(Primera Columna publicada el 17 de mayo de 2007)
En las postrimerías de sus charlas de Plaza Grande sobre nuestra actualidad política, el reportero César Pompeyo y el observador italiano Vittorio Zerbbera (con zeta y doble be), doctor en mafias por la Universidad de Palermo, Sicilia, se recibieron en la banca de costumbre y acordaron resumir sus impresiones de la campaña electoral en el boletín que transmitiremos a renglón seguido.
El pasado
Es quizás el gran ausente. Partidos y candidatos sacaron del escenario a los protagonistas del siglo XX. A ellos, a sus virtudes y a sus pecados. Este silencio que ha envuelto, con sudario de momia, a los hombres y acontecimientos anteriores al año 2000 fue una interpretación peculiar del pacto de civilidad. Yo no digo lo que fuiste y tú no dices lo que soy.
Como nadie te preguntará si reconoces tus errores, no tendrás que arrepentirte. Si no tienes propósito de enmienda, podrás luego reincidir sin que nadie te lo eche en cara. Este déficit impidió un análisis de lo malo sucedido a fin de que no vuelva a suceder.
El sexenio
Las alusiones a los éxitos y fallas de los usuarios del poder en los años 2000 han sido esporádicas. Ha faltado en los portavoces de la oposición el examen serio, público, de la trayectoria del Ejecutivo y los alcaldes salientes. Un examen que llegara a la disección que se practica en otros países para propiciar en lo futuro la prolongación de los aciertos y la rectificación de los errores.
La guerra
Excluidos el pasado distante y reciente del frente de batalla, hemos visto diminutas explosiones de adjetivos y denuncias con poca sustancia si es que tuvieron alguna.
Me quitaste mi propaganda. Arrugaste mi retrato. Compraste una credencial. Vino ese diputado a ayudarte. Ese gobernador te dio tanto dinero. Quieren cocinar el arroz desde allá, no aquí. Los pecadores se han rasgado las vestiduras. Los infractores han subido al púlpito a predicar.
De repente nos hemos llenado de moralistas improvisados. Moralistas con poca o nula experiencia en cuestiones de ética. El instituto electoral colabora a esta ficción condenando como transgresiones mortales lo que en Francia, por ejemplo, no llega ni a falta venial. Nuestra guerra “sucia” es uno de los diez mandamientos electorales en Estados Unidos y Europa.
La estrategia
Ivonne Ortega trazó —o le trazaron— un camino directo al futuro, sin visitas al pasado y reducidas referencias al presente, las imprescindibles para que sus ofrecimientos tuvieran el olor a cambio.
Puerta cerrada al recuerdo: Yo llegué después de todo lo que se pueda recordar. Oídos sordos a cualquier ataque: Yo me dedico al juego limpio. Un concepto inteligente de limpieza que marcó el territorio de la contienda hasta que cuarto para las doce comenzó el destape de los cañones. Es temprano aún para formular el diagnóstico de este fuego tardío. Si fue obligado por circunstancias adversas apremiantes. O si obedeció a un plan concebido de antemano para reducir a un mínimo la capacidad de respuesta del adversario y potenciar al máximo el impacto en el electorado.
Ese deslinde del pasado que marcó la nueva generación del PRI le cayó de perlas en cierto sentido a Xavier Abreu. Como vocero de la continuidad, el candidato panista tenía que ser discreto y cuidadoso al cortarse el cordón umbilical que le unía o le una a una administración en la que él representaba un papel prominente. Una especie de subsidiariedad política: tanta fidelidad como sea imprescindible y tanta discrepancia cuanto sea inevitable. Proponga, no discuta. Lo mejor era un “acuerdo” no escrito de caballeros: un pacto de no agresión con el título nobiliario de pacto de civilidad. Nada personal. Si alguien juega sucio (aludir al pasado), yo no fui.
Dos de los representantes de la oposición, los señores Héctor Herrera y Jorge Lizcano, cumplieron su responsabilidad de C. de RL (candidatos de recursos limitados). Dosificaron sus intervenciones según la presencia local de sus partidos y sus legítimas aspiraciones estatales y nacionales.
La excepción
Era bola cantada que Ana Rosa Payán Cervera no entraría al aro de los pactos ni bailaría al son que le tocaran.
Desde sus cuarteles de rebelde con causa enfiló sus baterías a sus antiguos compañeros de viaje, como si no hubiera otros contendientes en la arena o les concediera poca importancia. Nueva confirmación de lo ardidos que suelen ser los conflictos familiares.
Incógnita
Ana Rosa es un personaje. Su ejecutoria política de más de tres lustros resiste las comparaciones. Puede ser decisivo el calado profundo que llegó a tener su popularidad en las aguas de la oposición. ¿Retiene el impulso necesario para llegar a la playa con bandera distinta y tripulación diferente? ¿Conserva el poder para hundirse en cualquier barco? Interesantes preguntas para hacerle a Mérida, bastión que fue, o es aún, de su alcaldesa dos veces.
Los 530,964 electores de Mérida constituyen el 43.96 por ciento de los votantes empadronados: 1,207,779. Como el hombre de la calle opina que el interior del estado es una moneda al aire, que el triunfo en sus 105 municipios será por un margen mínimo, la magnitud de la ventaja que tenga el ganador en la capital ha de ser el campo de la balanza. Como va Ruth van los Yanquis, decían en los años veinte y principios de los treinta los eruditos del béisbol de Grandes Ligas al referirse a los jonrones del Bambino. No hay que ser expertos para predecir que como vaya Mérida irá Yucatán. La victoria apretada de un partido en la alcaldía puede ocasionar su derrota en la gubernatura. Tan importante es quién gana como por cuánto.
El voto joven
Otro tiro al aire. 21,115 jóvenes de 18 años de edad irán por primera vez a las urnas. El 1,74 por ciento. Tenían 11 años cuando el PAN dejó la gubernatura al PRI. ¿Se acuerdan de algo? ¿Son una generación sin memoria? ¿Una generación que no ha recibido en esta campaña, en relación con el pasado, una información adecuada para basar en una experiencia personal su punto de vista sobre el futuro?
Esta dependencia de lo que ven y les dicen en el presente, sin tener a su lado la historia para que les permita distinguir entre la verdad y la mentira, podría tener mayor efecto, si a los muchachos de 18 les añadimos los de 19. Juntos son 49,960. El 4,13 por ciento del total.
La juventud tiene ya la presencia que se requiere para definir el rumbo de los comicios. Son 217,978 los jóvenes de 18 a 24 años que pueden votar. El 18,4 por ciento. 218.000 jóvenes que absorbidos por el estudio, el trabajo y los pasatiempos, pasatiempos cada día más numerosos, atractivos y demandantes, apenas tienen tiempo para formar su conciencia cívica. O voluntad de formarsela. Algo habrá qué hacer para que no sean naves al garete a merced del primer viento que sople. O el ultimo. Una tarea para pronto.
Dedicatorias
Se ofrece este resumen con el ánimo de hacer una crítica constructiva cuando la atención pública está fija, bien abiertos los ojos, en la cosa política. No está en la mira del reportero y los señores Pompeyo y Zerbbera favorecer a alguien que no sea el pueblo o desacreditar una campaña.
Hay signos que demuestran la vitalidad de nuestra democracia naciente. Entre otros la libertad con que hacen y dicen los partidos y candidatos. Sin temor a la represalia o mucho menos que antes. Sin más límites que los dispuestos por la ley. Se muestran las vacas flacas a modo de invitación a la tarea de engordarlas. Que trasmine de estas impresiones —impresiones, subrayamos— la conveniencia de procurarnos un conocimiento cabal de nuestro haber y nuestro déficit. Un conocimiento que propicie un sufragio razonado en una votación copiosa. Una votación que sea la pista de lanzamiento de autoridades con mandato claro y de una oposición vigorosa que incorpora a nuestras diversas corrientes políticas a la gestión común de gobernar a Yucatán.
