciegas de Catalina la Grande, pero ya que estamos hablando de mujeres citaremos una oración de la emperatriz rusa en sus “Memorias”: “Libertad, alma de todas las cosas, sin ti todo muere; quiero que se cumplan las leyes, pero no quiero esclavos”.

Catalina, devota lectora y amiga personal de Voltaire, uno de los padres de la Enciclopedia. Voltaire, el pensador que nos legó una frase inmortal: “No estoy de acuerdo con lo que dices, pero estoy dispuesto a morir por el derecho que tienes a decirlo”.

Derecho que el periodista Francisco Zarco subrayó ante la Asamblea Constituyente de 1857 en declaración que comienza con una cita de un escritor inglés: “Quitadme toda clase de libertad, pero dejadme la de hablar y escribir conforme a mi conciencia”. Cita que el ilustre mexicano interpreta a renglón seguido: “Estas palabras demuestran lo que de la prensa debe esperar un pueblo libre, pues ella, señores. no sólo es el arma más poderosa contra la tiranía y el despotismo, sino el instrumento más eficaz y más activo del progreso y de la civilización”.

Conciencia y libertad, tiranía, despotismo y civilización. A la sombra ominosa de la mordaza a Gina Villagómez, ¿qué significan estos conceptos para Ivonne Ortega y su séquito de directores, secretarios y pretendientes a una candidatura del PRI? Mordaza que los ciudadanos deben tener en cuenta a la hora de votar en las próximas elecciones. Mordaza que es en el fondo una condecoración y un estímulo para Gina al mismo tiempo que un estigma y una herida para el régimen de la gobernadora. El tipo de heridas que muestran el cobre.

¡Qué bien se vería una disculpa de Palacio a Gina y una restitución que le dé validez. Pero para eso hay que tener el alma grande.

¿Es posible tal grandeza de espíritu dentro del gobierno y su partido? ¿O es pedirle peras al olmo? — Mérida, Yucatán

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